Sábado, 17 de abril de 2010 | Hoy
MUSICA › GORAN BREGOVIC ANTES DE SU ACTUACIóN EN EL FESTIVAL DE OTOñO
El músico nacido en Sarajevo promete “un mix explosivo” para su presentación de esta noche junto a la Banda de Bodas y Funerales. Es que sus canciones están hechas de las múltiples tradiciones que confluyen en los Balcanes.
Por Karina Micheletto
Alkohol: Sljivovica & champagne, propone Goran Bregovic desde el nombre de su último disco, que pronto se editará en la Argentina. “Música para bailar y beber”, aclara, por si hace falta –como se hace, según indica el estereotipo de la tradición de su tierra, en las bodas, y en los funerales–. El sljivovica es una especie de brandy de los Balcanes, también conocido como “fuego líquido”, hecho a base de ciruelas. Y la música de Bregovic, como se sabe desde que saltó fronteras como banda de sonido de Underground –en tiempos todavía felices junto a Emir Kusturica– está hecha de las múltiples tradiciones que confluyen en los Balcanes, desde las bandas de bronces o los coros búlgaros hasta los violines klezmer. Así que esta vez, en la presentación porteña de este disco, al grito de ¡a la carga!, que siempre suena en un momento de los recitales de Bregovic, se sumarán varios zivjeli!: ¡Salud!
Será hoy en el Lawn Tennis, como parte de la programación del Festival de Otoño, que el músico nacido en Sarajevo compartirá con artistas como Chango Spasiuk y Mísia (ver aparte). “Esta vez tocaré con la versión chica de la Banda de Bodas y Funerales: cinco bronces, dos voces de Bulgaria, un percusionista y corista y yo”, adelanta Bregovic en diálogo con Página/12. “Los conciertos con la banda pequeña son más festivos, más ‘bailables’ que los que presento con la gran orquesta, tocamos más canciones. Por supuesto, escucharán temas de mi último disco, Alkohol, pero también haré piezas de mi ópera Karmen con final feliz, de Tales & Songs from Weddings and Funerals, y algunos otros viejos éxitos... Va a ser un mix explosivo.”
Bregovic tiene una definición escueta para la música que hace con su Orquesta de Bodas y Funerales: “Tratamos de tocar música contemporánea con instrumentos y ritmos que pertenecen naturalmente a nuestra cultura”, dice. Si se tiene en cuenta que su madre es una serbia ortodoxa, su padre un croata católico, que él nació en Sarajevo (Bosnia) y se casó con una croata, que declara sentirse yugoslavo, y que usa tres pasaportes, los límites de esa cultura se hacen difíciles de precisar.
Lo mismo ocurre si se atiende a la estructura del último disco doble: en la primera, que lleva el nombre de su bebida nacional, se imponen los metales, en temas grabados en vivo durante un concurso de bandas de bronces. En la segunda se escucha una especie de concierto para violín, banda de metales, voces masculinas y una pequeña orquesta de cámara, en la que el violinista va tocando a la manera clásica según la tradición cristiana europea, al modo en que suena la música klezmer en la tradición judía, y también con un concepto sonoro oriental. Para aclarar un poco las cosas, Bregovic postula desde el arte del disco: “Si no te volvés loco, no sos normal”.
–¿La frase es una declaración de principios, una convicción, una filosofía de vida, una invitación?
–Esa afirmación es una realidad. La tomé de la remera que estaba usando un chico en el Guca Festival, donde grabé mi último disco, Alkohol, en el verano de 2007. Guca es una pequeña ciudad serbia de unos 20.000 habitantes, que organiza un concurso anual de bandas de bronces todos los años, en agosto. Durante ese concurso, ese pueblo aumenta su población a unas... 150.000 personas. Y son 150.000 personas que se protegen del calor abrasador a la sombra de unas carpas gigantes dispuestas especialmente. Allí beben y escuchan música, comen carne asada y chucrut a la manera serbia, y después vuelven a beber y a escuchar música, y beben de nuevo... Y así durante siete días. El que no se vuelve loco allí... ¡no puede ser normal!
–Con Emir Kusturica alguna vez formaron una dupla duradera. Visto desde hoy, ¿cuál es el balance de aquella relación artística?
–Nuestras primeras películas juntos fueron definitivamente los mejores años de ambos, míos y suyos. Años en los que hicimos música y películas con más imaginación que dinero.
–¿Y a él, cómo lo recuerda?
