Jueves, 13 de diciembre de 2012 | Hoy
MUSICA › LA REINA DEL POP CANTARá ESTA NOCHE Y EL SáBADO
Página/12 recorrió el enorme tablado del MDNA Tour, el más ambicioso emprendido por la señora material. “Ella está involucrada ciento por ciento en la producción”, explicó Jake Berry, quien ya se encargó de las puestas de Los Rolling Stones y U2.
Por Leonardo Ferri
“Hacé que todo funcione”: con esas palabras, Madonna dejó en claro qué es lo que pretendía de Jake Berry, el director de producción del MDNA Tour, que esta noche debutará en la Argentina en el estadio de River Plate, para repetir el sábado 15 en el mismo lugar y el 22 en el estadio Mario Alberto Kempes de la ciudad de Córdoba. Parado en el medio del Monumental y bajo un sol que pega fuerte, Berry parece no inmutarse con su trabajo: acostumbrado a convertir en realidad las ideas de bandas como Los Rolling Stones, U2, Metallica, Shakira y AC/DC, este inglés de cabello blanco y más de treinta años de experiencia en el rubro hace que todo parezca fácil. “La mayor parte de los problemas técnicos ocurren en los primeros cinco meses de la gira, donde hay desafíos que resolver todo el tiempo, pero después todo se trata de seguir cierta rutina de trabajo. Hicimos en siete meses la misma cantidad de conciertos que se suele hacer en un año, y todo anduvo bien”, minimiza.
El trabajo de Berry es, en resumen, poner en marcha la maquinaria que permita mover todos los juguetes de la señora material. Los dos escenarios que intercalan ciudades se encuentran con un único set de producción (sonido, luces, video, instrumentos, 700 piezas de vestuario) que van de un país a otro en cada uno de los 40 camiones que transportan las 374 toneladas de equipos. Para ensamblarlos y que todo eso se convierta en un show se necesitan unas 180 personas de producción, que viajan junto a los 45 artistas y al grupo principal conformado por 20 personas del círculo más íntimo de Madonna. Lo que se dice toda una empresa nómada.
El MDNA Tour comenzó el 31 de mayo en Tel Aviv, abarcó 28 países en los que se hicieron 89 shows, vistos en su totalidad por más de dos millones de personas. Pero antes de todo eso hubo que pensarlo desde cero: “Fue planeado con dieciséis meses de antelación, en los cuales nos ocupamos de diseñar el escenario, de empezar a vender entradas y de ver cómo hacer que todo se mueva de Santiago a Buenos Aires, o de Londres a Nueva York”, explica Berry. Los números de la gira impresionan, aunque con diferentes grados de importancia. Mientras que resultan creíbles las 72 mil personas que estuvieron en Quebec e hicieron de ese show el más convocante de la gira, las 410 botellas de aspirina utilizadas por el staff parecen más un dato de color que otra cosa. Lo cierto es que el escenario, aún apagado y a medio armar, impacta por sus dimensiones y permite imaginar de qué se tratarán los 116 calculados minutos de show multimedia, que podrán ser 3 o 4 más si Madonna interpreta “Holiday” esa noche.
Berry es un viejo conocedor de estas tierras, que ya visitó con los Rolling Stones y U2. Consultado acerca de las diferencias entre el Estadio Unico de La Plata y el Monumental, su respuesta será diplomática: “Ambos estadios son muy buenos, aunque tienen distinta calidad, con cosas buenas y malas. El estadio de La Plata está un poco más alejado de la Capital, aunque tampoco es para tanto. Con U2 estuvimos allí porque era un estadio nuevo y queríamos conocerlo, pero tenemos recursos para que haya buenos shows en cualquier estadio al que vayamos”, precisa.
Luego de espectáculos como U2360 o éste, ¿qué queda por hacer? “Primero queremos terminar este tour”, explica Berry, a medio camino del vértigo de esa tecnología que siempre le permitirá ir más allá y de la prudencia de no saber qué está por venir. En su gira más ambiciosa, Madonna parece haber corrido el límite una vez más, aunque su provocación ya no pase tanto por su conocido espíritu transgresor y más por el impacto inmediato de un show que es más que canciones y baile. “Ella está involucrada ciento por ciento en la producción”, aclara Berry. “No diría que hay un diálogo directo y permanente con ella, pero es muy detallista y enseguida nos hace saber si algo anda mal. Lo cierto es que no nos gusta ponernos a pensar en qué puede no funcionar, porque terminaríamos en un hospital con un pico de estrés.”
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