Lunes, 24 de mayo de 2010 | Hoy
MUSICA › ENTREVISTA AL MúSICO DANIEL “POLLO” RAFFO
Melómano blusero, acaba de publicar un demoradísimo disco que resume su historia junto a su banda, King Size. Referente ineludible del género y siempre en la línea de sus admirados T-Bone Walker y BB King, Raffo ya anuncia un nuevo CD, esta vez instrumental.
Por Cristian Vitale
Para llegar a la médula sonora de Daniel Raffo, primero hay que dejar que se descargue duro y parejo sobre su pasión blusera. Que hable de todo. De su pasión casi neurótica por T-Bone Walker y BB King. De los tres King que influyeron en toda la guitarra blusera británica de los sesenta. De los negros estadounidenses que, en esa época, corrían a Europa porque en su tierra los consideraban “de cabotaje”. De las performances de Sonny Boy Williamson con los Yarbirds. Del bar de Alexis Korner donde se conocieron Jagger y Richards. De Peter Green... En fin, este experimentado guitarrista que ya lleva 27 años de labor en el ramo, se planta como un biógrafo. Y no cesa de tirar data. “Si no me pedís que pare, no paro”, se ríe, mientras el único freno posible a sus parrafadas bluseras pasa por un enorme sandwich de crudo y queso. “Yo era un enfermo que tocaba la guitarra arriba de los discos de los Bluesbreakers y Fleetwood Mac. Después, cuando descubrí al BB, llegué a tener 35 de sus discos cuando él iba por los 50”, destaca.
Hay más blues. Dado su amor por el más exitoso de los King, Raffo fundó una banda llamada como uno de sus discos (King Size), que operó como una especie de “orquesta escuela” para los adoradores del género. Con ella, a través de distintas formaciones, giró por todo el país y fue la plataforma de lanzamiento que lo ubicó de lleno en el ojo del huracán. Además de ser el primer músico en rendirle un show homenaje al creador de “The Thrill is gone” (en 1992), fue elegido para acompañar a una gran cantidad de bluesman que llegaron al país cuando se le abrieron las puertas al género: Billy Branch, Eddie Kirkland, Eddie Campbell, Phil Guy, Jimmy Rip, Duke Robillard y Lorenzo Thompson, entre ellos. Pero el máximo “raye” no pasa por aquí. En casi 30 años, y pese al agite permanente de toques, clases, clínicas y talleres, Raffo nunca había grabado un disco. “Fue por falta de decisión, básicamente... No le echo la culpa a nadie. Llevaba grabados como 90 temas y, en un principio, no encontraba quién me produjera un disco. Después, cuando me di cuenta de que lo iba a producir yo, no me gustaba... Era muy autoexigente e iba dejando cosas grabadas sin terminar siquiera de mezclar”, explica.
El desquite acaba de llegar, tardío, a través de Daniel Raffo (King Size y otros), un impecable muestreo del género que el guitarrista expondrá hoy en Mr Jones (Saavedra 399, Ramos Mejía). “Estoy contento porque venía muy demorado”, se ríe, irónico. “Finalmente pude resumir la historia que llevo con King Size en un disco. La verdad es que mantuve una línea durante tanto tiempo que me negaba a no dejarla registrada.” La línea T-Bone-BB King, quedó expresada en 15 piezas de ajustados blues que van de ciertas composiciones propias (“Es la guitarra de Raffo” o “Guitar Jump”) hasta respetuosas versiones de Magic Slim (“Living in my neighbourhood”), Otis Rush (“Right place, wrong time”), el mismo BB (“The Trill is gone”) y, claro, el viejo Walker (“Are you gonna find my baby” y “Woman you must be crazy”). “Es jodido apropiarse de las versiones de los grandes, porque hay que ajustarse a las limitaciones que el género tiene a nivel estructural. Pero, por otro lado, te abre una puerta de libertad absoluta a la hora de improvisar. Tiene las dos puertas y hay que saber abrirlas.”
–Que marca la diferencia, es cierto, pero hacia adentro del blues. A veces son difíciles de identificar...
–Exacto, porque hay quien te dice, incluso dentro del género, que los blues son todos iguales... Nada que ver.
–Hay un mundo de matices... ¿cuál es el suyo?
–El que me sale. No puedo evitar nombrar la amalgama de T-Bone y BB y todo lo que viene detrás. Todo lo que me gustó está metido en mi piel.
–Muy simpático eso de ponerle a un tema “Es la guitarra de Raffo”. ¿Guiño a Miranda!?
–Un homenaje (risas). Me causaba gracia... ese tema lo fui armando con solos que me gustaron mucho, y tiene partes totalmente mías. Es un mosaico blusero, un collage de fraseos de guitarra que siempre toco nota por nota. Nada de zapada.
Otro raye de blues: en el disco de Raffo participan 17 músicos que lo han rodeado en todos estos años. Desde Enrique Varela hasta Gabriel Gratzer, pasando por Ricardo Tapia y Luis Robinson, con quienes comparte un lúdico trío acústico que suele versionar temas de JJ Cale, Beatles o Ben Harper, y –fundamental– el estadounidense Duke Robillard, que le agregó brillo al disco con dos temas compuestos, in situ, durante la grabación: “King Size Blues” y “Bye Bye Argentina”, una zapada de casi diez minutos. “Lo acompañé la última vez que vino al país y, cuando terminamos de tocar, me dijo: ‘Me gusta cómo tocás y quisiera grabar dos temas con tu banda, antes de irme’. El disco ya estaba masterizado, pero no me importó nada. Hicimos una grabación rapidísima, nos dio las pautas de los temas y los grabamos totalmente en vivo. Incluso, en la letra de ‘Bye Bye’, él le está diciendo a la mujer ‘Querida, estoy con unos amigos tocando, espero volver pronto’ (risas). La terminó y se fue directamente a Ezeiza, porque perdía el avión. Duke me cambió la cabeza totalmente. Para mí es el nuevo Walker.”
–Ha dicho que se negaba a no dejar un registro grabado de la línea que había mantenido siempre. ¿Esto implica un cambio en lo que vendrá?
–Digamos que el nuevo King Size, por su formación (Darío Soto en voz, Gustavo Villegas, en piano; Machi Madco en bajo y Julián Villegas en batería) le da un golpecito de modernismo que me despega de lo tradicional. Además, el próximo disco, que ya estamos grabando, va a ser todo instrumental y con temas propios.
Antes de levantarse de la mesa, satisfecho, Raffo no resiste tragarse el último bocado. Y se vuelve biógrafo otra vez. “Todo esto no tiene sentido si no digo que Steve Ray Vaughan y Robert Johnson fueron los eslabones, los símbolos de cada era. Entre ellos dos se explica el todo”, define y se pierde con la puesta del sol, con un nuevo raye de blues consumado.
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