Jueves, 18 de noviembre de 2010 | Hoy
MUSICA › NIñO JOSELE, EL INSTRUMENTISTA MáS RECONOCIDO DEL FLAMENCO ACTUAL
Hoy en La Trastienda Club, el viernes en Rosario y el domingo en Córdoba, el músico mostrará el material de su disco más reciente, Española. La historia de un hombre que alguna vez pensó en cantar, pero encontró en las cuerdas su mejor modo de expresión.
Por Karina Micheletto
La guitarra, dice, no era inicialmente lo suyo. Como hombre nacido en una familia que respiraba flamenco, a él le gustaba el cante. Pero era demasiado tímido. La guitarra, en cambio, le servía como escudo protector: detrás de esa caja y de esas cuerdas podía refugiarse y por eso, ya a los 8 años sabía que su vida estaría ligada a este instrumento. Y así fue: Niño Josele tiene el título de sucesor de Paco de Lucía, y es el más reconocido guitarrista de flamenco de la actualidad. No sólo por lo que tiene de auténtico en la raíz tradicional en la que se formó, también –y fundamentalmente– por los riesgos que ha tomado es las distintas formas de fusión que fue asumiendo. Un rumbo que lo ha llevado, sin dejar de ser profundamente flamenco, por universos como el del jazz. Un ejemplo claro es su último disco, Española, que ahora viene a mostrar a la Argentina. En Buenos Aires dará un único show, hoy a las 21 en La Trastienda Club (Balcarce 460). Los conciertos del guitarrista se repetirán mañana en Rosario y el domingo en Córdoba.
En Española hay bulería y tumbao, rumba y seguriya. Pero hay también la libertad suficiente para bromear desde un título: “¿Es esto una bulería?”. Y además un homenaje a Bill Evans (“Waltz for Bill”), otro a Bebo Valdés (“Zapateado para Bebo”), y un único tema que no es de autoría de Niño Josele, y que es, justamente, el que da nombre al disco, compuesto por otra gran referencia del jazz, McCoy Tyner. “Quise hacer una especie de homenaje a los grandes maestros que admiro, partiendo de Paco de Lucía, por supuesto –explica el guitarrista en diálogo con Página/12–. Luego Bebo, que ha sido otro maestro especial para mí, y finalmente Bill Evans. Ellos representan lo que he ido aprendiendo a lo largo de todos estos años tocando la guitarra, desde que empecé escuchando a Paco, siendo muy pequeño. Me pareció una maravilla poder homenajear a tan grandes maestros.”
–Hay otro homenaje implícito, y es a McCoy Tyner. ¿Cómo llega a su tema “Española”?
– Fue gracias a Fernando Trueba (que produjo este disco, al igual que el anterior, Paz, en el que Josele interpreta la música de Bill Evans). El tenía la idea de que lo escuchara, estaba seguro de que era para mí. Y sí, lo escuché y era muy bonito, inmediatamente lo saqué en la guitarra. Y ya que estaba homenajeando a tres maestros, por qué no sumar uno más de esta manera...
–Entre estos cuatro maestros hay sólo un guitarrista. ¿Por qué elige poner la atención en los pianistas?
–Es que, más que un guitarrista, yo me siento una persona a la que le gusta la música. Ante todo soy un guitarrista, claro, porque la guitarra es el medio con el que pude expresarme, en muchos sentidos, no sólo en el musical. Es mi medio: a mí ni siquiera me gusta mucho hablar. Pero, por otro lado, me gusta más la música que la guitarra. Y por eso me surge naturalmente el interés por todo tipo de música, en este caso la de estos maestros pianistas. Yo no podría ser uno de esos guitarristas de guitarristas. No, lo mío es la música.
–En este disco indica expresamente que las guitarras están grabadas en directo, sin edición. ¿Por qué lo destaca?
–Hoy día la tecnología está disponible para lo que a uno le apetezca. Yo pienso que es bueno aprovecharla, siempre y cuando sea para mejorar la música, no para que se vuelva en contra del músico, hasta anularlo. Para retocar y retocar sobre lo retocado, pues no, yo prefiero tocar. Me gusta, sí, usar la tecnología para lograr un buen sonido, en ese tipo de tratamiento. En lo musical, prefiero que sea en directo, creo que tienen más vida los discos en directo. Y así es como hacen los grandes músicos, ponen un micro y dicen: vamos pa’lante.
