Viernes, 25 de noviembre de 2011 | Hoy
MUSICA › LITO VITALE Y JUAN BAGLIETTO VUELVEN AL RUEDO Y SE ANIMAN A TITULAR LO SUYO COMO MAS DE LO MISMO
“Somos esto, no nos podemos renovar como hacen otros artistas”, sostienen los músicos, que se conocen desde hace años y de todos modos dejan claro que ese título busca la ironía: basta chequear su flamante CD + DVD para comprobar una pasión intacta.
Por Cristian Vitale
“Flor de quilombo armamos con el nombre, ¿no?” Lito Vitale y Juan Baglietto, viejos conocidos, se ríen de todo. En este caso, mientras tratan de acusar los diversos recibos del título que definieron para su nueva estocada: Más de lo mismo. “Pesa, che”, desliza Vitale y fluye como una catarata de sentidos todos los significados posibles: taquillero, de alto impacto, sinceridad brutal, tribunero, asertivo y etcéteras varios. “Apareció y coincidimos al toque, porque cuando escuchamos lo que hacemos decimos ‘y sí, somos esto, no nos podemos renovar como hacen otros artistas... estas canciones son las que tocamos’. Si nos ponemos en lugar de espectadores el más de lo mismo es lo que queremos del artista. Si Spinetta, sacando Vélez, es un eterno enemigo de volver al pasado, nosotros somos todo lo contrario: nos gusta retomar nuestras fuentes”, desarrolla el pianista.
–“Sinceridad brutal” sería entonces el significado más justo.
Lito Vitale: –A ver, nosotros no tenemos ideas de marketing como para generar tal cosa y sí, fue una especie de honestidad brutal y también un juego como para decir “cuando uno hace más de lo mismo, no necesariamente tiene que ser una mierda”. A veces está bueno porque esto, entre muchas comillas, lo inventamos nosotros, son canciones que intervenimos. Lo que sucede con nosotros dos es algo que sucede con nosotros dos.
No hay conflicto, entonces. Más de lo mismo es el título que mejor le cabe a este CD/DVD en vivo que el dúo dinámico acaba de editar y presentará hoy y mañana en el Astral (Corrientes 1639). Un revival, aun con sus giros, que los muestra en alquimia perfecta: ese cantante impecable, indoblegable y expresivo por mil que es Baglietto más ese otro enfermo de las teclas, capaz de tocar lo que le tiren. Y ambos, acompañados en la parte rockero-folklórica del set por una banda-clan (Julián, hijo de Baglietto, en batería; Luciano, hijo de Lito, en ronroco y percusión, y Guido Martínez en bajo) haciendo lo que siempre hicieron: visitar un formidable mix de tangos y folklores pasado por el tamiz de dos cruzados (“Naranjo en flor”, “Como dos extraños”, “Los mareados”, “Nada”, “Zamba de Lozano”, “Piedra y camino”) agregarle algunas canciones de la trova rosarina (“Dios y el diablo en el taller”, “Mienten”, “Historia de Mate Cosido”, “El témpano”, “Las cosas tienen movimiento”) y estrenar dos joyitas: “Renaceré”, el preludio para el año 3011 compuesto por Piazzolla y Ferrer, e “Hispano”, de Jorge Fandermole. “A mi juicio, lo que le da sentido a este trabajo es el documental del DVD, basado en testimonios de los autores de muchos de los temas, y el material de archivo. La imagen es grossa y como todas las letras son conceptuales y pesadas, nos parece que es el punto”, remarca Vitale. “Sí, el foco en el testimonio de los autores tiene mucho que ver con esta intensidad a la que hace referencia Lito. No es sólo lo que nosotros podemos interpretar, ahí hay madera, hay cosa de base. Fue concebido para eso”, agrega Baglietto.
–Todo es más de lo mismo menos la imagen, entonces.
J. B.: –Coincidencias de la naturaleza. En el 2001 hicimos un montón de conciertos en lugares donde se grababan, el Luna, el Opera, el Rex, pero el tema es que lo grababa otro y nos daba una copia, entonces sentíamos que teníamos una especie de deuda con el tema de la imagen, no porque seamos especialmente estéticos, es lo que hay (risas), sino porque la imagen se había convertido en una parte importante de lo que hacíamos. Eramos dos tipos vestidos de negro, sentados en una banqueta con mucha preocupación por el sonido y basta, pero el tiempo nos fue haciendo poner foco en lo que se veía, también. Seguimos siendo dos gordos sentados en una banqueta y vestidos de negro, pero la actitud es otra y no-sotros no somos los mismos.
–En principio, ya no están el enterito blanco, la boina y los pelos largos de Los chicos de la guerra...
J. B.: –El pelo voló hace más de diez años, pero esa imagen era impresentable (risas). Me acuerdo que se filmó en un show, no se armó para la peli. Estábamos tocando en La Plata y nos dijeron “vamos a aprovecharlo” ¡Qué película, loco!... Emilia Mazer tenía las mejores tetas del universo (risas), pero no había una puesta y fue rarísimo: la estética nuestra, que éramos unos hippies importantes, era parte de la historia de ese momento. Eramos emergentes de esa guerra.
