La situación, un Litto Nebbia de entrecasa. Piano, sinte, guitarra, una voz y muchos amigos. Pese a la endemoniada lluvia de la noche, la sala de la Sociedad de Distribuidores de Diarios Revistas y Afines –donde cada septiembre ocurre el ciclo Los Viernes Música– tiene apenas unas butacas vacías atrás. El resto es gente, completud y silencio. Ambito propicio para que el hombre de las mil canciones manotee un puñado entre ellas y las exponga, renovadas, versionadas, “retocadas”, ante un público calmo. Dos luces rojas y dos azules iluminan desde atrás, y la oscuridad, dueña del resto, ayuda al clima íntimo, sosegado, que el artista requiere esta vez.

Nunca está todo dicho en el planeta Nebbia. Nunca. Ni en sus formas musicales, ni en la elección de las canciones ni en las secuencias de vida que él cuenta “a lo Larralde” cada vez que inicia una canción. La de “Si te vas”, por caso, una bella y simple poesía del español Juan Mari Montes que el fundador de Los Gatos musicalizó como las doce del mismo autor que pueblan Soñando Barcos, uno de sus últimos discos. “Nos conocimos por mail, me encantaron sus textos y nos terminó grabando Ana Belén... Vaya, podría haber sido un asesino serial, pero yo confié en él y él en mí... ¡cómo no íbamos a grabar un disco!”, cuenta, ante la risa colectiva.

O, salteando años, la secuencia de la Nebbia’s Band, el proyecto que generó Litto no bien se produjo el desbande de Los Gatos en 1970, y se le atrevió a Rosario, donde lo único que se esperaba era un reflote –con otras caras, claro– de la banda recién divorciada. “Todo Rosario esperaba algo parecido a Los Gatos y nosotros caímos con temas de 18 minutos y mil instrumentos. Me llegaron a decir ‘¡sos la deshonra de Rosario!’”, narra Litto para enmarcar otra canción clave: la censurada “Días de conflicto”. “Pensar que en esa época la tocaba para siete, ocho tipos y ahora, con Rodolfo García, nos dimos el lujo de hacerla para un millón en la 9 de Julio”, sigue, sobre la versión que sonó durante los festejos del Bicentenario. Y así, puestas en contexto, suceden perlitas del acervo que Nebbia va adobando según lo requiera el pulso interno: “Cadenas y monedas”, central entre las diecinueve que grabó con Huinca en Despertemos en América (1971), sostenida por bases programadas; “Como dos extraños”, de Laurenz y Contursi a piano pelado; una balsámica versión de “La Pomeña”, del Cuchi Leguizamón, y “Sólo se trata de vivir”, para de-satar el coro colectivo.

Pero la parte más caliente entre las dos horas de música que Litto regaló en la noche fue la de él con su guitarra como un solo ente. Un manojo de palabras y canciones posibles de trasvasar a las teclas, pero a riesgo de perder su entraña vital. “Yo las voy a tocar tal como fueron compuestas”, dice, y reflota en cuerdas una bella pieza de sus días en México, alto quiebre en su devenir: “La canción del horizonte” da paso a “Sueña y corre”, reversión calma de aquel tema de batalla del Beat Número 1 (Los Gatos, 1969) y “Vamos negro, fuerza negro”, pieza de los primeros setenta, que Ne-bbia tuvo la osadía de interpretar en el BARock junto a Domingo Cura en percusión, una imagen inolvidable. “Aparecí con el pelo corto y una propuesta difícil de digerir para la ortodoxia del rock que, ya en aquel momento, era jodida. Me putearon hasta que escucharon. Después me aplaudieron, insólito”, cuenta antes de epilogar el momento-guitarra con otra canción de quiebre.

No faltaron los súper Lados A que Nebbia debe recrear como un rito (“Viento, dile a la lluvia”, “La Balsa”), pero el disfrute fluyó mejor por otro carril: el de redescubrir perlas no muy visitadas, ubicarlas en su marco de creación y entregarlas, renovadas, ante un público que inevitable –y a veces lamentablemente– opta por refugiarse en lo ya conocido... Casi una afrenta para el planeta Nebbia que gira siempre, y sin límites, en constante transformación.