Dom 29.08.2010
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MUSICA › RUBEN BLADES HABLA DEL CRUCE ESTILISTICO CON LEOPOLDO FEDERICO

“No pretendo convertirme en un tanguero”

Mañana, la primera final del Mundial de Tango en el Luna Park propiciará un experimento que el músico panameño prevé como altamente emotivo, con sus canciones en ritmo de 2 x 4. “En la música no pierde nadie”, dice.

› Por Karina Micheletto

Mañana en el Luna Park se celebra la primera de las finales del Campeonato de Tango y el evento prenuncia algo más que rondas en las que los milongueros se jueguen el título de la categoría Tango Salón. Sonará, por un lado, la orquesta de Leopoldo Federico, una institución del tango en creación permanente. No estará sola: en un momento del show sus potentes filas de típica se cruzarán con la música de Rubén Blades. Y con el mismísimo Rubén Blades interpretando éxitos como “Pedro Navaja”, “Paula C” o “Ligia Elena”, pero en tiempo de tango y milonga. El encargado de dar forma a los arreglos es el pianista y compositor Carlos Franzetti, ligado al mundo del jazz, pero también arreglador de El Polaco por dentro, uno de los discos que marcaron la carrera de Goyeneche y su proyección más allá del tango. Y Nicolás Ledesma, pianista de la orquesta de Federico, ha aportado el anclaje al que lo habilita su experiencia en el género. El resultado se estrenará mañana, en el marco del festival, pero además tomará la forma de un disco largamente imaginado por Blades, cuya primera parte será grabada en estos días, con Federico y su orquesta.

Blades acaba de llegar a Buenos Aires y, ya instalado en un hotel boutique de Barrio Norte, no luce el sombrero que siempre usa en sus shows, y que lleva el nombre de su nacionalidad. Pero apenas saluda, el acento encantador señala las coordenadas precisas de su origen. Y allí mismo apunta una de las incógnitas de lo que vendrá: ¿cómo sonarán en 2x4 esos temas indisolublemente prendidos al oído en consonantes aspiradas, en sílabas arrastradas, ya en su pronunciación caribeños? Blades anuncia que los arreglos de Franzetti han traído una sorpresa, también para él: “Así replanteadas las estructuras de estas canciones, me llevan a un lugar nuevo, como artista y como persona. Me cambia el fraseo, porque los tiempos son distintos, y las emociones que produce el arreglo, la atmósfera nueva que envuelve a la melodía, me llevan a otra forma de interpretación”, asegura. “No es algo ficticio, buscado. Simplemente, soy llevado allí. Esto es bien interesante: las nuevas estructuras me despojan de lo que conozco y me llevan a un lugar nuevo.”

Pero antes de embarcarse en este análisis, a Blades le interesa, sobre todo, aclarar: “Hay que aclarar de una buena vez que yo no pretendo ser cantante de tango, ni experto en tango ni venir a hacer algo extraordinario con el tango”, arranca.

–¿Y por qué siente que lo tiene que aclarar?

–Porque está ese espíritu de propiedad que existe en todos los sitios a los que uno va, sobre lo que es la música local, lo que es representativo del país. Fíjese lo que le ocurrió a Ry Cooder con el Buena Vista Social Club: ¿cómo es que se descubre el son cubano a través del gringo éste?, le dijeron. No, él fue allá a tocar y terminó grabando, porque quedó fascinado con esa música y esos intérpretes.

–¿Y en su caso?

–La mía es una producción artística urbana y yo encontré que dentro de lo que plantea el tango, que también es una producción musical urbana, hay una gran posibilidad de expresión conjunta. Parto de la certeza de que mis letras pueden ser interpretadas de otras formas, tanto en términos de planteamiento armónico como de estructura, de arreglos. Para eso recurro a alguien como Carlos Franzetti, que además de ser argentino tiene conocimientos que sobrepasan a los míos para los arreglos, y tiene además una sensibilidad que conozco desde hace más de treinta años; hemos trabajado mucho juntos y además somos amigos. Lo que ha hecho Carlos es tomar los planteamientos de mis canciones y reformularlos, replantearlos dentro de una estructura que tiene que ver con la medida del tango. Y lo maravilloso es que, después de escuchar su trabajo, descubro que además está llegando a otros lugares. Quisimos ahondar en este producto urbano, y por eso insisto con la aclaración: yo no pretendo convertirme, a la vuelta de los años, en un tanguero.

