Lunes, 27 de julio de 2009 | Hoy
MUSICA › GUILLERMO VADALá HABLA DE SU NUEVO DISCO, ALUMBRAMIENTO
A cinco años de Bajopiel, el bajista de envidiable currículum se inclinó por cultivar la parte compositiva. Y descree de las lógicas del negocio: “Invisible, Seru, Pescado... a esos pibes no les importaba cortar tickets o vender discos”.
Por Cristian Vitale
Hace tres años que rompió con Páez, pero Guillermo Vadalá no es sólo eso –el ex bajista de un crack maduro– sino eso y más. Parece que ambos, casi fundidos desde las épocas de Ey! (1988), no terminaron en buenos términos después de la grabación de El mundo cabe en una canción (2006) y bifurcaron caminos: Fito el solipsismo (Rodolfo, etc.) y Vadalá el hacer por cuatro: productor, maestro, músico solista y de sesión. La causa la saben solo ellos. “Perdimos la relación por otras cuestiones. Musicalmente, Fito me abrió la puerta al mundo. Eso es innegable”, dice él, con eficaz soltura de palabra, en los prolegómenos de la presentación de Alumbramiento, el jueves 3 de septiembre en La Trastienda. Se trata, éste, del segundo disco de su producción en solitario. Del sucesor de Bajopiel, sustancial trabajo que lo mostró autónomo ante tanto “trabajo para” y ratificó el rasgo: Vadalá no es solo el ex de Fito –y de Calamaro, y de Gieco, y de Salinas, y de Spinetta, en fin– ni el productor estrella de una multi. Es esto, y algo más. “Alumbramiento muestra al Vadalá profundo, al que tiene el compromiso con la música por el hecho de la música misma. Por amor”, sigue.
Su nueva criatura es un sesudo compendio de diez piezas, todas instrumentales, en las que el hombre del bajo muestra un mosaico estético que confunde jazz, grooves intensos, funk y vadalismo contemporáneo. “Yo grabo los discos pensando en los pibes jóvenes que te piden una continuidad... quiero sugerirles que se metan en la cosa cultural y no en la lógica de las discográficas, en eso de vender discos y cortar tickets. Me moviliza la idea de que los pibes dejen de ver esa burbuja onda ‘metimos dos mil personas’... ¿te acordás de Invisible, de Seru, de Pescado, loco?, a esos pibes no les importaba cortar tickets. Que la música te haga caer la mandíbula y la guita ganátela por otro lado, loco”, se enciende. Más allá del estético, el eje espiritual de Alumbramiento es el nacimiento de su hija Renata –la mamá es Nerina Nicotra, bajista de Spinetta–, a quien Vadalá agasajó con una canción de cuna hermosamente deformada por su amigo de años, el Mono Fontana. “Fue la espera de su llegada y qué mejor manera de recibirla que con el papá conectándose con lo espiritual. La versión original era una canción de cuna, algo muy sentido con una musiquita muy derechita... pero el Mono le hizo unos cambios armónicos grossos y la transformó solo con su piano.”
–El disco es medio deforme, incluso hay un tema que directamente se llama así...
–Es porque tiene una melodía superintrincada onda músico loco, alterado, que va por la periferia. Ese tema tiene un ritmo conocido, pero deviene en melodías intrincadas que después van a la paz. Muy loco.
–¿Y “Cielo porteño”? ¿Por piazzolliano?
–Bueno, esa búsqueda de acordes me transmite una cosa porteña, como de Piazzolla y sus aires ciudadanos. A lo mejor, la intención va con acordes más foráneos pero todo termina teniendo una amalgama de un tipo de Buenos Aires. Quise reflejar un atardecer de acá, en nuestra ciudad.
El concierto presentación de Alumbramiento iba a ser en Notorious los primeros días de agosto, pero el cierre del lugar y el parate de la gripe A pospusieron las cosas. De todas maneras, Vadalá cuenta con la banda intacta (Jota Morelli en batería, Javier Lozano en teclados y Baltasar Comotto, ex Indio Solari y Spinetta, en guitarra) y la casi segura presencia de los invitados: el Mono Fontana, Franco Luciani y su mujer, también bajista. “Es importante que Nerina esté... además de un dueto, está bueno que me haga de bajista cuando yo me mando a solear. Y con Jota, bueno, nos conocemos al pie de la letra. Hace más 20 años que tocamos juntos”, cuenta.
–Desde la vuelta de Madre Atómica, en 1985...
–Totalmente, esa banda nos dio un golpe de horno. Nos bautizó para siempre. Tenía 17 años...
–Pero ya venía con un background.
–¿Cuál?
–Tocar el bajo sobre los vinilos de Deep Purple: “Desarrollar el oído a través de un Winco”, como dijo una vez.
–¡Claro! (Risas.) Era mi hobby preferido, ese de levantarme y poner los discos de Purple y de Rush... esos tipos se tocaban todo. Tenía un par de discos, Adiós a los reyes y Hemisferios, creo, y me los tocaba enteros. Nunca imaginé que eso se iba a convertir en mi trabajo... ir a los estudios a grabar discos de ese modo, haciendo lo mismo que hacía jugando. Eso me dio mucho oído, porque me automezclaba con los discos. A mi hermano le daba celos: “Che, le sacás todos los graves al equipo”, pero yo estaba enloquecido.
–Entre Bajopiel y Alumbramiento pasaron cinco años. ¿qué hay de distinto entre ambos?
–En el primero quería mostrar todo lo que descansaba en el bajista instrumentista, y tiene composiciones construidas a partir de una tocada de bajo. En Alumbramiento, en cambio, le di preponderancia a lo compositivo... el bajista que tenía que demostrar algo ya lo demostró en Bajopiel y ahora el bajo es un instrumento más, pese a que hay bastantes solos... es inevitable (risas). Pero traté de que se note una madurez en lo compositivo... hay pibes que te dicen “me gustaba Bajopiel porque era más funkero y qué sé yo”. Claro, les gusta más la golosina, cuando en este hay fusión y, sobre todo, una composición intrincada. Quiero que se aprecie el músico que hay detrás del bajista... creo que es la síntesis.
–Integración por sobre virtuosismo, en otras palabras.
–Bueno, lo virtuoso sale porque se cae de maduro en la tocada, pero el foco no está puesto allí. Si hay un deseo en Alumbramiento es que me digan “che, qué buenos están los temas”... hay alguien que le da bola a los acordes y trata de enmarañarse en las armonías.
–¿Influye en la composición propia el trabajo que hace para otros?
–Sí, incluso los más locos: una vez fui a grabar con los Pimpinela y bueno, alguien te escucha y dice ¡con Pimpinela! Reíte, pero no sabés lo rompebolas que es Joaquín Galán: te pide, te dice, te sugiere... hay veces que la gente piensa que fulano o mengano no le da bola a la música sino a vender discos, pero muchas veces te sorprende, porque hay personajes que son apasionados en lo que hacen. Y uno, cuando es sesionista, se tiene que entregar a esa ceremonia... si estás abierto y liberado de prejuicios, cada experiencia te aporta un aprendizaje y eso confluye en un crecimiento que, de una u otra forma, volcás en tu propia obra. Lo veo desde la óptica constructiva.
–Más allá de la ruptura con Fito, ¿qué balance hace de su trayectoria de más de veinte años como parte de su banda?
–Bueno, gracias a eso me di a conocer en Argentina e Iberoamérica. Participé en todos sus discos, cuando él podía haber llamado a sesionistas del mundo, y pude grabar con tipos grossos como Pete Thomas o Steve Ferrone. Gracias a Fito se puede decir que me internacionalicé.
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