MUSICA › OPINION
› Por Eduardo Fabregat
“Y si es cierto que lo nuestro se termina/ y si es cierto que hay que hacerle un final/ entonces quiero que te lleves mi hombro izquierdo/ que sin tu pelo no lo voy a usar jamás/ solo la mitad”, canta, se desgarra el tipo en unos versos desesperados, y apenas va el track 5 y uno ya tiene claro que está escuchando uno de los grandes discos que dejará el año 2011 en materia de rock argentino. Ya se volverá sobre la frase, la canción, el disco y el grupo, pero primero vale meterse en algunas apreciaciones sobre el presente artístico de un movimiento que lleva décadas poniéndole el pecho a la canción. Y que hasta hace poco generaba más gestos de preocupación que cabeceos de entusiasmo, producto del facilismo que pareció ganar a la escena. Tuvo que quedar claro que no alcanzaba con la fórmula de “grabo una canción sobre el barrio, la esquina y la cerveza y me lleno de guita y de minitas”. Tuvo que quedar claro que el rock argentino solía ser más ambicioso. Hubo que procesar la larga serie de consecuencias de Cromañón, para que los melones se acomodaran y empezaran a asomar otras cosas.
No es sorprendente, no es la primera vez que sucede. Para llegar a tener más de cuarenta años de historia, el rock local atravesó momentos de fertilidad y otros de chatura, épocas de bonanza y otras de desconfianza. Pero siempre hubo una potencia latente dispuesta a estallar, un talento nuevo, otra mirada, otro acercamiento al mismo y eterno arte de combinar doce notas y armar un universo. Pues bien, así como uno recuerda el año 1986 como una muy buena cosecha (Oktubre, Privé, La La La, Tango, Signos, Llegando los monos, Consumación o consumo...), es probable que a la hora del balance, y en los años que vendrán, 2011 quede fijado como una temporada de gracia, un año de grandes satisfacciones musicales.
No deja de ser una paradoja, una rotunda relativización del discurso dominante que habla –muchas veces con fundada razón– de un cambio de paradigma, de barajar y dar de nuevo, de reformularlo todo. Porque es cierto que el CD es un formato en retirada, casi obsoleto, pero es igualmente verdadero que, al menos este año y para los músicos argentinos, el álbum sigue teniendo relevancia y significado. Hoy que la industria trata de sacarle el mayor jugo posible a la venta fragmentada, al kiosco de canciones antes que a la obra integral, produce una sana alegría poder enunciar la frase “Qué bueno es el disco de...” Y ahí empieza la larga lista que señala que, suceda lo que suceda en el mercado, el álbum es lo que pone al oyente en auténtica perspectiva frente a lo que el músico tiene para ofrecer.
En 2011, Babasónicos grabó A propósito, otro disco impecable en un historial que sabe más de cimas que de abismos, otra seña de identidad en una banda que se resiste a ser encajada en cualquier estantería. Nikita Nipone dio un paso adelante con las canciones de tracción guitarrera de El extranjero. Cada uno a su manera, los epónimos debuts de Guauchos y Doña María expresan cruces del rock con músicas de raíz folklórica que eluden el lugar común o la etiqueta fácil para hacer unos mangos en la batea World Music. Massacre acaba de lanzar Ringo, que continúa el impacto de El mamut y rebosa de grandes canciones. En estos días ve la luz también Siberia Country Club, primera y esperada aventura solista de Richard Coleman, y después será el turno de El mezcal y la cobra: conociendo a Catupecu Machu, y atendiendo a las virtudes del single “Metrópolis nueva”, no cabe sino esperar otro punto alto. Vicentico lanzó un disco exquisito y elegante, cantable de principio a fin, en el que cultiva su propia faceta, sin rastros Cadillac. Aunque grabaron el año pasado, Confucionistas e Inclanfunk poseen discos recientes que abonan a tanto entusiasmo. Otra banda nueva –pero integrada por músicos curtidos en el frente– decidió adaptar a su escala el sistema “a la gorra” de Radiohead, ofreciendo la descarga gratis de su primer disco (incluyendo librillo y arte de tapa en formato pdf) y un botoncito para colaborar con la causa. Y se trata de una causa digna de colaboración, porque Acorazado Potemkin es el trío responsable de la frase, la canción y el disco del principio. El disco que usted, lector/a, debería estar escuchando en este momento.
Mugre, el disco de Acorazado Potemkin (www.acorazadopo temkin.com.ar), es virtual pero no tiene nada de virtual: en sus 14 canciones hay una vibración y una interpelación a los sentidos que hacen una experiencia poderosamente física. Hay belleza y vuelo lírico, hay potencia y sutileza, electroshock y melodía: el guitarrista y cantante Juan Pablo Fernández, el bajista Federico Ghazarossian y el baterista y cantante Luciano Esaín han parido un disco urgente y provocador en el mejor sentido. En “La mitad”, Fernández y Flopa Lestani unen sus voces para esa frase angustiada, y con ella moldean una de las canciones más bellas que haya venido a engrosar el libro gordo del rock argento. Y es solo uno de muchos momentos que hacen de Mugre un disco necesario. Disfrutable, además, por una característica que recorre y hermana a los compositores de todas las bandas mencionadas, para nada menor: la pluma. Coleman, Dargelos, Walas, Ruiz Díaz, Fernández, Ghazarossian visitan terrenos y formas que enriquecen la paleta de estéticas y discursos poéticos. Conjuran imágenes y sensaciones de tanta riqueza que hacen que el tedio de la década pasada sea un mal recuerdo.
En un año de grandes y variadas visitas internacionales, mientras Roger Waters va construyendo un record para su Muro 2012 en River, no está de más señalar que la producción propia anda igual de saludable. Justo en el arranque de una nueva década, el rock argentino vive un período de gracia. Otro más, que jalonará su rica historia y que se abrirá paso aunque mostrar todo eso en vivo, tocar en la Buenos Aires de Macri, sea lidiar con pocos lugares y el eterno esquema de corrupción en inspecciones y habilitaciones. “¿Querés saber si te van a dejar cruzar? ¿O querés de una vez poner un pie en la calle?”, interpela el Acorazado. “En algo vos y yo nos parecemos, la misma sed, el mismo otro lugar/ En algo vos y yo nos parecemos/ andar buscando revancha.. Las canciones siempre dan revancha.
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