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Sábado, 14 de enero de 2006

MUSICA › AMELITA BALTAR PRESENTA UN CICLO EN CLASICA Y MODERNA

Cerca del tango y del rock

La cantante ofrece un ciclo los viernes en el que rescata parte de su repertorio tanguero, mientras prepara un disco en el que piensa tener como invitados a figuras del rock.

 Por Karina Micheletto

Amelita Baltar habla con esa voz grave, levemente ronca, que haría reconocible un tango interpretado por ella entre tantos. Tiene cierto tono y presencia de señora bien, como tantas que la rodean donde vive, cerca de donde va la luna rodando por Callao. Pero hay algo medio reo que se desata cuando habla, quizá porque recurre al lunfardo, porque habla del tango como esa música que hay que cantar “con algo en los ovarios”. Ahora está cumpliendo un ciclo de conciertos los viernes en Clásica y Moderna (Callao 892), acompañada por el pianista Aldo Saralegui, un lugar donde, asegura, se siente demasiado a gusto.

“Clásica es algo tan... especial”, dice la cantante, eligiendo las palabras para hablar del escenario en el que mostró su show tantas veces. “Tuve la suerte de que este año empezó como el año pasado: repleto. Casi estoy golpeando las rodillas con las rodillas de la gente. Es muy loco porque hay mucho respeto, un silencio sepulcral. Y cuando llegan los aplausos... ¡uff! También es raro que en un café concert la gente grite tanto. Me dicen ‘diosa’, ‘tremendo’... ¡está bárbaro!”, se entusiasma Amelita. El ciclo, que probablemente continuará en febrero, tiene un repertorio del que Baltar prefiere no dar detalles: “Me gusta que los temas sean sorpresa, escuchar ese ‘¡aaahhh!’ cuando arrancan”, explica. “Pero hay algunos tangos tradicionales, algo de Discépolo, que hacía mucho que no cantaba, y algo de Piazzolla muy original, que fue escuchado hace como cinco años en una grabación y nada más: el único tema que tiene escrito junto con Yupanqui, una milonguita”, describe.

Mientras pule estos conciertos, Baltar va dando forma a un proyecto más a largo plazo: grabar temas de Astor Piazzolla con invitados del rock. “Es una idea que tengo hace tiempo, y ya fui hablando con muchos: Celeste Carballo, Fabi Cantilo, León Gieco... A Fito se lo comenté y enseguida me dijo: ‘ok, ¿cuándo hacemos un concierto?”, cuenta. “Es una movida que implica mucho trabajo, son meses con cada artista, y me lo quiero tomar tranquila. Cuando lo escuchen se van a sorprender”, promete la cantante.

–Hay cada vez más gente del rock que se pasa a cantar tango, pero es menos frecuente que pase al revés. ¿Qué tiene el género que provoca esta fascinación?

–Y... tiene una historia pesada en cada letra, tiene mucho peso vital. Ahora muchos lo están descubriendo, desde el rock y desde otros géneros. Algunos lo destruyen, otros se ponen a estudiarlo y hacen cosas dignas. Todos los que nacimos acá lo sentimos un poco nuestro, aunque seamos de otros ámbitos. Pero no todos los que se largan a cantarlo salen airosos: como si yo me metiera a hacer rock... ¡Sería una caradura! Sin embargo, hay ejemplos muy dignos de buenas experiencias: hace unos años Celeste Carballo hizo El día que me quieras con Charly García y lo sacó muy bien. A ella la quiero mucho.

–¿Tiene amigos en el rock?

–Sí, y además me gusta cada tanto ir a ver algo de rock. La otra vez fui a ver el recital de Fabi (Cantilo) y me gustó todavía más que el disco. Si escucho a Divididos me caigo desmayada de la emoción. Si lo veo a Charly, me paro y pego un grito, porque me encanta. El otro día nos encontramos en un cóctel en el Faena. ¡Cómo nos mimamos y nos halagamos mutuamente! Hasta cantamos juntos, fue bárbaro.

–¿Y en el tango, tiene amigos?

–Los tangueros me respetan, me saludan, pero, la verdad, ando muy poco en el ambiente del tango. Ser solista es algo muy solitario, y yo doy mis conciertos sola, hago la mía, acá y afuera. Hay grandes que sé que me aprecian mucho: Leopoldo Federico, Raúl Garello, Carlitos García... no me puedo quejar. Aunque, la verdad, podrían incluirme un poco más, llamarme alguna vez para cantar. A lo mejor piensan que les voy a decir que no...

–¿Por qué?

–Hay gente que cree que estoy subida arriba del caballo, y se equivocan de cantante: yo tengo los pies bien en la tierra, solamente me subo al escenario. Ojalá me llamen, me muero de ganas de decirles que sí.

–En el último tiempo parecen multiplicarse las cantantes femeninas de tango. ¿Por qué cree que ocurre esto?

–Qué sé yo... ¿será que somos más las mujeres en todos lados? Hay muchas cantantes muy buenas: Cecilia Aimé, que grabó con Atilio Stampone y es alumna mía. Patricia Barone, que es un vagón, una señora cantante. Sandra Luna, que tiene un estilo más tradicional, pero con una voz y una presencia impresionantes. Son muchas las que valen la pena porque son originales, no buscan imitar a nadie, eso es lo que vale. Y también vale el estudio, la dedicación. El tango es una canción muy difícil, hay que madurarla, meditarla. Tengo talleres de tango y mis alumnas se desangran hasta que vemos las poesías, conocemos a los poetas, nos metemos en las letras. No es nada fácil ni rápido. Y por más años que pasen, sigue siendo un trabajo arduo. Para mí también.

–¿Qué es lo que más trabajo le cuesta?

–El Señor me dio un don, y yo tengo que hacerme cargo. Tengo el mérito no del talento, que me vino dado, sino de disciplinarlo y de hacerlo madurar. Eso es lo que cuesta trabajo.

–En su momento usted fue una provocadora cuando concursó en el Luna Park con Balada para un loco. ¿Qué es provocador hoy en el tango?

–¡Uy, qué locura fue aquello! ¡Cómo me chiflaron, cómo se acordaron de mi madre! Nos tiraban monedas, de todo... De los nervios se me rompió el cierre del vestido, así que entré y reculé de frente. Pero, la verdad, no sé qué podría ser tan provocador hoy... Piazzolla se murió, si estuviera él para escribir otra canción así... Yo no soy una trasgresora: soy una mujer que le gusta lo que hace, se juega y va para adelante. Nada más.

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Hay que cantar “con algo en los ovarios”.
 
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