Mar 30.10.2012
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MUSICA › A LOS 83 AñOS, FALLECIó RUBENS “DONVI” VITALE

Adiós a un maestro como pocos

El padre de Lito y Liliana Vitale fue formador y artífice de espacios de creación ligados a trabajos que lo trascienden, en la medida en que siguen en desarrollo. Fue también el gestor del recordado MIA (Músicos Independientes Asociados).

› Por Karina Micheletto

Su casa de San Telmo funcionó por décadas como una usina creadora de la que salieron algunas de las experiencias más ricas de la música popular argentina, con él a la cabeza como formador, aunque siempre dando el lugar protagonista a la generación que lo precedió. Allí su hijo Lito desplegó un estudio de grabación del que salieron tantas otras músicas. Y allí, mucho antes, su hija Liliana comenzó a despuntar como cantante, en proyectos como MIA o en el dúo de voces que aún continúa con Verónica Condomí. El viernes murió, a los 83 años, Rubens “Donvi” Vitale. Para una cantidad de músicos, su figura como formador y artífice de espacios de creación queda ligada a trabajos que lo trascienden, en la medida en que siguen en desarrollo.

“Mi viejo me enseñó a buscar siempre el camino más artístico y verdadero, a no volverme loco con que las cosas funcionen económicamente”, decía Lito Vitale en una entrevista a este diario. Liliana Vitale también reconocía, en ocasión de su reciente participación en el ciclo Los viernes, música, de Página/12, la incidencia de su padre como pedagogo, su guía en la elección por la música, más allá de cualquier riesgo. Junto a la suya, surge inevitablemente otra figura, también querida por tantos músicos: la de Esther Soto, su compañera de toda la vida, también profesora y cantante, también artífice de la usina creadora de los Vitale.

Cualquiera que haya ido a recitales de Liliana o Lito, los de hace mucho o los de hace poco, podía ver a Donvi Vitale en la entrada, en la compañía inseparable de Esther, como uno de los entusiastas organizadores del evento, cuando no montando una mesita para ofrecer los discos del hijo en cuestión, a la salida de los conciertos –en esa costumbre, que luego se popularizó, también fue pionero Donvi Vitale–. Esta actitud, esta cercanía con el hacer música, o más bien con el lograrla, por fuera de los condicionamientos impuestos, seguramente define una parte de su legado.

Contaba que a los cinco años su profesora de piano ya le había enseñado a tocar Mozart. Su vocación fue, ante todo, la de enseñar y transmitir ese amor que sintió tempranamente por la música. Fue un innovador en el campo de la pedagogía musical, profesor de una cantidad de músicos que luego se harían conocidos. Fue también el gestor del recordado MIA (Músicos Independientes Asociados), una cooperativa artística independiente que a fines de los ’70 logró un sistema de organizativo y creativo de autogestión. Más que un grupo, MIA era una agrupación de músicos que se integraban entre ellos formando dúos, tríos, cuartetos, y que en épocas de dictadura funcionaba en gran parte como refugio cultural. Por allí pasaron, además de sus hijos, alumnos de Donvi, y alumnos de los alumnos de él, músicos y técnicos, entre ellos Alberto Muñoz, Juan del Barrio, Nono Belvis, Perla Tarello, Carlos Melero, Daniel Curto, Kike Sanzol, Gustavo Mozzi. Donvi pensaba que MIA no sólo debía dar conciertos y grabar discos; también buscaba que sus integrantes se formaran en pedagogía.

“La pedagogía es algo que tiene que ver con algo muy misterioso, que es la libertad. Tener conciencia de las condiciones y a la vez, tener conciencia de los condicionamientos. Y al saber cuáles son las limitaciones, empezás a sentirte más libre”, definía Donvi su pasión. Con el mismo espíritu, creó con su esposa el sello independiente Ciclo 3. Su hija Liliana lo despidió con estas palabras: “Se fue del cuerpo en paz, sin dolores, sin quejas, sin deudas. Se tomó su tiempo, como siempre, hizo lo que quiso, como quiso, cuando quiso. Dio clases hasta el último minuto, puso a prueba en silencio esta vez nuestra capacidad de soltar el tiempo. El tenía tiempo, nunca estaba apurado y no se dejó apurar ni gobernar. Sólo por ella, su chica, dio marcha atrás o negoció o bajó alguna consigna, porque nada fue más importante que el amor que supieron vivir. Cambió todo lo que pudo, pensó, se desdijo, dudó, lloró, luchó hasta el último instante de parado, dejó una estela de enseñanza. Se fue en paz el mismo día que otro que venció al odio”.

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