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Martes, 7 de junio de 2011

MUSICA › RANO SARBACH PRESENTA SU PRIMER DISCO SOLISTA, RANO

“La guitarra es una bendición”

En su currículum figuran jugosos encuentros con los grandes nombres del rock argentino, aunque nunca dejó un registro grabado. En su debut como artista por la suya, dice, “están mi amor por Vinicius de Moraes, Led Zeppelin II y Dark Side of the Moon”.

 Por Cristian Vitale

La configuración de Rano Sarbach como personaje un tanto especial es de larga data. Dice que es “rano” porque a los 7 años saltaba alambrados a lo pavote durante sus incursiones a Villa Cañás, la centenaria y pintoresca ciudad de Santa Fe donde vacacionaba porque allí había nacido su madre. “Mi hermano me decía que era una rana porque saltaba como 153 alambrados por semana a una velocidad espeluznante, y la rana, en masculino, es rano”, explica sobre el mote (Horacio Ramón es su nombre real) que perduró 30 años y sirvió para que este guitarrista border que tocó con todos titulara su primer disco solista. Rano, el álbum, es un fresco ecléctico de once temas propios que orienta bien sobre su versatilidad. Que haya guitarras rockeras sobrevolando candombe, bossa nova, funk, soul o baladas con acordes de jazz justifica casi axiomáticamente su rol como guitarrista de una variada gama de artistas: de Memphis La Blusera a Gloria Gaynor, de Vitiken a Robi Rosa, de Suéter y Los Twist a Sandra Mihanovich o de Charly García a Raíces, todo envuelto en un mismo paquete. “Tengo la memoria destrozada como para recordar cada cosa que hice”, se ríe, mordaz. “Pero lo central en mi vida es que siempre tuve una gran facilidad para tocar la guitarra... es una bendición que le agradezco eternamente al Universo.”

Rano mostrará Rano (álbum en el que intervinieron Jota Morelli, Fernando Samalea, Daniel Colombres, Guillermo Vadalá, Gringui Herrera, Bob Telson y Bruno Speight, el guitarrista de Maceo Parker, entre otros) este jueves en el Hotel Faena (Martha Salotti 445) y lo prenuncia como una apretada síntesis de su larga trayectoria. “En mí y en el disco, que somos lo mismo, está todo condensado. Están mi amor por Vinicius de Moraes, cuyas canciones me hacían llorar cuando era chico, y están Led Zeppelin II y Dark Side of the Moon, los primeros discos de rock que me rompieron la cabeza”, cuenta, sobre la matriz primera de sus gustos.

–Si tiene la memoria destrozada, es algo difícil preguntarle sobre cómo empezó todo; pero... ¿cómo empezó todo?

–(Risas.) Bueno, en la cacharpaya.

–¿En las tocadas que se hacían después de los números centrales en el Festival de Cosquín?

–No, en una juntada medio anárquica que compartía con Jota Morelli, Sartén Asaresi y Fabián Sani en una casa de Gerli (risas). Fue mi primer acercamiento serio a la guitarra: me sentaba a escuchar a Sartén con su pedalera de Stratocaster, tocaba algo, y él me terminó regalando una SG con mango de Gibson, que gasté sacando los temas del disco en vivo de Zeppelin. Eso fue central; y también haber ido a ver a The Police a Obras. Un amigo me invitó y yo no quería ir porque pensé que era algo new wave. ¡Qué new wave, loco! Al final fui y terminé saltando como nunca en mi vida, arriba de una butaca. Todos quedamos como locos, incluso Pappo, ¿no? Fue un show de rock and roll a pleno, un trío asesino.

–¿Vio la patada de Andy Summers al policía?

–Obvio, la gritamos como el gol de Argentina a los ingleses (risas). Yo estuve ahí, eh... incluso se llevaron preso a Fernando, el primo que me había regalado la entrada y que después iba a formar el trío Ombú con Tito Losavio y Fernando Lupano. Se lo llevaron porque estaba saltando como un loco en la primera fila, y zafó porque la madre de la novia era hija de un militar y chapeó.

Que Rano sea un personaje un tanto especial no liga sólo con el origen de su apodo ni con el hecho de que Andrés Calamaro lo identifique como “el músico que todos queremos ser”. Rano también es un personaje un tanto especial porque –dice– tocó con casi todos los grandes del rock argentino y no grabó con ninguno. “Yo zapé con Cerati, con Pappo, con Spinetta, con Fito Páez y, sobre todo, con Charly García. Un día de 1994, Pachorra y Quebracho, dos instituciones del rock nacional, me insistieron para que me subiera a tocar con él en el Roxy, subí y Charly se copó. Incluso nos terminamos haciendo amigos en España, mientras yo estaba de gira con Robi Rosa y él estaba grabando el “Blues de Maradona” con Claudio Gabis... a partir de ese día, toco con él cada vez que nos cruzamos”, asegura.

–Lo extraño es que no haya grabado con ninguno de ellos.

–Pude, pero nunca me dio para llamar y decir: “¿Y? ¿Grabamos?”. La verdad es que no tenía esa ambición y hoy me arrepiento porque digo: “Qué boludo, estaría cobrando más en AADI”.

–¿Por qué tardó tanto en hacer un disco propio?

–Lo que sucedió siempre en mi vida es que, aunque siempre me dediqué a la música, no soy un tipo que esté todo el día tocando la guitarra en la casa... a mí me gusta cocinar, ver tele, jugar al fútbol, y siempre dejaba para otro momento sacar un disco, porque eso implica mucho trabajo. ¿Será que le tengo miedo al laburo? (Risas.)

–¿Cómo fueron sus experiencias con Raíces y Memphis?

–Con Raíces fue mágico... nunca ganamos un mango, pero siempre ganamos onda. La pasamos muy bien, y siempre digo que con Beto Satragni toqué la mejor música de mi vida. Gracias a él conocí a Rubén Rada, a los hermanos Fattorusso, a los grandes músicos del Uruguay. Lo de Memphis fue distinto, porque no me copaba cuando los veía en vivo. Era principios de los ’90 y yo estaba tocando en la banda que armó Isabel de Sebastián después de desarmar Metrópoli. Me acuerdo de que ella viajó a Europa para mezclar el disco que habíamos grabado... ¡y volvió después de quince años casada con Bob Telson! Al ver que no volvía, entonces acepté integrarme a Memphis. Fui al primer ensayo, me dijeron “estás contratado”, y la verdad es que quedé encantado tocando con ellos porque era como lo que hacía en casa, pero con una banda en vivo: todo el tema y mi solo arriba.

–Pero no duró mucho más de un año.

–Un año y medio, y me echaron. Siempre echaban guitarristas en esa banda, era una costumbre, pero a mí echaron porque había que grabar un disco, y yo estaba muy copado con Van Halen... me había comprado una guitarra que no tenía nada que ver con el estilo Memphis. La verdad es que no estaba tocando lo que ellos necesitaban. Igual, no hay mal que por bien no venga, porque me había subido al caballo de ellos, que chupaban mucho, y pude bajar cuando me fui. Hoy, por suerte, sólo tomo vinos de excelente calidad... soy como una especie de nexo entre el rock y el vino en la Argentina.

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“Zapé con Cerati, con Pappo, con Spinetta, con Fito Páez y, sobre todo, con Charly García.”
Imagen: Luciana Granovsky
 
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