–Si el hincapié está en la imagen, ¿por qué el disco, entonces?
J. B.: –Bueno, yo pregunté una pelotudez: ¿si agarrás un DVD y lo ponés en el auto, lo podés escuchar? Bueno, hagamos un CD.
L. V.: –Que plasma un montón de cosas que habíamos dejado latentes hace diez años. Nosotros no nos separamos porque nos hayamos peleado o porque no nos podíamos ver más.
–Se nota que no fue traumática la separación.
J. B.: –Decidimos dar una impa-sse de común acuerdo, hasta que casualmente nos convocaron para dar un par de conciertos en el Festival Internacional de Tango. Ahí dijimos “che, esto está vivo, ¿por qué no le damos de nuevo?”. Y no encontramos ninguna contraindicación: volvimos a tocar más de lo mismo que, insisto, tiene un entrecomillado porque la renovación se ve y se escucha. No solo estamos más viejos, más pelados y más chotos, sino que hay una impronta distinta, pese a que son las mismas canciones. Las canciones son inoxidables, no tienen fecha de vencimiento y ojalá sigan siendo más de lo mismo a través de los años, más allá de que nuestra visión sobre ellas sea particular. Posiblemente esto sea lo que genera el atractivo en la gente de venir a vernos, porque “Los mareados” ya lo cantaron diez mil veces.
–Pero no “Renaceré”.
L. V.: –Ya la había hecho Milva en su momento y también la había cantado Julia Zenko. En nuestro caso, hace mucho habíamos grabado “1964”, de Piazzolla y Borges, pero nunca habíamos hecho Piazzolla-Ferrer, porque el léxico de Ferrer es muy florido y, por lo tanto, incómodo, pero esta música tiene reminiscencias de “Balada para un loco”, y me imaginé que en la voz de Juan podía funcionar... además, queríamos arrancar el show con un tema que no sea “Naranjo en flor”.
–¿Qué pasa cuando canta “Mienten” y llega la parte de “Nací para trabajar y no hay trabajo”, en este contexto que no es el de los 90? Van a decir que Juan votó a De Narváez...
J. B.: –Siiií, soy macrista de la primera hora (risas). Fue un tema de discusión porque sí, el contexto es absolutamente distinto al de aquel momento y, por supuesto, que la frase tenía una connotación distinta en los ’90. Igual, creo que por un lado está la realidad y por otra la sensación... ahora hay como una sensación de que todas las cosas cambiaron casi más de lo que han cambiado y en el marco del hecho artístico, a nosotros nos recontra servía ese tema en la secuencia del espectáculo. Nos daba pie para meter un speech que yo hago sobre todo lo que nos resistíamos a relacionarnos con nuestros mayores cuando éramos chicos, hasta que llegó un momento en el que nos entregamos y valorizamos todo lo que se nos ofrecía. Por otro lado, las obras artísticas no caducan y la realidad tampoco ha cambiado tanto como para que el tema haya sido excluido de la necesidad de alguna gente. Hay muchas personas que están en la situación del personaje de la canción, igual es real que está todo mejor.
L. V.: –El que plantó la polémica fue Donvi, mi papá. Nos dijo: “Ese tema no es acorde con la época” y le contestamos todo lo que acaba de decir Juan. Además, nos queremos meter en el mercado español, por eso lo pusimos (risas).
–Otro de los momentos de alta emoción es “No olvides que una vez tú fuiste sol”, de Augusto Blanca, de la nueva trova cubana. ¿Qué pasa cuando alumbran a cada espectador con ese farol que parece un sol de noche?
J. B.: –Es hablarte a vos, personalizar. Y hay gente a la que le pasa lo mismo que cuando le ponen una cámara: saluda, o se siente en la obligación de saber la letra, y canta cualquier cosa. ¿Qué obligación tenés de saber lo que estoy diciendo? Ninguna. Me parece buenísimo incomodar en ese sentido, porque es decirte “mirá que te estoy hablando a vos, ¿eh?, no te hagás el pelotudo, asumí lo bueno que tenés”. Pero la mayoría de la gente te sostiene la mirada y eso es impresionante, porque el artista nunca ve a la gente, salvo cuando se prende la luz. Esa boludez de la cuarta pared es real.
–A usted le tiran una tarantela fusionada con blues y la canta. ¿Hay algo con lo que no haya podido?
J. B.: –“Pasillo ecuatoriano” (risas)... estábamos con Lito de gira por Ecuador, nos tiraron ese tema y fue imposible aprenderlo. Es una música sencilla, pero no lo saqué nunca, no me pudo ni pude transmitir ninguna vibra y, claro, lo fundamental para interpretar algo es que siempre, hagas lo que hagas, te tenés que emocionar.
–¿El hilo emotivo que subyace en el todo es tango, folklore o rock?
J. B.: –Nosotros no venimos del tango, pero inevitablemente todo lo que abordamos, a esta altura de la vida, lo transformamos en tango.
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