Jueves, 22 de abril de 2010 | Hoy
MUSICA › ORQUESTA TIPICA LA VIDU, UN BALUARTE DE FLORENCIO VARELA
Gabriel Bartolomel cuenta los placeres y dificultades de darle forma a una orquesta joven desde el sur. Hoy en el Buenos Aires Club mostrarán las canciones que integran su disco debut.
Por Cristian Vitale
“Era muy difícil pensar esto desde Florencio Varela.” Gabriel Bartolomel tiene 36 años, melena al hombro y una boina negra. Nació, creció y vive en los pagos de Defensa y Justicia –el Defe–, allí donde el sur suburbano se hace más sur. Más lejano. E intenta explicar por qué. “¿Cómo hacías para que un pianista, un contrabajista o un violinista, de los pocos que hay allá, apostara a un proyecto de cero en vez de venirse a trabajar a Capital? Un rollo grandísimo”, pregunta y se responde: “Pero creímos, y acá estamos”. Está yendo al origen de la Orquesta Típica La Vidú, agrupación de 13 músicos –la mayoría varelense– que lleva cinco años de ruedo y acaba de editar un disco que se expondrá esta noche a las 21 en Buenos Aires Club (Perú 571). Lo formal sería hablar de un trabajo interesante, joven, salpicado por reversiones de tangos que hicieron historia (“Tu pálida voz”, “Trenzas” o “María”), composiciones propias (“La vieja”, “El mañanero”) y una disparada hacia ese lugar donde el rock se funde con el tango (“Blues de la artillería”). Pero todo lance estético carece de esencia si no se apela a su contexto: Varela y sus efluvios.
Cuenta Gabriel –director, arreglador, compositor y fundador– que los primeros ensayos eran en la cocina de su casa, hábitat de fangal, bien suburbano, en el que la patrona, los nenes y los pájaros se mezclaban con el ladrido de los perros y el teléfono, con la suegra del otro lado. Una imagen que, amplificada puertas afuera, la Orquesta retrató en la tapa del disco: una vía muerta, árboles, arcos construidos con pedazos de rieles, e instrumentos de tango que se mezclan con perros callejeros, cables de luz con zapatillas colgando, yuyos y un Dodge 1500 destruido. “Así nos criamos: jugando a la pelota, escuchando a mi viejo hablar de en qué año se grabó tal disco o quién era el bandoneonista de tal orquesta de los ’40, matándonos con Zeppelin, o yendo a ver a Defe. Yo lo vi subir de la D a la C y de la C a la B, después no fui más”, cuenta Bartolomel.
–Viene de familia tanguera...
–El otro día escuchaba a Lidia Borda hablar de “Barrio de tango”, que es el tango que a mí me identificaba de chico. ¡Los perros ladrándole al farol!... A mí me pasaba lo mismo. De chico tocaba con Ernesto Porto, un gran maestro que pocos conocen en Capital, en el Club Varela Juniors donde, durante la época de oro, tocaban Pugliese o D’Arienzo, porque Varela era muy tanguero, el Club Zeballos competía con los carnavales de Racing, con la desventaja de que en los ’40 quedaba más lejos que ahora.
Desde que La Vidú cruzó el charco, hace unos dos años, los toques en el Varela Juniors se hicieron más esporádicos. Amparados por Inés Flores, una exquisita violinista que viajó de Villa Luro a Varela dos veces por semana durante seis meses (“En señal de apoyo”, dicen), y arengados por emergentes del palo, esta especie de guardia nueva del tango suburbano se mudó a Boedo para ensayar. E irradió, desde ahí, hacia el Club Gong o el Centro Cultural Julián Centeya donde forjaron en vivo un estilo personal –ampliamente festejado hoy– durante incontables fines de semana. Dice Marcia Manduca, violinista: “La verdad es que nos vinimos a ensayar a Boedo porque se nos hacía imposible conseguir bandoneonistas que fueran a ensayar de Capital a Varela. Yo misma, cuando empecé con la Orquesta, me tomaba el tren desde José Mármol y pensaba ‘¿qué estoy haciendo acá, a las diez de la noche, volviendo a casa?’. Sí, Varela sigue quedando lejos”. Sigue Gabriel: “La decisión la tomó Eliana (Sosa, la cantante) cuando dijo ‘vamos para el centro pero tomémoslo como un crecimiento, no como abandonar este lugar’. Ella nos convenció”.
–Pero siempre se vuelve al barrio.
Gabriel Bartolomel: –A comer y a dormir (risas). Estamos pensando en presentar el disco allá, como una señal de afecto y respeto.
–Hay algo de esa señal en “El mañanero”, uno de los temas propios. En él festejan la figura del tipo que se levanta todos los días para laburar y, cuando vuelve, encuentra todo igual: “La Orquesta toca en el bar los tangos que dicen las cosas que vos querés”...
G. B.: –Sí, y que se fuma su mañanero para agarrar fuerzas. También habla de la relación de nosotros con la Orquesta, con la que podemos identificarnos porque no tenemos que cantar esos tangos viejos, sino que nos pasan otras cosas. Sin alejarse demasiado del vocabulario que tenemos incorporado, hay palabras que cambiaron su significado. En realidad, lo que más queremos es aportarle al género desde la identificación propia. Como nos pasaba con el rock cuando teníamos 15 años.
El rock besa las composiciones de Bartolomel. Juega a ser en algunos tangos con tufillo a Fernández Fierro y es, de hecho, en la versión del “Blues de la artillería”, el preferido entre sus seguidores, que el director arregló a su manera. “Viendo un video de los Redondos de 1991, escuché al Indio decir: ‘Ahora vamos a tocar un tanguito’ y tocan ese tema. El rock argentino tiene mucho de tango, y nosotros recibimos propuestas para hacer una especie de tango-rock, hacer un negocio con eso. No lo queremos. Yo soy recontra Zeppelin y Floyd, pero soy más tanguero. Me sale eso.” “De hecho, el ‘Blues...’ no es un gancho”, tercia Marcia. “No es una movida para enganchar gente, un invento para vender. Gabriel lo hace desde siempre. Y somos ricoteros desde siempre.” “A mí me gusta Bersuit”, se amotina Lucas Rodríguez, el benjamín de la viola (18 años), que sólo habla para marcar terreno.
–Tener a Ricardo Soulé como invitado habla de una intención.
G. B.: –El le puso el solo de violín al tema de Redondos. Las orquestas jóvenes –pienso yo– vienen a hacer de nexo entre el tango viejo y el rock, que ahora no nos da muchas posibilidades. Ricardo es alguien que puede unir las dos cosas...; cuando escucho su solo, me parece que viene bajando con la espada y la capa, como si fuera el salvador (risas).
–¿Por qué Vidú? ¿Algo que ver con esta simbiosis “natural”?
Marcia Manduca: –Sí. Todo el mundo nos pregunta si es por la Bidú Cola, pero se lo debemos a Inés recordando un programa de TV que se llamaba Pozo Vidú, donde se juntaban cosas. Nosotros venimos a ser como un rejunte de cosas, pero no con la intención de transformar esto en un negocio.
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