Miércoles, 5 de diciembre de 2012 | Hoy
MUSICA › MARCELO TORRES SE PRESENTA ESTA NOCHE EN EL TEATRO DEL VIEJO MERCADO
Bajista talentoso y privilegiado –tocó con Luis Alberto Spinetta y ya lleva ocho años en la banda del Indio Solari–, tiene su música para mostrar. Con su trío interpretará canciones de su CD Constructor de almas y adelantará temas de su próximo álbum.
Por Cristian Vitale
El día que debutó en Tantor, Marcelo Torres estaba en el lugar, con la gente y el tiempo indicados. De un lado Rodolfo García, del otro Héctor Starc, en el medio, él, un ignoto bajista de 21 años y delante, en las butacas, Luis Spinetta y Charly García. “Fue como empezar jugando en Primera”, evoca ante Página/12, a punto de presentarse con su trío (Abel Rogantini y Javier Martínez Vallejos, más Guillermo Arrom como invitado) esta noche a las 21.30 en el Teatro del Viejo Mercado (Quintino Bocayuva 943). Torres era, dicho está, un ilustre desconocido que el tándem García-Starc convocó para subirse al elefante de Tarzán con el fin de reemplazar nada menos que a Machi Rufino, bajista original. Tantor venía de grabar un disco de nombre homónimo (1979) y tras una impasse dada por el retorno de Almendra en 1980, volvió con tal reemplazo y la incorporación de Leo Sujatovich a los teclados para grabar el segundo y último disco (Mágico y Natural, 1982), tocar en los dos grandes festivales de la época (el de la Solidaridad Americana y el B. A. Rock IV), dar un largo par de shows más y separarse año después. “A la par, yo ya estaba en el Cuarteto Raffo –antecedente directo de El Guevo– con el Pollo Raffo, pero ese recital de Tantor con grandes arriba y abajo del escenario me marcó para siempre”, sostiene.
Lo marcó y no importó demasiado que, en el devenir, el bajista empleara sus versátiles bajos de seis y cuatro cuerdas en proyectos notablemente disímiles entre sí. Hacia fuera, entre el mismísimo Guevo (jazz fusión a la Weather Reaport del mejor), el Lito Vitale Cuarteto (rock sinfónico + folklore + tango contemporáneo e instrumental), la banda de Adriana Varela (tango “casi” puro) y la erudición estética de Anacrusa. O hacia dentro, con tres discos solistas que se parecen poco uno de otro: Edad Luz, Constructor de almas y Atomo. Importó más que aquel debut le permitiera identificarse en su esencia como un músico de rock. “Es así como me siento. El rock es el estilo que más se acerca a mi forma de exponer la música”, define. Y el que posibilitó que Torres, gran melómano además, llegara a compartir seis años de vida musical y humana con Luis Alberto Spinetta (Los Socios del Desierto) y ocho –éste inclusive– como parte de la banda solista del Indio Solari. “Hoy hay una impasse, porque el Indio está grabando un disco... espero que hagamos algo el año que viene”, señala.
–¿Tiene información al respecto?
–No. Posta. No.
Sí la tiene, claro, sobre el recital que dará hoy con su trío. Se trata de un refresco de Constructor de almas y un puñado de canciones que serán parte de un cuarto disco a publicar en breve. “No tiene nada que ver con Edad Luz, un disco folklórico y sinfónico con muchas sobregrabaciones, arreglos e instrumentaciones que nunca pude presentar en vivo por la infraestructura que requiere, ni Atomo, algo experimental que compartí con Pablo La Porta.”
–Sí con jazz, rock e improvisación, entonces...
–Sí, en línea con Constructor de almas. Plantarse y tocar, ¿no?
–¿Recrea piezas de Los Socios?... Usted figura en los créditos de temas como “Estás ahí”, “San Cristóforo”...
–No, para nada. Cuando tocaba con Lito hacíamos su música; con el Flaco la de él; con el Indio la de él y entonces, cuando toco con mi grupo, quiero tocar mi música. La única referencia podría ser la versión de “Para ir” que hago como introducción de “Iberá”, un tema que compuse en su honor porque, claro, me abrió un mundo mágico increíble. Yo creo que los Socios provocaron un hito altísimo en la memoria colectiva de los seguidores del Flaco, no porque los demás discos no lo fueran, sino porque se leyó como un retorno, aunque con sus giros, a la impronta de Pescado Rabioso. Recuerdo que Luis quería tocar fuerte y los más rockeros dijeron “¡lo tenemos otra vez!” (risas). Igual, el trío tenía de todo: tenía rabia y tensión en “Bosnia” o “La luz te fue”, pero también bellísimas canciones como “Holanda”, donde había que tocar de forma cristalina, o “Diana”, donde la línea que bajo es prácticamente de bossa nova.
–La envidia de todo bajista que se precie: haber tocado con Spinetta.
–(Risas.) Pero cuando lo hacés no te das cuenta. Yo agradezco haber podido ser parte de ese grupo, pero por otro lado lo viví con tanta intensidad que nunca pensé que ese disco iba a pasar a la historia. Tuvo un trasfondo interesante, como el manifiesto que escribió Spinetta... Siento que los músicos deberíamos tenerlo ahí como una guía maestra para movernos en el negocio de la música. Las argumentaciones tienen un nivel de análisis de la cultura para releer constantemente. Además, su partida me coloca en un lugar de responsabilidad en algún punto, porque conocí bien su música, su pensamiento, su lucha, y eso me posiciona en un lugar así. Yo creo que su actitud artística ha provocado una implosión, una reflexión importante sobre el arte y la música argentina.
–Javier Malosetti, en la charla que dieron varios bajistas de Spinetta el jueves pasado en la Biblioteca Nacional, se refirió a usted con una mezcla de cariño y admiración. ¿Cómo ha sido y cómo es su relación con él, otro peso pesado del bajo spinetteano?
–Hay gente que se pone como en un lugar de barrabrava y dice “éste era una bestia”, “no, éste tal cosa” (risas), pero la verdad es que yo aprecio su trabajo, es un músico increíble. En estos tiempos he procesado un sentimiento muy bueno hacia él. Es cierto que en las cuestiones de la música siempre hay celos, pero hemos tocado juntos en el recital de Las bandas eternas, e incluso él se puso en el lugar de baterista, algo que de alguna manera es una actitud de amor, obviamente hacia Spinetta, pero también hacia mí. A partir de ese concierto, creo que hubo una comunión muy grande entre todos los músicos que participamos en algún momento de la historia del flaco.
–¿Y con el Indio cómo es?
–Es un proyecto único. Ya hemos aprobado la prueba con sus seguidores (risas) y la cosa es muy seria. A diferencia de otros trabajos, mi aporte se adecua a lo que su música necesita y hay una conformidad mutua en ese sentido. Se trabaja en función de presentar el disco tal cual fue concebido y son criterios que respeto totalmente. Disfruto mucho de tocar temas como “Pabellón séptimo” o “Tomasito”, o todos los de los Redondos.
–¿Por qué no pudo darle una constancia a su trayecto solista?
–No sé. Es cierto que participar de otros proyectos quita tiempo, pero no lo atribuiría sólo a eso. Será por una cuestión de discapacidad mía o no sé qué, pero es cierto que no pude canalizar una carrera de un disco por año o uno cada dos años..., nadie tiene la culpa de esto. Obviamente, sólo yo.
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