–Como un tipo talentoso. No es frecuente conocer gente talentosa con la cual poder hacer cosas, en cualquier trabajo. No es algo usual. Entonces me considero afortunado de haber podido formar un tandem con un tipo que tiene un talento. Pero a lo mejor nosotros como pareja de director y compositor llegamos tarde al cine. En el pasado, en los ’50 y ’60, había parejas que sí duraban en el cine, pero era otro tiempo, un tiempo romántico de la cinematografía. Desafortunadamente llegamos cuando el cine era otra cosa, cuando se estaba viviendo un gran cambio. Así que duramos lo que tuvimos que durar. Pasada cierta etapa, todos necesitamos un cambio.
–¿Entonces dice que fue una cuestión de tiempos?
–Sí, creo que sí, si hubiéramos hecho lo que hicimos en los ’50 o los ’60, a lo mejor hubiera sido otra la historia.
–Usted estudió Filosofía. ¿En qué medida esa formación influyó en su trabajo como músico?
–Fue hace mucho, yo era muy joven, estudié Filosofía y también Sociología, desde los 20 hasta los 24. Como todo joven que empieza esa carrera –como todo joven, mejor dicho– pensaba que los estudios de Filosofía podían darme respuestas a las preguntas fundamentales: la vida, la muerte, el amor, el odio, el ser humano. Así es que empecé a estudiar para dar respuesta a estas preguntas, ¿y qué obtuve? Más preguntas. Hice toda la carrera, pero en el momento en que estaba por convertirme en profesor de Pensamiento Marxista (en los tiempos comunistas esto es lo que terminaba resultando de estudiar Filosofía) apareció mi disco Bijelo Dugme (El botón blanco), y casi de un día para el otro, me convertí en una gran estrella de rock en mi país, algo que ciertamente no imaginaba. Y así fue como tomé otro camino. De mis años de Filosofía, me traje a este nuevo camino un montón de preguntas.
–Ya ha venido varias veces a tocar a la Argentina. ¿Cómo describiría lo que pasa con su música en este país?
–Primero que nada debo decir que estoy muy feliz de volver a tocar en la Argentina, y también de ser parte de una nueva experiencia con el Festival de Otoño. De verdad lo espero con mucha expectativa, y eso es porque nuestros conciertos previos en este país fueron parte de las experiencias más fuertes que hemos tenido como banda. La audiencia latinoamericana parece tener una pasión voluptuosa que no he encontrado en el resto del mundo. Pasan cosas raras en Latinoamérica.
–¿Qué cosas, por ejemplo?
–En el Gran Rex en Buenos Aires se quedaron aplaudiendo y cantando una de mis canciones por cerca de 45 minutos... Eso es raro, y es genial, claro. Sabe, siempre que voy a dar un concierto en Latinoamérica acabo con la misma impresión: todo el mundo entre el público parece ser capaz de bailar y de cantar mejor que yo. Supongo que es la impresión general que se llevan todos los artistas que llegan allí, no creo ser la excepción en ese sentido. Es un placer tocar para ese tipo de público, un público que con su actitud te dice que lo que estás haciendo le resulta realmente importante.
–En otra entrevista a este diario contó que un deseo pendiente era ir a ver un clásico en la Argentina. ¿Lo logró?
–¡Sí, llegué a ver un clásico Boca-River! Después de que viste un partido en la Argentina, el fútbol europeo te parece algo así como una coreografía de bailarinas anémicas. De hecho he ido a ver varios partidos de fútbol latinoamericano y encuentro una diferencia fundamental con los europeos: el juego es mucho más musical. Es algo tan bello...
–¿Musical en qué manera?
–Desde el punto de vista del juego es más agresivo. En cuanto a lo que pasa en la cancha, en ese rito único que tienen ustedes, encuentro que en Sudamérica la gente entona cánticos tan hermosos, canciones tan buenas, tienen un ritmo tan fantástico todo el tiempo, que es posible desviar la atención y concentrarse sólo en esa música de la hinchada. O mejor dicho, es una música que suena junto con el ritmo del partido, y que hace que ese momento se transforme en una especie de gran concierto. Uno se siente en una película, viendo un gran concierto en una película.
–Si vuelve a ver a Boca o River en esta visita, quizá salga decepcionado, los grandes equipos argentinos no están pasando un buen momento...
–Esa preocupación se las dejo a ustedes, o a los hinchas de Boca, o a los de River. Yo me consideraría afortunado si pudiera repetir esa experiencia. Aunque los jugadores jueguen mal, con esas bellas canciones, los partidos se vuelven bellos. De los mejores que se pueden ver ¡y oír! en el mundo.
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