Viernes, 7 de agosto de 2009 | Hoy
MUSICA › ZAKIYA HOOKER Y SU CUARTA VISITA A LA ARGENTINA
La hija del gran John Lee Hooker presentará su CD Keeping it real, que incluye una versión de “Desconfío”, de Pappo. Dice que no conoció al Carpo, pero que su padre le contó que era un “monstruo”.
Por Cristian Vitale
Vera Lee Hooker tiene la piel color chocolate, el pelo –claro– al ras de la cabeza, los labios gruesos y un mirar distendido. Está en Argentina por cuarta vez en su vida, ahora para presentar Keeping it real, su cuarto disco –hoy a las 21 en el ND Ateneo– y se le nota disfrutar cada instante. “Me encanta la atmósfera de esta ciudad, me encanta su gente”, esboza dos o tres veces, y se sonríe. Vera, en verdad, es el nombre que le puso su padre John Lee Hooker cuando la vio nacer hace 61 años, en Detroit, y el que conservó hasta los 37. Cuenta que para cierta costumbre africana no es el hombre el que elige su nombre, sino al revés. “Y a mí me eligió Zakiya ¿sabe? Me pasó que lo leí un montón de veces, en distintos lugares, y sentí que me estaba buscando. Que así me tenían que llamar”, dice. Conclusión: Vera ya no es Vera sino Zakiya, cuyo significado, en lengua swahili, es inteligencia; y en hebreo quiere decir “pura y exonerada”. “Es fuerte, ¿no? –se ríe–, ni siquiera mi padre me siguió llamando Vera. Respetó mi deseo, aunque a veces se olvidaba.”
–¿Qué otros deseos respetó su padre? ¿Estaba contento con su decisión de convertirse en cantante de blues?
–Bueno, al principio no, porque ésta es una profesión muy difícil y no quería que me mintieran, o que cayera en la locura en la que caen muchos músicos, pero cuando se dio cuenta de que era lo mío, estuvo contento. Yo soy cantante de blues porque amo el blues. Es lo único que sé hacer desde pequeña.
Zakiya canta desde 1991, cuando John Lee, ese prohombre del blues nacido en una granja del Mississippi, iba casi por los cien discos –fue el año de Mister Lucky– y luego de atravesar el período más tormentoso en su vida: la separación de su primer marido –luego muerto de sobredosis– con el que había tenido tres hijos, y la muerte de uno de ellos, el menor, en un accidente automovilístico. Repuesta y casada nuevamente con Ollan Christopher Bell –productor de su padre y figura central en la vida artística de Zakiya–, debutó en las bateas con un disco venal y fresco (Another Generation of The Blues, 1993), profundizó su vena blusera con Flavors of the Blues (1996) y, llamativamente, editó un primer disco en vivo grabado en Argentina: Colors of the Blues. “Mi táctica es la de aprender sobre la marcha y vi que en Argentina el blues es un género que cuenta con grandes músicos, mi padre los admiraba. Yo no lo conocí, pero él me decía que Pappo era un monstruo.”
–Incluso, en su último disco hay una versión de “Desconfío”. ¿Por qué la eligió entre las tantas que Pappo ha compuesto?
–La había grabado hace tres años en un show y me gustó cómo quedó. Me conmocionó su letra, por eso la grabé en castellano. Es un hombre que ha perdido su amor y que solamente se quiere ir, y aprender a vivir la realidad. Creo que es algo que, tarde o temprano, le toca a todo el mundo, y que a mí me pasó cuando era muy joven. Todos amamos o hemos amado, pero no siempre funciona ¿no?... hay que saber sufrir para poder vivir.
La argentinidad adoptada por la Hooker no se queda en la versión del clásico de Pappo ni en las sugerencias de su padre, muerto en 2001. Durante esta visita, además de la intervención del coro gospel del John Lee Hooker Memorial Choir –que fogonea su marido Ollan–, Zakiya citó a Daniel “Alambre” González para tocar la guitarra. “Es muy bueno él –sostiene–, los argentinos saben mucho del estilo, me gustan. Tal vez invite a un baterista, también... se arman lindas zapadas. Nunca me olvido de cuando Miguel Botafogo y Luis Salinas tocaron conmigo la primera vez que vine. Los latinos y los negros nos parecemos mucho, porque llevamos el ritmo en la sangre.”
–Su padre prácticamente inventó una forma de cantar y tocar blues, “hablaba” los temas y los ritmos eran como una reinterpretación libre de viejas composiciones anónimas del Delta. ¿Cuánto conserva usted de su legado?
–Yo siempre vuelvo a las raíces del blues, que son las de mi padre: uso mucho de sus recursos, de su manera de cantar. El, es cierto, era único, porque no conozco a nadie que haga lo que él hacía: amo su voz y también me gustan sus letras, paradójicamente, porque no dicen mucho: son palabras mínimas y justas. El resto era magia y música. De todas maneras, no soy igual a él. Apenas si tengo algunos rasgos.
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