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Lunes, 6 de diciembre de 2010

MUSICA › BELéN PéREZ MUñIZ PRESENTA HOY PASSAGENS EN EL CENTRO CULTURAL RECOLETA

“Tengo una doble identidad”

Es argentina, pero creció escuchando y cantando bossa nova en La Fusa, el mítico café concert que fundó su padre. A los 15 años, Vinicius se la llevó de gira. Pero las cosas no fueron tan fáciles. Hoy actuará en el marco del Festival de Jazz porteño.

 Por Cristian Vitale

Si se esquiva el nombre, su voz parece producto de las entrañas de Ipanema. O de las cálidas aguas de Copacabana de donde emergieron los secretos de la bossa nova allá por fines de los ’50, con Jobim, Joao Gilberto y Vinicius como principios motores. Pero se llama Belén Pérez Muñiz, nació en Argentina y desliza un perfecto castellano cuando habla. “Y sí, hay como una doble identidad de mi parte”, admite ella, a punto de presentar Passagens, un disco en portugués puro, hoy en la terraza del Centro Cultural Recoleta (Junín 1930) en el marco del Festival de Jazz de Buenos Aires. “La verdad es que a los ocho años ya cantaba y escuchaba muchísima música brasileña, y de ahí proviene mi sueño de ser cantante. Por influencia de mis padres, y por tener verdaderos monstruos cantando al lado mío”, empieza a despejar ella, sobre sus esencias estéticas.

No es exótico, entonces, que Muñiz trasvase a su cálida voz bellísimos lados B de Djavan, Vinicius, Chico Buarque o Dorival Caymmi cuando empieza a revelar datos de su historia personal. Hija de Coco Muñiz, pasó gran parte de su infancia y adolescencia inmersa en el clímax de La Fusa, el café concert de su padre que introdujo en Buenos Aires, Mar del Plata y Punta del Este los suaves aires de la bossa y la MPB a través de sus principales exponentes: Chico Buarque, Caymmi, María Bethânia o Toquinho. Pero fue uno el que le reveló la data base del “camino nuevo”. Tenía 15 años, Vinicius la oyó cantar, se encantó con su timbre de voz, y la llevó de gira. “Y no hubo vuelta atrás –se ríe ella–. Lo que uno espera que le pase en algún momento de su carrera, a mí me pasó al principio y bueno, hubo que remarla. Una vez que ocurrió el bautismo de fuego, fue difícil salirme de esa línea. Hicimos una gira con Vinicius que fue muy bien y recuerdo que me presentaba con el mismo cariño que a las cantantes que lo acompañaron de jovencitas como Bethânia o Creuza. Fue difícil salirme de allí, incluso en detrimento de mi propia identidad.”

–Una identidad básicamente nutrida de tango, folklore y Riachuelo más que de aguas claras, y cadencias de viento suave...

–(Risas) Bien porteña, bien de tango, claro. Igualmente, mi papá era músico de jazz y el jazz está muy emparentado con la música del Brasil. Siempre seguí la misma línea, pero con mucha dificultad, porque en Argentina era difícil hacer bossa, y en Brasil, como argentina, mucho más. Incluso, una vez que falleció Vinicius, que fue mi gran padrino artístico, no tuve grandes oportunidades de trascender cierto número de espectadores.

La prueba es contundente. Belén grabó Clareza, su primer disco, recién en 2005 (25 años después de la muerte del poeta) y durante el gran hiato dedicó sus días a tocar en dúos o tríos con músicos brasileños. En Buenos Aires junto al notable guitarrista Paulinho do Pinho, o con Horacio Molina, a quien Belén invitó para cantar una flamante versión de “Olhos nos olhos”, de Buarque. En España con David Tavares, hoy reconocido guitarrista de flamenco-fusión. Y en Brasil, donde vivió varios años, con viejos conocidos de La Fusa. “Durante todo este tiempo seguí tocando, pero nunca a nivel masivo, porque la bossa nunca fue masiva. Siempre en lugares chicos. En el caso de España, esporádicamente y, en el caso de Brasil, bueno...”

–Se intuye que no aceptaban fácil a una argentina cantando sus músicas.

–Algunos no se daban cuenta (risas), pero lo difícil era llegar a más público, tener más oportunidades a nivel discográfico, o integrar una banda con gente de allá. Los brasileños, en este sentido, son bastante nacionalistas, cerrados. No como nosotros que por ahí viene un japonés que toca tango fenómeno y le abrimos todas las puertas. En Brasil te quieren los que te quieren, pero después se complica.

–¿Cuál era la trascendencia del género cuando se radicó allí?

–A fines de los ’80 no se le daba tanta bolilla, pero ahora sí, hay un revival. En aquel momento venían amigos que me preguntaban dónde podían escuchar bossa y no había lugares, casi. La onda era la MPB (música popular brasileña) que estaba en el candelero: Caetano, Joao Bosco, Milton Nascimento estaban a full. Pero hoy hay una corriente revitalizadora de la bossa que incluso es muy creativa.

–Y usted sería como una especie de embajadora de esa resignificación, en Argentina. ¿O es demasiado halago?

–(Risas) Bueno, ya desde mi vivencia en España difundía la música de Brasil, y no me limité nunca a los cuatro o cinco temas conocidos de la bossa, siempre traté de recuperar temas que tienen una cierta poesía, de ésos que a la gente les cuesta, porque no les suenan en el oído. Eso es lo que hice en Argentina: en vez de cantar “Garota de Ipanema”, empecé a meter autores más profundos, antiguos y desconocidos.

–E incluso a componer. “As horas” lleva su firma.

–Un atrevimiento, sí. Tengo algunos más en letra y música, pero decidí incluir éste, que es una bossa con una letra profunda. Igual, no me considero compositora; no tengo 40 o 50 obras mías para mostrar. Digamos que recién me estoy animando a mostrarlo. Pero me pueden más perlas de Vinicius como “Anoiteceu”, un tema hermoso que habla sobre el ocaso del amor, y que grabé en este disco.

–¿Es difícil desprenderse de su figura? Dicen que la patria es la infancia...

–Totalmente: recuerdo con gran cariño el breve tiempo de entrenamiento que tuve con él. Yo era muy chica y me hacía cantar temas que eran complicados para mi edad. Evoco con cariño cómo él me orientaba o me corregía cosas de la pronunciación o la interpretación. Me hizo cantar cosas difíciles y poco conocidas, algo que se estableció como una constante a la hora de elegir mi repertorio. Eso, y el sentido del humor: siempre tenía algo inteligente e irónico para decir. Una vez hicimos tres shows en Buenos Aires y uno duró como tres horas porque se copó contando chistes, y la gente moría. Yo había oído los mismos chistes mil veces, pero me reía igual tanto que me costó volver a concentrarme para seguir cantando. Le gustaba un chiste y lo contaba todo el tiempo. El tenía la generosidad de los grandes... lástima que lo perdimos tan pronto.

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Pérez Muñiz, porteña que canta en portugués.
 
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