A fuerza de trabajo, de perfil bajo, y de una forma original de encarar la música de raíz folklórica, sin necesidad de estridencias ni recursos melosos, la cantante santafesina María de los Angeles Ledesma y el grupo Cosecha de Agosto han ganado un lugar propio en la escena de la música popular actual. Se trata de un lugar construido en forma lenta y artesanal, trabajado con buen gusto y delicadeza, que María y Cosecha –-así se presenta el grupo– ratifican ahora con la edición de su tercer disco, Otra vuelta. Lo presentan hoy a las 21 en Café Vinilo (Gorriti 3780), en un concierto en el que habrá tiempo para repasar un repertorio que abarca las diversas regiones del mapa musical argentino.

Junto a Ledesma, Matías Furió en guitarra, Pablo Fraguela en piano y aerófonos, Pedro Furió en guitarra, Sebastián Calá en contrabajo (todos ellos, además, a cargo de los coros), y con la producción de Mariano Fernández, Ledesma interpreta un bello repertorio en el que se destacan obras de nuevos compositores argentinos, como José Luis Aguirre, Orozco y Barrientos, o el mismo Pedro Furió. La cantante interpreta también la bella chacarera de Pepe Núñez y Juan Falú “Zonko querido” y el chamamé canción “Creciente de nueve lunas”, de Chacho Müller.

Ledesma no sólo es cantante y música: se define como gestora cultural, una faceta que desarrolla como coordinadora del área de música del Espacio Cultural Nuestros Hijos (el centro cultural que las Madres construyeron donde alguna vez estuvo la ESMA), y que años atrás ejerció desde la Dirección de Música del gobierno porteño, creando encuentros como Música de Provincias, y también organizando espacios como el de la Peña La Eulogia.

–Ha transcurrido bastante tiempo entre el disco anterior y éste. ¿Por qué?

–Se dio así, grabamos cuando sentimos que estamos listos para hacerlo, y cuando están dadas las condiciones. Necesitamos tiempo para trabajar el repertorio, para armar los temas, y también incide la cuestión económica, como les ocurre a todos los músicos independientes. Pero sobre todo es una cuestión nuestra, son nuestros tiempos. A pesar de que ensayamos, sí o sí, todas las semanas de nuestras vidas, desde 1997, salvo cuando nos vamos de vacaciones.

–¿Y ese perfil bajo es algo buscado, o es lo que se puede lograr con lo que tienen a mano?

–La forma de trabajo independiente implica de por sí un perfil bastante bajo, creo que es un modo de hacer las cosas de nuestra generación. Los que tenemos treinta y pico nos acostumbramos a la autogestión, porque a nosotros nos tocó vivir la década del ’90, que nos enseñó a autogestionar, porque si no íbamos al muere. A lo mejor el perfil bajo tiene que ver con esto, con saber hacer las cosas desde abajo, y no montarse sobre algo ficticio. Siempre me he tomado la música, como la vida, como una cuestión no sólo mía, sino de un colectivo. Quiero decir, lo que genero tiene que ser para todos, no es una búsqueda individual. Si nos va bien a todos, también me va bien a mí, ésa es mi lógica.

–¿Se reconoce entonces como gestora cultural?

–¡Totalmente! Me encanta mi trabajo en el ECuNHi. La idea de las Madres y de Teresa Parodi, que es la directora, fue abrir un espacio en la ciudad de Buenos Aires que funcione como un lugar de inclusión social, y de artes y oficios, que genere también trabajo para los artistas. Además de cantar, me hace bien sentir que uno es un elemento para generar espacios de inclusión y de cambio. Es mi pequeño orgullo.

–¿Cómo hace para repartirse entre la artista y la gestora cultural?

–No sé... ¡Habría que preguntarle a mi marido! Intento repartir: a la mañana música, a la tarde ECuNHi, y a la noche música. El ECuNHi tiene mucho que ver conmigo y con lo que deseo para mi país. La música que hago también. Por algo las dos cosas me apasionan tanto.