MUSICA › DERROTAS CADENAS, UN SATéLITE DISTANTE DE LA FERNáNDEZ FIERRO
El bandoneonista Pablo Gignoli y el violinista Bruno Giuntini, integrantes de la OTFF, armaron un cuarteto que acaba de editar su CD debut, Escuchá el ruido, en el que, a través de once temas propios instrumentales, exploran las tensiones del lenguaje tanguero.
› Por Cristian Vitale
A uno lo vieron tocando el bandoneón en la calle. En la estación Callao, subte B. “Fue mi plataforma de lanzamiento”, dice Pablo Gignoli. Había nacido en Villa María, Córdoba; emigrado a la gran urbe con 19 recién cumplidos, estudiado con Rodolfo Daluisio y Néstor Marconi e integrado la Orquesta Imperial cuando se hizo realidad un deseo: formar parte de la fogosa línea de fueyes de la Orquesta Típica Fernández Fierro. “Ligaduras que trae la calle”, reflexiona. Fue en marzo de 2005 cuando el otro (Bruno Giuntini, de Granadero Baigorria, Santa Fe) llevaba tres años tocando en la OTFF. De vena Di Sarli-D’Arienzo, se presenta como un violinista formado en la tradición clásica “de manera marginal al ambiente”. “Digo así para que no me pongan cosas peores... lo que quiero decir es que fui a profesores y traté de estudiar con los libros de la escuela clásica que tiene 400 años, pero siempre me mantuve al margen de la academia, no porque quisiese sino porque nunca entré... quedé en el límite.” Uno y otro fueron parte de Tango antipánico, Mucha mierda y Fernández Fierro, últimos tres discos de la OTFF (en el caso de Giuntini, agregar Vivo en Europa y Destrucción masiva), pero no están acá, en este bar de Constitución, para hablar de eso. “Queremos hablar de Derrotas Cadenas”, se mandan.
Derrotas Cadenas es un cuarteto nuevo (lo completan Juan Pablo Marcó, pianista entrerriano, y Rodrigo Loos, versátil contrabajista de Coronel Suárez) que acaba de editar su disco debut (Escuchá el ruido) y la pretensión comparativa no se puede evitar. Tampoco su devolución visceral, claro. “Alguien dijo que esto era como un apéndice de la Fierro. ¿Qué apéndice? Es una apendicitis, diría yo”, dispara Gignoli. El cuarteto, que presentará su disco el miércoles 18 de julio en el Bar Musetta (Billinghurst 894), es otra cosa. En principio –muestra tangible– once temas instrumentales y propios, cuyas génesis parten de una pretensión: orbitar como un satélite distante de la Fierro. “La idea fue armar un grupo más libre, sin tanta presión de estilo, digamos... una dinámica más flexible”, sostiene Giuntini. “Sí, tuvimos la necesidad de hacer sonar algunas músicas que estaban en papelitos. Poder hacer otras rítmicas, otros acordes... por ahí te caés un poquito del mundo del tango, pero no pasa nada porque nos agarramos antes de caernos del todo”, profundiza Gignoli.
–¿Redefinición o búsqueda de un estilo, entonces?
Pablo Gignoli: –Cualquier influencia que nos pueda aparecer forma parte de la composición en sí misma, pero no como una fusión de estilo. Digo, no es algo superpuesto tipo collage, no es que el cuarteto suena a jazz... siempre suena a tango, porque la sonoridad está definida y es el lenguaje el que tiene posibilidades de explorarse.
El nombre no es de azar. Da –así lo pensaron– una analogía con el Himno nacional. Una cosa criolla de estar todo bien o todo mal, depende la coyuntura. Una cuestión que en música –el tango post Piazzolla es ideal para definirlo– sería ir de la tensión al desahogo y viceversa, sin instancias intermedias. “El Himno y el contrahimno”, resume Giuntini. “Una onda ‘no estamos seguros de que esté todo bien’, ¿no...? Es como si te levantaras a la mañana, te miraras al espejo, dijeras: ‘Qué lindo que soy’, y a la tarde te explote el hígado.”
“El hambre mata”, “Abortango”, “Vanguardia vieja”, “Subdesarrollo” y “Los sueños de Roma”, por tomar ciertas piezas, suenan a eso. A péndulo que pega en extremos de tensión y afloje, sin pasar por los medios. “Vamos por eso, sí... yo creo que Piazzolla tenía ese concepto de lo muy débil a lo muy fuerte”, define Gignoli, compositor de casi todos los temas.
–¿“Abortango” es el tema que le faltaba al Libertango de Astor?
Bruno Giuntini: –(Risas.) Sí... ¡el que Piazzolla no se animó a hacer!
–¿Por qué no hay temas cantados?
P. G.: –Todo puede suceder, pero no. En un futuro no lejano vamos a hacer otro disco con instrumentales como para reforzar el estilo. Además, para poner una letra hay que tener algo para decir, no decir por el hecho de poner una letra.
B. G.: –El poder expresivo del instrumental no es poco. Lo probamos y en muchos temas es como si estuviésemos hablando.
P. G.: –Podés ser muy virtuoso, pero en el tango instrumental si no contás una historia con principio, desarrollo y final, no funciona... termina siendo puro virtuosismo, alejado de la estructura discursiva de las personas que quieren entender. Y nosotros pretendemos estar siempre en el plano de lo inteligible. Las vueltas de rosca que pretendemos están en el campo del uso de los acordes, en los instrumentos, y eso nunca rompe la barrera de lo comunicativo.
B. G.: –Sucedió a partir de Piazzolla que las cosas se empezaron a poner complejas en el tango, y llegó un momento en que era música para músicos...
–El tango atonal, por tomar un caso concreto...
P. G.: –No lo hacemos, no estamos en esa búsqueda, pero si lo llegamos a hacer, será lo más punk posible.
–¿Tuvieron alguna devolución del resto de la Fierro?
B. G.: –Está todo bien, porque nosotros no planteamos esto como un proyecto B... es un proyecto A con pocos puntos en común con la Fierro. Tampoco es que decimos “no hagamos esto porque lo hace la Orquesta”, pero esto es otra cosa.
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