MUSICA › FERMIN MUGURUZA HABLA DE SU TERCER FILM, ZULOAK
El artista vasco vino a la Argentina a presentar su documental “de creación” sobre una banda de mujeres cruzadas por el multiculturalismo, la identidad de la región, el feminismo y el rock. “La intención fue generar preguntas”, explica.
› Por Federico Lisica
En la tapa del segundo disco de Negu Gorriak, Gure Jarrera, una multitud marcha flameando banderas ikurriña. Entre ellos puede reconocerse a Fermín Muguruza con un megáfono encendido (en ambas acepciones del término). Con aquella banda, antes con Kortatu, luego al frente de combos como Dut, el músico se volvió una de los nombres clave de la escena rockera vasca. Y no sería exagerado definirlo como la referencia. No sólo por su mezcla de géneros (punk, ska, rock, rap, reggae) sino también por el marcado compromiso con varias causas sociales, primordialmente, con la autodeterminación de esa región. El hombre de Irún le ha sumado a esa voz amplificada, otra herramienta: el documental. Zuloak, candidato a ocho premios Goya de la Academia del Cine Español, que puede verse en Arte Cinema (Salta 1620), es un proyecto multiforme. “Puede ser visto como un documental de creación, ficción, apócrifo, hay muchas acepciones; lo mejor de este formato es que esté vivo”, le explica el propio Muguruza a Página/12.
La historia es la de una banda de Bilbao conformada por mujeres con conciencia de género (cuestiones como el aborto, “La marcha de las putas” y los homenajes a Pussy Riot están presentes en sus canciones-manifiesto), idea de una artista conceptual que desea tener el total control sobre el grupo. Se verán el ascenso, las peleas, definiciones personales y un gran show final filmado por alguien que conoce el paño. “Esta es la parte más clásica, con videoclip, entrevistas e imágenes de archivo”, dice su director. Lo más sorprendente, a su entender, sucedió cuando la realidad comenzó a colarse en el proyecto. “Los directos los hacen ellas. El embarazo de la baterista es real. La primera cantante tuvo pánico escénico y no pudo continuar. Se había muerto su madre, una situación complicada. La película se fue haciendo en el proceso, reescribiéndose, jugamos con lo que es verdadero, lo que es ficción. Y cuando apareció la nueva cantante, Tania, Zuloak nació por segunda vez.”
Su tercer largometraje es, por otro lado, un portarretrato del rock vasco actual. Además de seguir a la banda que le da nombre al film, hay inserts de formaciones auténticas (Surfin Kaos, Las Culebras, Afrika Big Bang, entre otros), además de cellistas, acordeonistas, contorsionistas y hasta escultoras. “Es un proyecto colectivo del que participaron casi quinientas personas, no sólo músicos; todos se involucraban para tratar de recuperar al rock como la fuerza liberadora que fue, que tiene que ser, que hay que defender, reconociendo el rol de las mujeres en la música.” Pero Zuloak (que significa agujero o refugio ilegal) también es un “proyecto transmedia”, pues el grupo “se ha hecho real y ahora toca esas canciones que ya son suyas”. Hasta la película misma “gira” como una banda de rock por festivales (San Sebastián, Berlín, Mar del Plata, México) y seguirá el transcurso lógico de todo producto cultural. “Será lanzado donde podamos, tendrá una difusión por streaming, editado el DVD, subido a Internet y pirateado, claro.”
Según su autor, no es menor que una película en vasco, con subtítulos en castellano, se estrene en la Argentina. “No sé cuántas veces ha sucedido algo así, pero para los involucrados es un gran acontecimiento.” Porque, al fin de cuentas, su tercer opus reactualiza el tópico primordial de Muguruza: el de la identidad de su pueblo en tiempos globales, esta vez cruzado con el feminismo. Son notables las escenas en que las integrantes del grupo se depilan y debaten, o cuando una de ellas analiza la etimología de palabras en euskera, googlea “basque” y encuentra un tipo de corset. “Los vascos –dirá el personaje– somos vistos como eso y bombas.” Aunque, acaso, el futuro sea más promisorio que el imaginado por el propio artista. “Hoy está más aceptado que un país incluya el derecho de autodeterminación de sus regiones –dice esperanzado–. Va a pasar en Gran Bretaña con Escocia, en Francia con Nueva Caledonia. Y debería ocurrir con España.”
–Zuloak es su primer registro filmado íntegramente en el País Vasco; aquí, lo regional y lo femenino son identidades que se reafirman y cuestionan. ¿Esa fue la idea motriz?
–Allí se está viviendo un momento único. Esta es la primera generación que ha crecido sin un conflicto armado permanente. Ahora el elemento lúdico tiene más espacio. El atrevimiento de la sexualidad, convertir nuestro propio cuerpo en un territorio liberado –sea el nacional o el personal– es una cuestión que antes estaba relegada. Es una nueva camada, y a los que somos de la vieja guardia nos sorprende. Cuando aparecimos con Kortatu y La Polla Records, también éramos rompedores; ahora lo son de otra manera, aunque siga presente lo identitario. La cuestión del lenguaje, por ejemplo. Por eso creo que el film puede extrapolarse a lo que está sucediendo en todo el mundo. La presencia del capitalismo salvaje, la uniformidad, lo que proponemos estéticamente como propio, este tipo de temas sólo podían salir de una manera desenfadada. La intención fue generar preguntas.
