Miércoles, 23 de marzo de 2011 | Hoy
MUSICA › MORCHEEBA DIO UN CONCIERTO EXCEPCIONAL EN EL ESTADIO LUNA PARK
El regreso de Skye Edwards a la voz le devolvió a la agrupación inglesa el encanto que parecía perdido. Un puñado de canciones de su reciente Blood Like Lemonade y varios clásicos de su carrera le dieron cuerpo a un show en el que no faltó casi nada.
Por Matías Córdoba
A Morcheeba le pasó lo que le hubiera ocurrido a cualquier otro grupo de música mainstream: grabaron nueve discos, algunos más o menos exitosos, apabullaron con algunos hits, llenaron teatros, la prensa británica habló muy bien de ellos y, además, consiguieron sonar únicos y con una personalidad que los hizo diferentes en el mercado de la música popular europea. Aquí habían llegado a cuentagotas, de la mano de algunos clásicos sensuales y de un groove característico. En el kilómetro cero de la cuna brit pop, Morcheeba hizo todo lo contrario desde Londres (su primer disco data de 1996), y algunos los consideraron los “referentes de la música chill out”.
Hasta ahí todo marchaba bien, hasta que en 2005, Skye Edwards, su cantante, se fue del grupo para encarar una obra solista. El grupo siguió grabando, de la mano de Daisy Martey en las voces. Muy bien no les fue: el periodismo les dio la espalda y los dos discos que grabaron sin su cantante original (The Antidote y Dive Deep) pasaron sin pena ni gloria. “Siempre supimos que trabajaríamos nuevamente con Skye”, se lee hoy en un textual con la firma de Ross Godfrey, el guitarrista co-fundador del grupo.
Fue así, siete años después, que Edwards volvió a cantar en Morcheeba y lo hizo para Blood Like Lemonade, álbum publicado en 2010 y que posicionó al grupo nuevamente en el centro de la escena musical del soul y del pop. Con la formación original del grupo, el futuro tomó otro color: se vislumbró una gira promisoria luego de la salida del nuevo álbum y el ánimo de los integrantes viró casi 180º. Las diez canciones de Blood Like Lemonade desenterraron lo mejor que sabía hacer el grupo y lo volvieron a poner sobre la mesa donde se discuten las cosas importantes.
En un Luna Park a tope, lo que deja más de hora y media de recital es que el talón compositivo de Morcheeba pisa sobre una discontinuada base de estilos y subgéneros: un trip-hop desbordante, una electrónica de scratches indisolubles, un lounge de estirpe más rockera que jazzística y un sonido de guitarra que, más que preponderante, es utilizado aquí como un complemento (casi no hay solos), y la base rítmica (batería-bajo) es la que toma las riendas, además de la voz de fuego de Edwards que se lleva las ovaciones y el relato posterior.
Vestida de rojo y para matar, en ella radica la belleza de la banda inglesa: en su gola productora de cambios climáticos en un show que logra salir de algunos –mínimos– lugares comunes, gracias al carisma de una morocha que vive todo el tiempo en estado de gracia. “¡Salud!”, bromeó en un español pobre, empinando el codo y con un vaso de tequila en la mano. “¿Alguien tiene whisky?”, siguió. A esa altura contrastaba bastante la alegría del público en las tribunas con la frialdad de la gente en la platea vip.
Son dieciséis las canciones que se aprietan en una hora y cuarenta minutos de show. De Blood Like Lemonade sólo aparece un puñado (“Even Though”, “Blood Like Lemonade”, “Crimson” y “Beat Of The Drum”); recuperan a Arlo Guthrie (“Coming into Los Angeles”); descienden en la escala rockera, pero trepan en la sensual e intimista (“The Sea”, “Slow Down”); regalan algunos de sus clásicos (“Never An Easy Way”, “Rome Wasn’t Built In A Day”, “Blindfold”) y quedan algunos guiños para el público (“¿No se quieren parar un rato?”), para saltar en “Friction” y “Other Wise”. Sobre el final del show, y en la felicidad que parecía embargar a la banda, se permitieron eludir el protocolo de la lista de temas y tocar más de lo pautado: “Estamos muy contentos de estar acá”, brindaron para darle un broche a un recital que no le faltó casi nada.
9-MORCHEEBA
Músicos: Skye Edwards (voz), Ross Godfrey (guitarra), James Anthony (DJ), Steve Gordon (bajo), Andrew Nunn (teclados) y Andrew Robertson (batería)
Duración: 100 minutos.
Público: 6000
Estadio Luna Park, lunes 21.
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