–¿Pero por qué eligió el tango en particular?

–El tango desde hace mucho tiempo dejó de pertenecer a la Argentina, para convertirse en una forma musical y emocional que es propiedad del mundo. Y eso lo certificó la Unesco el año pasado, cuando lo declaró Patrimonio de la Humanidad: ya no es de un país, es del mundo entero. Igual que el rock and roll, el jazz, ¡o la salsa! Pero más allá de eso, hay un argumento emocional, que es el que me interesa. Estoy convencido de que nuestro futuro, como humanidad, va a depender de la percepción real de nuestras similitudes. Y de la capacidad que tengamos, con nuestras producciones, de crear ese territorio común, que quizás en el futuro nos va a permitir enfrentar las grandes pruebas que vienen. A mi modo de ver, son pruebas que solamente podrán ser superadas por esta idea de solidaridad. La música es uno de los vehículos concretos para llegar a esa idea. Más que los deportes, donde un país gana y otro pierde. En la música, no pierde nadie.

–¿Tan convencido está del poder de la música?

–Absolutamente. Yo siempre he trabajado en función de ir creando la noción de que no somos tan diferentes, a través de la música. Por ejemplo, hice un solo disco en inglés en mi vida, pero no con el afán de convertirme en una estrella o de integrarme al mercado de Estados Unidos: con el afán de explorar las posibilidades de integración entre artistas que, a pesar de escribir sobre temas urbanos, participábamos de expresiones distintas. En 1987 trabajé con Lou Reed, que hasta entonces no había colaborado con nadie escribiendo letras o músicas. O con Elvis Costello, él tampoco había hecho ninguna colaboración. Con Bob Dylan hicimos una canción que nunca llegamos a terminar, pero todavía tengo la cinta con él. Siempre me interesó ver cómo funcionaban estas cosas supuestamente imposibles de reconciliar. En el álbum Mundo trabajé con Boca Livre, un grupo de Brasil, con De Boca en Boca de Argentina, con Eric Rigler que hace música de Escocia, integrando la gaita con tambores cubanos. Me interesé también por el cante jondo, y sin ir más lejos estoy planteando para más adelante un disco de boleros con Paco de Lucía, también con Franzetti al frente de los arreglos. Le aseguro que todo esto forma parte de la misma idea con respecto al poder de la música.

–El año pasado también se presentó en el Luna Park, pero con los Seis del Solar, celebrando el 25º aniversario de Buscando América. ¿Por qué dijo entonces que ese era realmente un concierto especial?

–Seis del Solar y yo vinimos a Argentina en el ’83, era la primera vez que viajábamos como grupo fuera de Nueva York. Tocamos en Obras Sanitarias, con los Abuelos de la Nada. Todavía no había asumido Alfonsín, y me sorprendió la cantidad de gente que fue. Fue por primera vez allí que tocamos en vivo temas como “El padre Antonio y su monaguillo Andrés”. Cuando fuimos a Uruguay igual, tocamos cosas como “Desapariciones”, temas que en Nueva York no se entendían, pero por acá sí. Para mí fue muy interesante volver 27 años más tarde, con el mismo grupo, a un país distinto.

–Después de tanto afán por aclarar que no pretende convertirse en un tanguero, ¿hay algo que lo preocupe sobre su presentación en el Festival de Tango?

–Sí, mi mayor preocupación para el concierto es la emoción que me producen los arreglos y espero que la emoción no me ahogue, porque ya me pasó en el momento en que escuché los bocetos. Fue una emoción enorme, y algo que agradezco tanto poder sentir, como humano y como artista. Porque después de treinta y pico de años de estar en esto uno ya conoce el argumento, aunque el público te dé otra cosa, todos nos volvemos un poco más duros. Y ahora, sentir una emoción tan enorme es algo que me da una felicidad que no puedo explicar con palabras. Lo único cercano a este estado fue la emoción de haber sido funcionario público de mi país por cinco años. Aquello fue un servicio, quizás el acto menos egoísta de mi vida, hecho con toda la intención de mi alma, pero una cosa muy personal. En este caso estoy reaccionando a cosas que ya conozco, pero a través de los planteamientos armónicos y de arreglos que hizo Carlos. Espero que esa emoción no haga que me olvide de dónde estoy, la letra, todo. No se ría, lo estoy diciendo en serio.

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