Martes, 7 de junio de 2011 | Hoy
MUSICA › NHOAH Y TANGOWERK, UN EXPERIMENTO QUE ES ALGO MáS QUE UN CRUCE CON LO ELECTRóNICO
De paseo por Buenos Aires, el músico y productor alemán sufrió un desengaño amoroso que encontró su banda de sonido ideal en la música porteña. Aun con la presencia de La Fernández Fierro, los puristas tendrán algunos problemas con el disco.
Por Cristián Elena
Cuando un estadounidense siente sobre los hombros del alma el peso de la tristeza, suele usar la expresión “tengo el blues”. Hace unos años, al músico y productor alemán Nhoah los ecos de una separación amorosa lo alcanzaron de viaje por Buenos Aires... y “tuvo el tango”. “La ciudad y las armonías melancólicas del tango me emocionaron profundamente; me tuvieron cautivo, pero terminaron salvándome”, confiesa el berlinés con tono épico, en diálogo con Página/12. “Después comencé a dar vueltas por las calles nocturnas y pronto fui encontrando los locales bailables más interesantes, como La Viruta o La Catedral, vi tocar a la (Orquesta Típica) Fernández Fierro en el CAFF y solía terminar en la pista del Club 69 hasta la mañana.”
Justamente las coordenadas de ese recorrido ecléctico abonaron el terreno para que germinara Tangowerk, el pastiche tecno-arrabalero que en estos días comienza a buscar su lugar en las bateas. “El impulso inicial me lo dio Buenos Aires, pero fue en Berlín donde luego surgió el deseo de unir la nostalgia con mi melancolía y mi rabia, y plasmar todo en un lienzo musical. Ambas ciudades influyeron por partes iguales a lo largo del proceso creativo, que se extendió por cinco años.”
Si para los discos cuyas canciones incluyen letras con lenguaje fuerte se inventaron los autoadhesivos con advertencias parentales, sobre la cubierta de Tangowerk se debería aplicar uno que diga “Al colocar el CD en la compactera finaliza el horario de protección al tanguero purista”. O algo por el estilo, porque el cóctel de tango, electrónica y cabaret alemán que propone Nhoah no es sino combustible para el fuego de la fracción que nunca verá con buenos ojos que se embadurne el sacrosanto nombre del 2x4 con exotismos. Sin embargo, el músico –surgido de la escena glam/punk de principios de los ’80 y curtido en el circuito de clubs gay de su ciudad natal, donde “tipos como Bowie o Freddie Mercury entraban y salían todo el tiempo”– rechaza la sugerencia de que lo suyo podría ser una provocación calculada, conociendo las preferencias más bien conservadoras del público de tango, y alza la guardia: “Nunca fue mi propósito reinventar el tango. Tangowerk es simplemente música de hoy con influencias diversas: el universo de la electrónica berlinesa se encuentra con las armonías tangueras de Buenos Aires. Las letras de temática a menudo sexual también expresan, sea a través de la bronca o de la consternación, mis propios estados de ánimo. Sin embargo, muchos de los cantantes invitados pudieron identificarse con ellas”.
Los cantantes conforman un verdadero seleccionado, en el cual consagrados del medio local, como Adriana Varela (ver aparte) y Karina Beorlegui, les pasan el micrófono a la gatita pop alemana Mieze Katz o al rapero El Topo, quien con su flow desgarbado aporta la nota hip hop de la que ninguna producción contemporánea parece querer prescindir, a ambos lados del Atlántico. También hay lugar para que los Berlin Comedian Harmonists recreen la picardía ligera del célebre ensamble vocal (casi) homónimo, que el régimen nazi obligara a disolver por el origen judío de algunos de sus integrantes, allá por 1935.
En una de las piezas que cierran el disco, donde fueyes y violines se baten a duelo con el sequencer a 130 bpm y una trompeta asordinada, la alemana Ina Viola Blasius se pregunta con vehemencia “Ist das denn noch Tango?” (“¿Es esto todavía tango?”). El interrogante es difícil de responder, sin embargo está claro que la Orquesta Típica Fernández Fierro, responsable del músculo tanguero de la obra, mantiene en alto los estandartes del género valiéndose de su tracción acústica, donde la potencia no está exenta de exquisitez.
–¿Había una intención explícita de su parte de trabajar con músicos jóvenes, en términos de una mejor recepción del concepto que usted tenía en su cabeza?
–Cuando vi a la Fernández Fierro por primera vez en un escenario, supe enseguida que quería trabajar con ellos y solamente con ellos. Lo que no sabía era cómo encararlos y acercarles mi música. Un amigo y colaborador que habla fluidamente castellano finalmente les transmitió mis ideas de una forma tan apasionada que al día siguiente nos encontramos. Del respeto inicial pasamos a la amistad y de los primeros intentos conjuntos terminó saliendo un proyecto altamente interesante. Los ocho músicos que participaron de la grabación, así como Charly Pacini, que escribió los arreglos, y el Chino Laborde, que cantó dos temas, representan una parte importante de mi entusiasmo por el mundo del tango en 2011.
–Las sesiones de grabación en Buenos Aires tuvieron lugar en los legendarios Estudios ION. ¿Un intento de capturar un poco más de mística tanguera?
–En Berlín, durante una entrevista para una revista especializada, el periodista me comentó sobre el estudio. Estando en Buenos Aires, fui a echarle un vistazo y me encontré con el dueño, que enseguida me invitó a tomar mate. Su hijo Pablo se entusiasmó con el proyecto y me dijo que le gustaría hacerse cargo de la grabación. Yo quedé muy impresionado por la atmósfera del estudio: las salas suenan fantásticamente. Poder grabar ahí es algo que me tocó el corazón, y creo que esa sensación se puede escuchar en el álbum.
En rigor, más fácil que hallar rastros de ese nivel de profundidad emocional en la madeja sonora es imaginar las diferentes topografías donde esta fue concebida. Y, para que ése no sea un ejercicio de pura abstracción, el álbum es acompañado por un DVD que documenta profusamente el proceso de realización del proyecto, al tiempo que da cuenta del potencial multimedial del mismo.
–¿Hay planes para un correlato en vivo de Tangowerk, teniendo en cuenta la importancia que tiene el aspecto visual a la hora de “entender” la música?
–Los aspectos visuales, que Carola Schmidt plasmó con contundencia, muestran mucho de cómo yo me había imaginado ese mundo. Junto a un núcleo duro de colaboradores vamos a comenzar pronto con los primeros espectáculos en la escena de clubes, donde nos acompañará nuestra pareja de baile preferida. Los músicos de Buenos Aires ya me preguntan cuándo salimos de gira por Europa. El objetivo final es unir la música de Tangowerk con una historia y llevar eso a los escenarios. Será un camino apasionante y, hasta llegar ahí, cada paso será una sorpresa para el espectador.
Es difícil imaginar que, en ese camino, Nhoah sacrifique su pelo meticulosamente batido y la sombra de ojos por un look más canyengue; mientras tanto, con su Tangowerk rinde un homenaje extravagante a la cultura parida entre veredas rotas y el aire espeso de bolichones mal iluminados, que abundan tanto en la Berlín que es su patria, como en la Buenos Aires que lo fascina.
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