VIDEO › “RELACIONES PROHIBIDAS”
Un relato explícito de iniciación sexual
La película de Christophe Honoré es la versión fílmica de una novela de Bataille.
Por Horacio Bernades
Una de las tradiciones que el Festival de Cannes suele ofrendar año tras año a sus visitantes es la del film-escándalo, que en la mayoría de los casos suele ser francés y a su paso genera rechazos, insultos, peleas e interdicciones. Todo ello muy en sintonía con el gusto galo por lo épatant y lo maudit. Allá por los ’80 había sido la fellatio que la holandesa Marutshka Detmers le practicaba a su contrincante amoroso en El diablo en el cuerpo, y más cerca en el tiempo podrían enumerarse, sin repetir y sin soplar, la violación en tiempo real de Irreversible, el dueto de chicas violadoras y asesinas de Baise-moi y otras dos fellatios en primer plano, la de Romance, de Catherine Breillat, y este año la que abre Batalla en el cielo, del mexicano Carlos Reygadas.
En la temporada anterior, ese sitial de honor le cupo a una película de título opaco, que sólo los connaisseurs supieron asociar con lo revulsivo. Se trata de Ma Mère, versión fílmica de una novela de Georges Bataille, santón absoluto del asalto a la moral en la literatura francesa del siglo XX. El realizador Christophe Honoré se animó a llevar Ma Mère al cine, aunque como la mayoría de las novelas del autor siempre se la consideró infilmable (y no sólo por inflamable sino por sus concretas dificultades de traslación). A punto de ser incluida dentro de la grilla 2004 de la sección Un certain regard –la segunda en importancia en todo Cannes–, su descarnado tratamiento de lo sexual (que gira alrededor de la obsesión edípica del joven protagonista, pero incluye además sexo grupal, una pizca de coprofilia, buena dosis de necrofilia y alguna que otra práctica sadomaso) llevó a que a último momento el comité de selección del festival de festivales se echara atrás, descartándola de la programación.
Quejas airadas, respuestas inconvincentes, estreno “en caliente” en Francia y ahora Ma Mère entra al mercado del video argentino intempestivamente, como quien lo hace por detrás. Con el título de Relaciones prohibidas, el sello Transeuropa lanza por estos días en VHS y DVD este anómalo relato de iniciación, en el que el rol de madre lésbica, pansexual e iniciadora está a cargo de (quién otra si no) Isabelle Huppert, con el protagonista de Los soñadores (Louis Garrel) como hijo y objeto sexual. La conexión-Bertolucci no parece casual: en la relación entre Pierre (Garrel, novísima encarnación del joven maldito en el cine francés) y su mamá Hélène bien puede verse una variante explícita del Edipo de La luna. Si Jill Clayburgh inyectaba y a la vez masturbaba a su hijo adolescente, aquí Huppert (confirmada, después de su protagónico de La lección de piano, como pecosa pecaminosa en estado maduro) deja de lado la mediación metafórica y se asume directamente como iniciadora sexual.
Todo sucede durante unas vacaciones en las Islas Canarias, con el sol del verano ibérico quemando a pleno y ríos de turistas buscando diversión hard. Lujosamente fotografiada, con fuertes contrastes entre luces y sombras y sobre guión escrito por el propio realizador –que a los treinta y pico tiene antecedentes en el teatro, la crítica cinematográfica y, sí, las novelas para niños– en esta versión aggiornada de la novela inconclusa de Bataille (se publicó a mediados de los ’60, unos años después de su muerte) la “normalidad” familiar se quiebra para siempre tras la muerte del padre (otro paralelismo con La luna). De allí en más, la madre arrancará al hijo de sus obsesiones religiosas, para introducirlo en otra clase de rituales. Culto y transgresión, misticismo y voluntad herética, muerte y deseo son términos que en Bataille suelen aparecer fusionados. Aquí vienen de la mano de una amante de mamá y más tarde proporcionados por una suerte de delegada sexual, a la que Hélène le ha encargado “educar” al virginal Pierre.
La literatura de Bataille suele resultar más provocativa en términos intelectuales que estrictamente físicos, porque era justamente a esa zona adonde el autor de Historia del ojo apuntaba. Al contrario, y por supropia naturaleza, el cine tiende a dejar en segundo plano la incitación teórica, priorizando inevitablemente lo físico, lo material y corpóreo. Es en ese punto donde una película como Relaciones prohibidas puede llegar a chirriar, apareciendo más como objeto puramente especulativo que como historia creíble. Salvo que pueda concebirse que una chica desvirgue a un chico, montándoselo en medio de la vereda y entre los paseantes, o que un muchacho se masturbe frenéticamente ante el cadáver de la madre. En cualquier caso, y como puede verse, el film de Honoré entrega, sin duda, imágenes poco frecuentes.