Lunes, 27 de julio de 2009 | Hoy
PLASTICA › UN JUICIO QUE PONE EL FOCO EN NEGOCIOS DE LOS CRUCEROS DE LUJO
La demanda iniciada en Estados Unidos acusa a la galería Park West de vender obras falsas o “brutalmente sobrevaluadas” a bordo de transatlánticos de lujo. El caso levanta polvareda en una industria de 49 billones de dólares anuales.
Por Cahal Milmo *
Cuando dos años atrás Sharon Day decidió salir de vacaciones para recuperarse de una operación menor que salió mal y casi terminó con su vida, la idea de navegar por los mares con su familia a bordo de un crucero de lujo pareció la respuesta perfecta. El “Adventure of the Seas”, un palacio flotante de 130 mil toneladas propiedad de Royal Caribbean Cruises, ocupa a sus pasajeros con atracciones como un campo de golf de nueve hoyos, una pared de alpinismo y hasta una capilla de matrimonio. Pero lo que más llamó la atención de Day, una abogada de Londres madre de tres hijos, fueron las subastas de arte llevadas a cabo en la nave por Park West Gallery, una compañía estadounidense que se presenta como la mayor vendedora de arte del mundo. La empresa vende 3000 pinturas e ilustraciones al año, la mitad de ellas en cruceros (realiza ventas en más de 80 barcos) y tiene un ingreso anual de alrededor de 300 millones de dólares.
Entre los ítem que Park West ofrece a los pasajeros de las subastas de crucero, donde el martilleo de un rematador experto se acompaña de champagne de cortesía, hay grabados de Rembrandt, litografías de Picasso y dibujos de Salvador Dalí. En una semana, la mujer de 46 años, vieja amante del arte, y su marido Julian Howard, un abogado de 48 años, gastaron cerca de 98 mil dólares y empezaron una compra que totalizó 422 mil, para hacerse de una serie de seis dibujos de Dalí sobre La Divina Comedia, un trabajo encargado al artista por el gobierno italiano en los años ’50, para conmemorar los 700 años del nacimiento de Dante Alighieri. El subastador de Park West lo describió como “una obra maestra, y un pedazo de historia”: lo que la pareja no sabía en el momento era que su compra sería el punto de partida de un amargo caso judicial transatlántico en el que ellos, junto con varios otros compradores de arte en cruceros, alegan ser víctimas de un fraude cuidadosamente orquestado. Una estafa que los dejó con obras que son falsificaciones sin valor, o trabajos genuinos pero fáciles de conseguir, a un valor sensiblemente menor.
Así, el viaje pensado para celebrar la recuperación médica de Sharon se convirtió en parte de una pelea legal que va al corazón de la industria global de los cruceros de lujo, que produce unos 49 billones de dólares anuales y consigue una parte sustancial de sus ingresos a través de las ventas a bordo, eso que le han valido la definición de “shoppings con salvavidas”. Lo que está en juego es la reputación de un tercio de esos ingresos por ventas, las subastas de arte en alta mar. De las nueve líneas de crucero más grandes y lucrativas, sólo una no tiene contrato con Park West.
La Fine Art Registry (FAR), compañía estadounidense de registro de arte que en su sitio señala que Park West tiene cierta inclinación por las triquiñuelas para hacer ventas, señala que se han acercado más de 200 ex pasajeros de cruceros que creen haber comprado obras dudosas. Donald L. Payton, el abogado estadounidense que lleva el caso, señaló: “Nuestros clientes creían que estaban haciendo una inversión, cuando lo que estaban recibiendo tenía un valor virtualmente nulo. El propósito de este litigio no es sólo conseguir una merecida compensación para estas víctimas, sino también exponer a estos autoproclamados expertos que, durante años, han vendido obras de arte supuestamente famosas y valiosas, a un público que no sospecha nada”. Park West, que posee un vasto espacio de exhibición en Michigan, insiste en que “nunca vendió una obra que no fuera auténtica” en sus 40 años de existencia, y lanzó una contrademanda contra la pareja inglesa, sus correclamantes y la FAR, cuyos artículos sobre las técnicas de venta de la galería son descriptos como “una sucia campaña” que apunta a destruir la reputación de Park West.
Para Sharon y su marido, los trastornos comenzaron un día antes del Año Nuevo de 2007, cuando la familia dejó su hogar en Wimbledon y abordó el “Adventure of the Seas” para un crucero de siete días por el Caribe. Intrigada por la oferta de atender a una exhibición de maestros del arte como Picasso, Dalí, Rembrandt, Chagall y Miró, la pareja eventualmente compró una selección de lo ofrecido tras ser persuadidos, según dicen, de que sus compras eran “raras” y representaban “una excelente inversión”. Entre sus primeras compras había once dibujos de Dalí sobre La Divina Comedia, aparentemente firmadas en pincel por el surrealista español. Park West asegura que nunca vende arte sobre la base de suposiciones sobre su posible valor futuro.
