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Lunes, 14 de diciembre de 2009

MUSICA › PRESENTACIóN DE LAS OBRAS INCOMPLETAS DE ANDRéS CALAMARO

El Cantante armó su propio festival

Ante unos 30 mil fans que llenaron el Club Ciudad de Buenos Aires, el músico basó su show en el repertorio de la última década, pero fue hacia atrás todo lo que pudo. Y convocó a Fito Páez, Vicentico y Dárgelos, entre otros. Anoche repitió en el Luna Park.

 Por Luis Paz

“Adrián, Buenos Aires es tuya. Bah, ya lo era.” Con la sutileza como para no proponer fotos de ídolos vanos, Andrés Calamaro presentó la “inteligencia superior” de Adrián Dárgelos sobre el escenario de un Club Ciudad de Buenos Aires al tope de su capacidad. Fue anteanoche, en una instantánea que probablemente haya reunido a los dos artistas que se volvieron netamente imprescindibles en esta década, guardianes de las canciones por fuera de los palacios de las flores ganados en la anterior. Fueron AC y AD, reunidos en una expresión algebraica que dio como resultado una magnífica “Los aviones”, más cerca del bolero sónico que nunca. Una hora después, Vicentico, los De Bueyes Dany Suárez y Cóndor Sbarbati y un Fito Páez que mira desde el costado del tablado tiñen de aquelarre musical la segunda presentación de las Obras incompletas de Andrés (a secas, con un nombre hace tiempo bien ganado). Esa escena final es una de las ironías dobles que El Cantante encarna: una reunión de grandes artistas por fuera de un festival y la pura efervescencia de Andrés por fuera de cualquier gaseosa o cerveza.

El recital fue una reconfirmación del gran momento que en el último lustro abrazó a Calamaro, una re-reelección del público a favor de sus rocks de las mujeres perdidas, sus seminarios de melodía, su pulso top y grasa, mainstream y clandestino a la vez, su informalidad para las formas de la canción (un hit sin estribillo, canciones de siete minutos sin frases repetidas), sus inhibiciones tropicales, sus gracias rockeras y sus dotes tangueras. En fin, una nueva redención popular que comenzó al taco, con la stone “Jumpin’ Jack Flash”, “El salmón” y “Mi enfermedad”. Inicio que fue adelanto de lo que ocurriría en las dos horas siguientes: una maratónica demostración musical que, aunque hizo base en la última década, fue hacia atrás todo lo que pudo.

La guía atemporal fue el esplendor de una banda cada vez más aceitada, con el tecladista Tito Dávila suavizando, el violero Julián Kanievsky en ebullición y el temple señorial de Andrés al encarar sus canciones, fueran “Carnaval de Brasil”, “Salud (dinero y amor)” –con homenaje al “Walk of Life” de Dire Straits– o “La mirada del adiós” –con el primer bailoteo de un Calamaro fresco, alegre y charlatán.

Una estrella roja pasó “volando sobre Argentina y Uruguay” en el “Mil horas” de Los Abuelos de La Nada. “Todavía una canción de amor” fue un estallido, simplemente. Y si cantar es disparar contra el olvido, el resultado está dado a las claras: la Eternidad atesora esas canciones. Con una alegría sin fin y esa acidez lingüística de siempre, Andrés cantó, bromeó, puteó y denunció. “Soy Oyarbide, Stefanuolo, Calamaro, tengo una casa clavada en el juzgado, ¿y qué?”, improvisó en “Socio de la soledad”. Mercy beaucoup, agradeció luego de “Por mirarte”, un tema anterior a la caída del Muro, que va hacia atrás hasta la balsa de madera de Moris y, aun así, es tan infechable como imperecedero.

Luego vinieron “Los aviones”, con Dárgelos; y la cada vez más épica “El día de la mujer mundial”, con las ya incorporadas llamadas al “Stairway to Heaven” de Led Zeppelin. Entonces, la declaración fresca: “En este momento me siento como el Brasil de México ‘70 o como La Naranja Mecánica, la de Cruyff y la otra”, un mate amargo y el tangoshow: “Los mareados” y “Naranjo en flor”, con Sbarbati y Suárez completando el ensamble coral y Tito Davila demostrando por qué Calamaro dice que tiene “más recursos que el Golfo Pérsico”, todos puestos al servicio de los homenajes a los hermanos Expósito, Cadícamo y Cobián. Hubo algunos momentos (“nada más”) de eternidad, como “Cada una de tus cosas” y la pérdida de la cordura de las mujeres que fueron mayoría, provocando un serpenteo visual a la salida del recital.

Pero aún adentro iba a llegar otro pasaje marcado por los himnos: “Estadio Azteca”, luego de la que Andrés cayó en la cuenta de que si no hubiera sido músico, habría estado pidiendo empanadas y viendo Dr. House a esa hora. En “Crímenes perfectos”, Fito Páez también dijo presente, como Moura, Pappo, Abuelo, Gardel, Goyeneche, Luca, Guillermo Martín y Julián Infante en las pantallas durante “Los chicos”. Una ramonera “El perro”, de las pocas con una actualidad que puede reclamarse, iba a venir en el medio, con esa conclusión de que “en Argentina tenemos muchos boludos, pero estamos llenos de hijos de puta” y el arengue a replicar las últimas tres palabras. El público tomó ese precedente y, solito nomás, lo continuó en un “el que no salta es militar” que hasta el nuevo ministro de Educación porteño, Abel Posse, debería haber oído luego de la entrevista que el periodista Werner Pertot publicó en Página/12: “Hoy vemos jóvenes drogados y estupidizados por el rock”. Ministro, ningunos estupidizados: gente pidiendo justicia.

Vicentico relajó el clima para el baile pendular de “Tuyo siempre”, las cabezas bambolearon con “Me arde” y las suelas despegaron con “Alta suciedad”. Para no olvidar, Andrés y su banda pusieron otra situación ramonera con “Palabras más, palabras menos” y un Kanievsky imparable en las seis cuerdas. El líder Cadillac y el Babasónico se reencontraron con treinta mil gargantas en “Flaca”, Fito pegó la vuelta para “Canal 69” y entonces sí, la liberación de otra “Paloma”.

Y después, ¿qué importa del después salvo que llegue pronto, cuando se sabe que esa mirada del adiós entre 30 mil y algunos más fue, después de todo, un “buena suerte y hasta luego” señado anoche?

9-ANDRES CALAMARO

Presentación de Obras incompletas

Músicos: Andrés Calamaro (voz y guitarra y percusiones), Tito Dávila (teclado), Diego García, Geny Avelló, Julián Kanievsky (guitarras), Candy Caramelo (bajo) y José Bruno (batería).

Público: 30.000.

Duración: 115 minutos.

Sábado 12, Club Ciudad de Buenos Aires. Repitió anoche en el Luna Park.

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“En este momento me siento como el Brasil de México ’70 o como La Naranja Mecánica, la de Cruyff y la otra”, dijo Andrés.
Imagen: Alejandro Leiva
 
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