–¿Por eso se desacraliza al rock radical vasco y apunta al machismo del género?
–La película da una paliza porque aparecen bandas nuevas. El pasado parece siempre un lugar seguro, como un museo; pero no te quedes a vivir allí... Nosotros fuimos una ruptura, ahora hay otra. Hay incluso una agrupación que hace versiones swing de mis viejos temas. Para mí también fue un trabajo de investigación. Hubo gente que se ofendió porque las mujeres hacían canciones sobre querer follar. Es lo mismo de siempre: si el fuck you lo hace un rockero, es actitud; si lo hace una mujer, es provocación. Cuando el técnico de sonido de una mítica sala de Bilbao, el Kafe Antzoki, dice que el 95 por ciento de los que tocaron allí son hombres, habla de la escena mundial. O cuando aparecen roadies mujeres de una banda y rockeros que la van de progres lo toman a mal. El feminismo, como aparece en la película, también nos debe involucrar a los hombres.
Hasta aquí, Muguruza había hecho los documentales Bas-que Culture (sobre la grabación de un disco suyo en Jamaica) y Checkpoint Rock: Canciones desde Palestina, y una serie televisiva sobre la música árabe y nordafricana llamada Next Music Station. “Lo del pasado fueron como cuadernos de bitácora con la presencia del elemento audiovisual, en Zuloak quise hacer un giro, meterle el nervio, con la vibración que siento cuando hago las cosas.”
–Su filmografía se asocia con Bob Marley, The Clash y Manu Chao. ¿Qué influencias plenamente cinematográficas tuvo en este caso y tiene usted como realizador?
–Una fue Michael Winterbottom y 24 Hour Party People, por cómo registra la escena de Manchester, cuestionando hasta sus propios mitos. Sympathy for the Devil, de Jean-Luc Godard, por cómo el francés tomó la grabación de ese tema para contextualizarlo con la cultura psicodélica, el Black Power, la guerra de Vietnam... A la hora del montaje y la música, pienso en las películas de Bruce Lee. Queríamos que todos saliesen lanzando patadas voladoras y usando los “nunchacos” contra las opresiones del mundo (risas). F for Fake, de Orson Welles, fue otra piedra angular. ¿Qué es real? ¿Qué no lo es? El documental está muy sacralizado como “lo objetivo”, cuando siempre estará la subjetividad de quien elige hasta la colocación de la cámara. A nivel más genérico, Jim Jarmusch, que filma con sus amigos músicos. La veta documentalista de Werner Herzog, Wim Wenders y Martin Scorsese. Hubo guiños a ellos en títulos de canciones mías y algunos videos. Me gusta el concepto de hacer discos como películas y viceversa.
–¿Y qué le suma como cineasta ser músico, qué ha aprendido como músico del cine?
–El ritmo. Mis películas tienen un motor en el montaje, a veces más lento, más rápido, in crescendo, pizzicatos. Tengo empatía con los músicos que entrevisto: ahí juego con ventaja. El cine es una creación colectiva y como músico me ha servido escuchar más las opiniones de los demás. Y eso que llevo treinta años en la música y ya no quieres escuchar a nadie (risas).
–En una escena de Zuloak se ve una calcomanía con un lema sobre el derecho a divertirse, algo que se le apunta como falta al rock más comprometido. ¿Ese fue el espíritu del film? ¿Es el suyo en la actualidad?
–“Si no se puede bailar, no es mi revolución.” Es una frase de Emma Goldman, una anarquista de origen judío muy combativa, que está presente en lo que hoy hace M.I.A. con las bases de baile y música de Sri Lanka. Es la evolución. Con respecto al film, el divertimento puede ser una liberación. Es un espíritu que nunca debe perderse.
–Algo parecido a lo que decía Paul Simonon de The Clash sobre la posibilidad de hacer política desde el arte, pero con una “p” minúscula.
–Mira, me hablas de una persona que hizo crónica política desde la música. “Guns of Brixton” es el mejor relato de lo que pasó entonces. Escuchas esa línea de bajo y entras en aquel barrio a finales de los ’70, con todos sus conflictos raciales, con la gente que se levanta y rebela contra el racismo, la represión policial, el paro que estaban sufriendo por el sistema conservador. Paul Simonon, The Clash: mi gran escuela.
–El arte político, según un crítico como Simon Reynolds, encuentra el límite del slogan para hacer catarsis. Sobre el rock en particular dijo que puede haber más política en la estridencia de PJ Harvey que en una banda de agitación. ¿Qué opina usted?
–No estoy en una liga para ver quién llega al primer puesto del artista más comprometido. Para mí, todo lo que hace PJ Harvey es político. Desde su propuesta estética, cuando se pone una remera que dice “Lame mis piernas”, hasta temas como “This is Love”. En Zuloak justamente hacen una versión de esa canción: allí tienes una declaración de principios. La política no es solamente la corriente marxista en la que te incluyes, si eres leninista o trotskista: es mucho más que eso. Es la opción de lo que vas a hacer. Tomar las riendas de tu propia vida. Escribir tu propio guión. Y PJ Harvey, está más que claro, es una referencia política para mí (risas).
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