–¿Cuál fue el aporte de Fernando Trueba como productor?
–Trabajar con Fernando siempre es algo distinto, no es lo mismo que un productor normal. El, más que escribir, a la música la visualiza, como si fuera una película lo que está trabajando. Te cuenta una historia. Este disco, cuando yo lo compuse, tenía un guión distinto; llegó Fernando y lo puso a su orden.
–En el flamenco se da una tensión continua entre tradición y renovación, como ocurre con todas las músicas de raíz. ¿De qué manera se mueve entre estas tensiones?
–Con toda la música que tenga raíz, yo siempre soy partidario de que se puede hacer una fusión. Si conoces bien a fondo tu raíz, de allí puedes ir pa’lante, eso te da capacidad para conocer otra música que tenga raíz y poder fusionarla, lo cual es natural. Yo comencé a tocar la guitarra acústica en un escenario, con mi padre, a los 8 años. A los 11 años ya sabía perfectamente lo que era una taranta, una soleá, una figurilla, los palos del flamenco ya los tenía desde muy pequeño. Y luego con 14 años ya les toco a los grandes cantaores del flamenco. Eso es algo que te da mucha confianza a la hora de saber qué puedes tocar tu música. Con el tiempo, si eres una persona inquieta, comienzas a ver que los grandes músicos han hecho su camino de fusiones, y tú también coges un riesgo. Para mal o para bien, nunca se sabe, pero allí vamos, de eso se trata.
–¿Tuvo críticas de los puristas por su acercamiento al jazz?
–Gracias a Dios, no he tenido ningún portazo... ¡Hasta ahora! (risas). Cada vez que me meto en una fusión intento plasmar muy bien, meterme muy bien en el panorama de la otra música de la raíz para empezar desde allí, desde el principio. Creo que es el secreto de todas las músicas, no hacer una fusión de otra fusión, para al final quedar perdido. Siempre es importante la raíz, el principio. ¿De dónde viene esto, desde aquí? Pues desde aquí pa’lante vamos a escuchar. ¿Cuántas versiones se han hecho partiendo desde este punto? Y allí vamos, a escuchar todas las versiones que pueda y a meterme lo más a fondo que pueda para comprender esta música, desde mi propio mundo, que lógicamente es el del flamenco.
–Dice que a los 8 años ya estaba en un escenario. ¿Cuándo decidió que sería músico?
–Bueno, en realidad la primera vez en un escenario fue antes, con 7 años, pero no fue la guitarra, fue el cante. Me gustaba mucho el cante, y cuando tú quieres empezar, lo más lógico es empezar por tararear las melodías. Y como en casa todo el mundo cantaba, antes de tocar la guitarra me decían: ¡cántese una letrita! Y yo cantaba la letrita, pero vamos, la que cantaba era la boca, o yo qué sé quién cantaba, a mí me daba mucha timidez. Lo mismo con el baile, que también me gustaba mucho. Muy pronto me di cuenta de que no era mi facultad el cantar, porque si me daba tanta vergüenza cantar frente a mi familia, imagínese delante del publico. Cuando mi padre me dio una guitarra, a los 8 años, supe casi de inmediato que eso era lo mío. Claro, era lo más cómodo para estar allí sentado, y como no me gusta mucho hablar, ni tampoco ir al frente, yo allí me refugiaba. Y así se expresaba más la música que yo.
–Por lo que cuenta, la guitarra sirvió en el comienzo como escudo protector. ¿Le sigue pasando?
–Sí, yo siento que expresa todo lo que no puedo expresar de otras maneras, con la palabra, por ejemplo. De hecho casi nunca me gustaba hablar en el escenario, solamente presentaba al grupo, y me sigue pasando, es como que no encuentro palabras. Así es que ¡venga!, toco la guitarra, allí está todo lo que quiero decir, todo lo que soy.
–Hay una idea de flamenco pintoresca, para turistas, y otra que avanza en busca de mezclas y desafíos estéticos. ¿Cuál podría representar más a la España actual?
–Definitivamente, la del crecimiento, la fusión, la que avanza. No sólo en España, es la historia de la música en el mundo. Si no hacemos mezcla, si no nos juntamos más con otros que son diferentes a nosotros, la música no va a poder tirar pa’lante. Es el camino natural que se presenta y la música lo está pidiendo a gritos.
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