Durante las subastas, Julian Howard, fanático del trabajo de Dalí, preguntó si era posible comprar la serie completa de La Divina Comedia. No volvió a pensar en el asunto hasta que, de regreso en Londres, recibió una llamada de Morris Shapiro, director de galería en Park West, quien le dijo que se las había arreglado para conseguir un ejemplar “extremadamente raro” de la serie entera. Tras un intercambio de diez semanas en las que Shapiro entró en detalles sobre la proveniencia de la pieza de arte, la fecha en que fue realizada y el tipo de papel usado, el matrimonio accedió a pagar un total de 422.601 dólares por la colección de cien dibujos en seis libros, junto a una tasación por 510 mil dólares y un certificado de autenticidad. Sharon, ciudadana norteamericana que lleva más de una década viviendo en Londres, señaló: “Fuimos a este crucero y pasamos grandes momentos. Cuando estás de vacaciones te relajás y hacés compras que quizá no harías normalmente. Esa es precisamente la razón por la que una compañía como Park West organiza estas cosas en los cruceros. El dinero que usamos había sido apartado para nuestros hijos, era su herencia. Fuimos persuadidos de que esto era una gran inversión, que con el tiempo crecería en valor. Era el fondo familiar para el futuro”.
La pareja estaba tan segura de las impecables credenciales de su compra que ni se fijó en los peculiares arreglos que hubo que hacer para pagar las obras. Se les envió una factura que emplazaba a Howard a abordar otro barco Royal Caribbean, el “Legend of the Seas”, con un número de camarote y un código para una subasta ficticia. El dinero fue pagado a una cuenta de Royal Caribbean, que recibe un porcentaje de cada venta que hace Park West. Los documentos judiciales muestran que la pareja ahora cree que la factura de esa subasta ficticia fue realizada para asegurar que pagaran un extra de 67 mil dólares y que la venta fuera categorizada como de aguas internacionales, donde no se aplican las leyes del consumidor inglesas ni estadounidenses.
Unos meses después, la pareja se encontró con la necesidad de disponer de efectivo, para afrontar los gastos de su hija mayor, una talentosa patinadora sobre hielo, en una academia de patín artístico en Estados Unidos. Allí la confianza en su adquisición tomó un cariz completamente diferente. Se acercaron a Shapiro para ver si podían revender la obra, pero se encontraron con una cortés pero firme negativa a tener algo que ver con aquello que sólo unas semanas antes era “una excepcional oportunidad para coleccionistas”. Cuando Sharon contactó a un experto de Sotheby’s para definir un valor de venta, la respuesta la dejó estupefacta: la casa de subastas ha vendido el set de La Divina Comedia varias veces, con un valor de entre 60 mil y 80 mil dólares. Sus preocupaciones crecieron aún más cuando fue a ver a dos expertos en el arte de Dalí, incluyendo a Nicolas Descharnes, hijo de uno de los más cercanos colaboradores del artista. Los expertos concluyeron que los dibujos eran auténticos, pero que la firma en pincel al pie de cada dibujo no era de Salvador Dalí. La demanda ante la Corte señala que “ambos expertos concluyeron de manera definitiva que se trata de firmas falsas. Asimismo, concluyeron que la serie de La Divina Comedia adquirida por los demandantes carece de valor”.
“Fue devastador”, señala Sharon. “Atravesé todo el arco de emociones. Me sentí estúpida de haber comprado piezas de arte, de haber invertido tanto, para descubrir que no valen nada. Ahora estoy furiosa, furiosa por haber sido tratada de esta manera y porque la única manera de probarlo sea a través de un tribunal. Tuvimos que poner todo en riesgo, Park West nos está tirando con todo.” Lejos de ser un caso aislado, el de la pareja inglesa tiene ocho codemandantes que también alegan que Park West les vendió arte falsificado o brutalmente sobrevaluado. Albert y Vivian Best compraron dos litografías de Chagall que mantuvieron en su marco hasta abril del año pasado, cuando decidieron chequear su condición para una posible venta. Tras sacar las obras, Before the Mirror y Man in House, descubrieron que en vez de ser dibujos genuinos se trataba de páginas de una revista francesa de arte, obviamente sin valor.
“Estas personas no eran sofisticados compradores de arte”, dice Teri Franks, jefe ejecutivo de FAR. “Se les dijeron ciertas cosas sobre lo que estaban comprando y creyeron que estaban consiguiendo algo especial. La realidad es bien diferente. Sé que estamos haciendo lo correcto.” En abril de este año se lanzó una segunda demanda, en representación de dos compradores de Nueva York realizando las mismas denuncias contra Park West. La respuesta de éstos fue robusta: la compañía lanzó una serie de contrademandas por difamación contra sus ex clientes y FAR, a quienes acusa de “malicia” y de estar tomando revancha por la negativa de Park West a firmar un contrato con ellos en 2007. La FAR niega rotundamente la afirmación. “Somos la galería de mar más grande del mundo, y estamos orgullosos de las relaciones que hemos desarrollado con más de 1,2 millón de clientes en 40 años en el negocio”, señaló Park West en un comunicado. “Sostenemos la autenticidad de cada pieza de arte que vendemos, incluyendo los trabajos vendidos al señor y señora Day. Confiamos en que triunfaremos en la corte.” Royal Caribbean, que obtuvo un beneficio de 703 millones en 2007 y este año lanza una nave capaz de transportar a más de seis mil pasajeros, señaló que “niega toda acusación o suposición de haber hecho algo mal. Tomamos muy seriamente los temas que han aparecido con respecto a algunas prácticas de negocios de Park West”.
Mientras tanto, Sharon Day espera el comienzo del juicio para fines de este año. “Todo lo que hicimos fue abordar un barco y comprar unas pinturas”, dice. “Ahora tenemos que luchar para conservar la herencia de nuestros hijos.”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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