Lun 20.05.2013
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MUSICA › PABLO TOZZI PUBLICó EL CD DE CóMO LA LUNA DESPERTó A LOS GIRASOLES

“Me interesa el lado B de las cosas”

El contrabajista se largó a componer y plasmó sus canciones en un disco que diluye las fronteras genéricas. “Somos esta mezcla que un día hace al Cuchi Leguizamón y otro a Fito Páez... somos rock, somos balada, somos folklore, estamos bombardeados por todo”, dice.

› Por Cristian Vitale

Atípico, poco habitual, algo raro: Pablo Tozzi es un contrabajista al que le gusta escribir canciones. Es más, le encanta. “Hasta a veces fantaseo con ponerme a tocar la guitarra y que haya una banda atrás”, se figura, y sobrevuela todos estos años de música que, fruto de su talento aplicado al contrabajo, tuvieron más que ver con la exploración sesuda en varios géneros (jazz, funk, folklore, tango) o el aporte “profesional” en proyectos de otros (Horacio Larumbe, Santiago Giacobbe, la Orquesta Nocturna Buenos Aires, entre más), que con el de un músico que se sienta solitario, hace canciones y luego las ejecuta. Así, hasta hoy, o hasta un ayer cercano: el del Pablo Tozzi Trío, con el que viene trocando austeridad y belleza musical por virtuosismo. De cómo la luna despertó a los girasoles, disco que estrenará el próximo miércoles a las 21.30 en Notorious (Callao 966), no es más que un paso más en tal batalla.

“Me parece interesante la combinación entre la cosa rudimentaria del contrabajo y la canción, por eso digo que soy el mejor y el peor... ¡porque no hay otro!”, se ríe. “La verdad es que son temas que resisten ser tocados con una viola y nada más, sin la periferia y el adorno. Las melodías son fundamentales, y además soy muy obsesivo con las letras. Es muy interesante tener que contar todo en tres, cuatro minutos”, señala Tozzi, 46 años a la fecha.

–¿De cómo la luna despertó a los girasoles es por la imagen o por qué?

–Sí, y me interesa el lado B de las cosas. Eso que no vemos, o que estamos por descubrir. No sé si es por la edad, pero se me rebelaron cosas ocultas, como del otro lado del espejo.

–“De no entender e igual creer que hay un destino que vivir”, como canta en uno de los temas, tal vez sea una buena frase-síntesis.

–Claro, es cuando la realidad te sorprende con un cachetazo, y hay que seguir manoteando la niebla a tientas, ¿no? Ver qué pasa y confiar.

Nada hay de claro en el flamante trabajo del contrabajista más que el concepto de canción. Nada definido. Las canciones suceden con “aires de”, y esquivan esquemas, tipologías, formas precisas. “Cuatro puntos”, “Delirio” o “Bajamar” podrían ser tranquilamente cosa de los Spinetta-Páez época La la la; “La tarde”, subida en la poderosa voz de Teresa Parodi, o la “Chacarera del mujerío” suenan a tomarse maneras folklóricas al libre albedrío, y hasta la zamba dedicada a Mercedes Sosa (“Rumbo al norte”) yace en las fronteras del género. “El gran problema cosmopolita –o no– radica en saber qué o quiénes somos, y somos esta mezcla que un día hace al Cuchi Leguizamón, y otro a Fito Páez... somos rock, somos balada, somos folklore, estamos bombardeados por todo. Incluso en el tema que canta Teresa, ¿no? No es chamamé sino apenas un aire litoraleño. Todos somos ‘aires de cosas’, excepto que te plantes y encares algo purista”, explica.

–Incluso en la vuelta que le dio a “Rumbo al norte”, el homenaje a Mercedes Sosa. Es una zamba, sí, pero muy heterodoxa...

–Totalmente. Ese tema es una especie de nexo con lo que venía haciendo, porque cuando empezaron a aparecer canciones alejadas del folklore, me lo planteé: ¿y ahora hacia dónde voy? Porque si tocás jazz, te catalogan como jazzero; si hacés un folklore, bueno, aparecés en las bateas de folklore, y la verdad es que no me interesa eso. Yo hago lo que tengo ganas de hacer en el momento. La verdad es que no sé que piensa el ambiente del jazz, en el que me moví durante mucho tiempo, sobre mi incursión en el canto. No sé... son elecciones que, por defenderlas, te alejan de pertenecer a cierto grupo. Igual, la música no tiene la culpa. Es algo autónomo.

–¿Por qué Mercedes?

–Me pasaba algo con ella que era parecido a lo que me había pasado con Charly García, de quien me bajé en Piano Bar (risas). No me gustaba cómo cantaba en los últimos tiempos, ni los repertorios que elegía. Ella me partió la cabeza hasta su vuelta del exilio: incluso hay un disco que se llama Homenaje a Atahualpa Yupanqui, que es insuperable y sólo tiene guitarra, bajo, bombo, pero después me alejé e incluso no la sentí tanto cuando murió, porque estaba distante de las cosas que hacía, y de algunas de sus opiniones, pero después caí y metí esta gotita en el océano, este homenaje chico.

–Y fuerte.... “Madre de todos, quedamos solos”.

–Claro, porque al cabo fue muy grande. Sí, bueno, están Liliana Herrero o Suna Rocha, pero al nivel de Mercedes... ¿quién?

–Yendo al rubro canción, en “Delirio” le encontró un sonido apropiado al título...

–Lo invité a Juan Cruz de Urquiza y le dije: “Tocate lo que quieras acá arriba”. Hay un cierre en el destino y un escape en el delirio... es como dejarse llevar. Igual, siempre guardo respeto con las melodías.

–No es el Miles Davis de fines de los ’60, eso está claro...

–Totalmente, claro. Me gusta que haya una complicidad con la gente, más que cagarme en ella. Y si hay solos, pues que no sean kilométricos. Busco una concentración en el mensaje.

–¿Una vuelta a la austeridad?

–Sí, porque es lo que me gusta como público. Me gusta el mensaje conciso y concentrado.

–¿Y por qué el contrabajo, entonces? ¿Por qué eligió algo tan grandote, tan aparatoso, si al cabo la cosa era hacer canciones?

–Es que en la repartija de banda adolescente me tocó el bajo, y de hecho estuve muchos años tocando el bajo eléctrico, incluso cuando compré el primer contrabajo estuve dos años mirándolo, porque si bien las funciones son similares, los esfuerzos técnicos son diferentes, ¿no? Pero la elección tuvo que ver con aquellos años, y la vida muchas veces va en eso.

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