MUSICA › LEOPOLDO FEDERICO, RODOLFO MEDEROS Y PABLO MAINETTI, BANDONEONISTAS
Tres miembros de la Selección Nacional
Esta noche vuelve a presentarse en el Ateneo el Seleccionado Nacional de Tango, una orquesta integrada por una veintena de nombres prestigiosos, pertenecientes a varias generaciones.
Por Karina Micheletto
El nombre parece bien elegido: Selección Nacional del Tango. Unos veinte intérpretes, compositores, directores y arregladores que integraron orquestas históricas y que siguen haciendo tango, más integrantes de la nueva guardia tanguera, se reúnen en una gran orquesta de cracks. El equipo está formado así: en bandoneones, Leopoldo Federico, Ernesto Baffa, Julio Pane, Osvaldo Piro, Rodolfo Mederos, Walter Ríos, Pablo Mainetti y Horacio Romo. En violines, Mario Abramovich, Mauricio Marcelli, Eduardo Walczak, Miguel Angel Bertero, Damián Bolotín y Pablo Agri. Más Mario Fiocca en viola, Diego Sánchez en violoncello, el contrabajista Horacio Cabarcos y el pianista Nicolás Ledesma. La orquesta, que realizó presentaciones esporádicas y ya se presentó ayer en el Ateneo (Paraguay 918), volverá a mostrar lo suyo en ese teatro hoy a las 21.
Página/12 reunió a Leopoldo Federico, Rodolfo Mederos y Pablo Mainetti, tres generaciones de bandoneonistas, tres delanteros de esta selección tanguera. Una orquesta que logra lo que, según indican las leyendas e historias más o menos documentadas, parecía imposible: reunir a los músicos del tango.
–¿Qué balance hacen de este tiempo que llevan tocando juntos?
Leopoldo Federico: –El más importante es haber estado compartiendo un escenario con los amigos de siempre. Con Mederos es la primera vez que tocamos juntos, a pesar de que nos conocemos hace años. Lo positivo es habernos juntado, no para demostrar quién es más capaz, quién gusta más. Acá lo que importa es hacer algo por el género. Y no hay estrellas: la estrella es el tango. En algún momento de mi vida existió el prejuicio de decir que los tangueros no nos juntamos, que tenemos muchas vueltas para hacer algo juntos. Con esto demostramos que no es así. Esto no es para siempre, es una experiencia que a lo mejor dura un par de funciones y nunca más. Pero a mí nadie me la saca. Cómo me hubiera gustado haber escuchado a los grandes que no están más juntos: una orquesta con Troilo, Salgán, Francini... Nunca se logró una cosa así. Salvando las distancias, por supuesto, porque yo no me siento a la altura de esos maestros. Pero somos lo que estamos. Y algo de esto va a quedar... aunque sea un afiche.
–¿Por qué creen que ahora es posible este encuentro, que contradice la idea de que los tangueros no se pueden reunir?
Rodolfo Mederos: –Supongo que en épocas de crisis las familias intentan unirse. Es algo bastante básico, y está demostrado en experimentos con ratas: dos animales de laboratorio en situación de riesgo se protegen. Pero en épocas de normalidad, cada uno vuelve a exacerbar su agresividad. Y esto pasa en la sociedad. Toda reunión de seres humanos implica una protección. En algún punto nosotros, conscientes o no, estamos pensando que nos estamos protegiendo de algo: la devastación de la cultura. Porque el tango hoy es una lengua muerta, está en vías de desaparición.
–¿Por qué lo dice?
R.M.: –Porque es así. Nosotros somos los últimos mohicanos de una gesta, los que todavía enarbolamos una cultura en vías de desaparición.
–Sin embargo, se habla de un resurgimiento del tango, con intérpretes y compositores jóvenes.
R.M.: –No. Lo que resurgió es el negocio del tango. El tango todavía no existe en los hogares. Sigue siendo for export, para las cenas show, para el turismo. Sigue siendo una música elitista. ¿Cómo recuperarlo para la familia, para el pueblo? ¿Cómo recuperar todos esos años, desde el Club del Clan para acá, donde el rock y otras músicas anglosajonas corrompieron nuestro gusto musical? No lo logra esta orquesta sola. Hace falta un renacimiento. Ahora aparecen estas deformaciones, electrotango y no sé qué cosa, productos de la ignorancia y del oportunismo fácil.
–Hay quienes piensan que el tango electrónico está en gestación, que hay que esperar para saber cómo va a evolucionar y que quizá sea una puerta hacia algo nuevo, aunque no sea tango.
R.M.: –Seamos serios: son elementos espurios, no es un hecho artístico. No estoy cerrado a lo que pueda venir, pero eso sin dudas no es lo que va a venir, porque está construido con elementos innobles. Paremos con decir que todo aporta, que todo suma, que hay que darle tiempo... Al cáncer no hay que darle tiempo: hay que erradicarlo.
–¿El resto está de acuerdo con este diagnóstico?
L.F.: –Yo no puedo contradecir a Mederos, entiendo lo que él dice. Hoy el tango no está en la radio, en las familias, no está en Buenos Aires como estuvo en otro tiempo. Si uno va a Colombia, por ejemplo, se encuentra con que allí el sentimiento tanguero está mucho más vivo que en Buenos Aires. Pero no soy tan pesimista como Rodolfo. Si no ocurriera lo que ocurre, llámese negocio, turismo, lo que sea, entonces sí que estaría desaparecido el tango. Por lo menos, aunque sea de esta forma, hay un movimiento. Y nosotros tenemos que usar las armas que están a nuestro alcance. Si no, ¿por qué este asunto de la orquesta? ¿Para salir en la foto de un diario? Yo era uno de los que no creía que se pudiera lograr esto, y acá estamos.
Pablo Mainetti: –Es cierto que hoy hay una modernidad mal entendida, se busca repetir modelos de los años ’40 y ’50, teñidos de una sonoridad que no tiene que ver con el tango. Hay una pereza en la búsqueda de modernidades reales, la música universal se movió por determinadas estructuras que aquí todavía no conocemos. Este es un momento bastante crítico, hay muchas orquestas que se refieren a una sonoridad de 40 o 50 años, pero no tenemos vivencias, elementos para sostener esa sonoridad. Entonces es el momento de buscar por otros lugares, y fundamentalmente dentro de cada uno, escuchar un poco la voz interior. Por eso falta conocer, no necesariamente para usar todo, conocer para decidir. La gente no toma decisiones porque no conoce.
–¿Qué sorpresas se llevaron con el Seleccionado de Tango?
P.M.: –Para mí tocar con Leopoldo es una emoción enorme, y encontrarme con todos los colegas, también. Pese a que yo toqué con todos los de la selección, cada uno en su conjunto, ver que la cosa va pasando de mano en mano es muy emotivo. Y esa misma emoción es la que rescata la gente. Las orquestas de los próceres que están en esta formación no tocan habitualmente y verlos a todos juntos es una patada emocional importante. Y también un incentivo para nosotros, para seguir haciendo cosas.
L.F.: –Para mí la sorpresa fue el afecto de la gente, el aplauso, el griterío, ese fervor del público tanguero que tengo en mi mente de épocas pasadas, y que con esta orquesta escucho de nuevo. Es como haber vuelto a tocar en el viejo Café Nacional. Yo tengo ocho nietos y dos bisnietos. Los bisnietos no van a venir a escucharnos, pero los nietos vienen todos. Me va a quedar una emoción muy grande de tocar para ellos. En concreto, lo bueno de todo esto es que estamos juntos. Y todavía me parece que van a faltar atriles para algunos que se van a sumar.