Viernes, 1 de junio de 2012 | Hoy
MUSICA › MARIA ISABEL SIEWERS PRESENTA SU DISCO CANCIONES DE CUNA
Radicada en Austria, donde enseña música de cámara en la Universidad de Salzburgo, la guitarrista argentina grabó un disco para chicos con temas de Guastavino y Yupanqui, entre otros.
Por Cristian Vitale
Es el crepúsculo en Austria y María Isabel Siewers –hace 20 años que vive en Salzburgo– imagina que, en este momento, hay miles de madres cantándoles a sus hijos para dormirlos. “¿Cuántas canciones se estarán recreando o cantando ahora, no?”, dice, y piensa en Lorca. Piensa en Mozart, Mendelssohn, Schumann, Brahms y Von Weber. Piensa en Yupanqui, Carlos Guastavino, Manuel de Falla o Agustín Barrios. Piensa, al cabo, en los autores del amplio repertorio de temas para dormir niños (25 en total) que eligió para poblar su disco Canciones de cuna, recientemente editado en Argentina a través del sello Acqua Records. Piensa en la temporalidad extendida que la llevó a incluir obras de los últimos tres siglos (incluso estrenos como “Che move il sole e le altre stelle”, del italiano Simone Fontanelli y “Uspavanka s pocitanium ovci”, de la compositora checa Sylvie Bordorová) y en la identidad salpicada que abraza a unos y otros, en una misma intención. “Es un reflejo de los dos mundos en que vivo, el su-damericano y el europeo... esto es central”, extiende ella, global.
Siewers, para ingresar mejor en su mundo musical, es una experimentada guitarrista argentina egresada del Instituto Manuel de Falla y formada bajo las estelas de María Luisa Anido, Andrés Segovia, Abel Carlevaro y Nicolás Harnoncourt que lleva millas recorridas por el mundo dando clases magistrales, conciertos y veredictos, en tanto jurado, en concursos internacionales. Y que hace 20 años enseña música de cámara y guitarra clásica en la Universidad de Artes Mozarteum de Salzburgo. “Austria es un país maravilloso para desa-rrollarse como músico y nuestra universidad es un hervidero internacional de jóvenes talentos. Es un trabajo muy creativo que combino con viajar y dar conciertos por todas partes”, recrea. La próxima será en octubre por Nueva Zelanda, Australia y Malasia, donde –viene al caso– tocará con orquesta y cuartetos de cuerda en un homenaje a Guastavino. “Siguen uniéndome lazos muy fuertes a la Argentina. Es el país que recibió a mis padres inmigrantes con los brazos abiertos; es el país al que le debo mi formación, que recibí en instituciones oficiales y donde me unen afectos que cultivo desde mi niñez.”
–Y la admiración por Guastavino, cuyas canciones de cuna (“Hallazgo”, “Apegado a mí”, “Corderito” y “Meciendo”) son de las más bellas de su disco...
–No podían faltar. Soy una admiradora del arte del maestro, a quien conocí personalmente. Era una persona de una profunda sencillez y autenticidad. Tampoco podía faltar Yupanqui (de quien la guitarrista toma “Duérmete changuito”). De pequeña concurría a la Peña La Arunguita, de Ramos Mejía, a bailar folklore, y crecí escuchando su música. Recuerdo “El Alazán” y esto es central, porque los guitarristas generalmente ignoramos las falsas barreras que suelen ponerse entre lo clásico y lo popular. La música de Yupanqui hace que la guitarra suene de una forma auténtica y argentina. Su canción de cuna, compuesta sobre el instrumento, tiene una conmovedora simpleza, sólo posible en el espíritu de los sabios. Usted podría escucharla mil veces y no aburrirse.
–¿Por dónde transitó el carril emotivo que la llevó a registrar estas músicas de temática tan específica?
–La alegría producida por el nacimiento de mis nietos fue la motivación que me llevó a imaginar este proyecto. Contagiados por este estado de ánimo tan particular que crea el milagro de una nueva vida, mis amigos y colegas aportaron sugerencias, generosamente me acercaron partituras y participaron interpretando algunas de las obras. Para mí, llegar a ser mamá me hizo ver al mundo bajo una perspectiva muy distinta de la que tenía antes. Pero es verdad que cuando uno es tan joven, la crianza se entremezcla con otros aspectos profesionales y familiares que se van desarrollando simultáneamente, pero cuando nacen los nietos uno tiene la conciencia más afinada en cuanto al valor de cada minuto, lo que hace que sintamos esta etapa con una enorme intensidad. La frescura que trae una nueva vida nos irradia a todos.
–Se nota en el abordaje musical...
–Porque lo importante no pasa por un virtuosismo técnico o por demostrar si soy una buena guitarrista. Después de haber grabado más de una docena de discos en los que quise hacer conocer un repertorio de obras importantes para guitarra, como la Sonata op. 47 de Ginastera, que a la vez permitían al público evaluarme como intérprete, aquí simplemente intento que este ramillete de obras llegue a las almas puras de los niños o de aquellos que lo escuchen. Como mamá, como música y habiendo trabajado como docente en jardines de infantes, puedo asegurar que los pequeños tienen su corazón abierto a todo tipo de música. Por ello decidí no tocar simplemente un conjunto de las más conocidas canciones, sino acercarles composiciones que, a mi entender, tienen un gran valor estético. Busqué cierta variedad, alternando las combinaciones instrumentales, obras con violín, o con canto o para guitarra sola. Y si los oyentes se relajan y se duermen antes de que el disco concluya no puedo en este caso sentirme ofendida (risas).
–¿Qué rasgos o patrones debe tener una composición para ser considerada “de cuna”?
–Desde el punto de vista técnico muchas están compuestas en el compás de 6/8 o de 3/4, lo que les da un ritmo que invita a “hamacar” en un movimiento envolvente, sin aristas. Tienen un carácter íntimo, llegando pocas veces a los matices fuertes. Son miniaturas, las más cortas duran poco más de un minuto. Pero tienen un intenso contenido y lo que más me llamó la atención es cómo el estilo propio de cada compositor puede ponerse de manifiesto con tanta claridad en unos pocos compases.
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