Mar 21.05.2013
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MUSICA › RAY MANZAREK, DE THE DOORS, FALLECIó EN ALEMANIA A LOS 74 AñOS

El teclado que encendió el fuego

Junto a Jim Morrison, su ex compañero de universidad, fundó el cuarteto de rock psicodélico, uno de los más salvajes de los ’60. Tras la muerte del cantante buscó nuevos caminos, pero la última parte de su carrera fue volviendo sobre las canciones de The Doors.

› Por Roque Casciero

La canción la había compuesto el guitarrista Robbie Krieger, pero sin la intro de órgano de Ray Manzarek probablemente no habría llegado hasta el tope de los charts. “Light my Fire” marcó el pico de masividad de The Doors, la banda que ambos integraban junto al icónico vocalista Jim Morrison y al baterista John Densmore. Era una canción cercana al pop, la mejor carta de presentación que el cuarteto californiano podía tener en las radios, con esa intro pegadiza aunque compleja que resaltaba inclusive por encima del magnetismo que emanaba Morrison. Y destacarse por encima del poster boy sexual y salvaje no era nada fácil, aunque recién se tratara del primer disco de la banda. De hecho, en la mente de varias generaciones, los otros tres músicos quedaron opacados por las performances del vocalista, elevado a categoría de mito tras su muerte. A Manzarek le interesaba poco eso: prefería concentrarse en la música, en cómo llevar un poco más allá la psicodelia de ese cuarteto sin bajista. Y cuando Morrison ya no estuvo, el tecladista probó diferentes caminos, pero terminó por entender que su legado –y su bienestar económico, claro– estaban ligados a aquella banda que formó con el cantante una tarde de 1965 en que se encontraron en Venice Beach. La misión era mantener aquella llama encendida. Y difícilmente se apague, incluso ahora que Ray Manzarek ya no está: el tecladista falleció ayer, a los 74 años, en la clínica RoMed de Rosehnein (Alemania), por un cáncer en el conducto biliar.

Grabó una versión de Carmina Burana, tocó ocasionalmente con Iggy Pop, produjo a Echo & The Bunnymen y escribió un par de novelas, sí, pero nada fue como The Doors: allí estaban de verdad el corazón, los dedos y los pies (con los que tocaba los bajos) de Manzarek. “Hicimos música que tenía que ver con estar vivo en el planeta Tierra, con lo que significa ser un hombre o una mujer, un chico o una chica”, le dijo a este diario antes de visitar por primera vez la Argentina, en 2004. “Yo conocí a Jim Morrison como amigo; no conozco a Jim Morrison la estrella de rock. Hice música con un amigo de la UCLA; él era un poeta: su nombre era Jim Morrison. Juntos armamos una banda después de graduarnos y él dijo: ‘Llamémosla The Doors’. Yo le pregunté: ‘¿Como el libro de Aldous Huxley Las puertas de la percepción?’. Jim contestó: ‘Sí, exactamente’. Y yo pensé: ‘Eso es grandioso, es psicodélico’. Jim era mi amigo, no el de la película de Oliver Stone (The Doors). Mis recuerdos de Jim Morrison tienen que ver con caminar por Venice Beach, California, y hablar de filosofía, de estar vivos en el planeta, del espacio exterior...”

Manzarek nació en Chicago el 12 de febrero de 1939 y se interesó desde chico por el piano. A Morrison lo conoció en la universidad, donde ambos estudiaban en el Departamento de Cinematografía. Un reencuentro fortuito en la playa marcaría sus vidas y su arte: el cantante le mostró un par de canciones al tecladista y ahí mismo nació The Doors. Más tarde se incorporaron Krieger y Densmore. Desde ese punto todo fue vértigo, música y delirio, mientras las dotes poéticas de Morrison crecían a la par de su ingesta de drogas y su comportamiento salvaje, arriba y abajo del escenario. La banda completa llegó a publicar seis álbumes: The Doors (1967), Strange Days (’67), Waiting for the Sun (’68), The Soft Parade (’69), Morrison Hotel (’70) y L. A. Woman (’71). Tras la muerte de Morrison, en París, los tres sobrevivientes intentaron seguir adelante con Other Voices y Full Circle, pero estaba claro que sin Morrison no era lo mismo.

La popularidad de la banda recrudeció a principios de los ’90 gracias a la película The Doors, de Oliver Stone, pese a que los sobrevivientes se quejaron de que no mostraba la realidad sobre el grupo y, especialmente, dramatizaba en exceso la figura de Morrison. “Stone hizo que Jim se viera como un loco y un borracho. Y eso está muy mal, porque Jim era mucho más poético, más artista, más sensible. Por otra parte, no te muestra cómo se crearon las canciones. La película no tiene nada que ver con la música de The Doors, sólo se trata de Jim emborrachándose”, le dijo Manzarek a Página/12. Para establecer su punto de vista, el tecladista había escrito un libro de memorias Light my Fire - My Life with The Doors, publicado en 1998. Luego llegaron las novelas The Poet in Exile y Snake Moon.

“Rearmamos la banda porque queríamos traer nuestra música al nuevo milenio”, aseguró Manzarek en 2004, cuando junto a Krieger y el cantante Ian Astbury (The Cult) llegó a Buenos Aires para tocar en Vélez, en un show con resultados artísticos por lo menos cuestionables. “Parecería que hubieran vuelto los ’60: hay una guerra, los fascistas están intentando apoderarse de Estados Unidos otra vez... Así que The Doors está de vuelta para luchar por el amor, la pasión y el poder del ser humano individual de ser libre sobre el planeta.” Tras perder un juicio entablado por Densmore, Manzarek y Krieger debieron rebautizar a la banda como Riders On The Storm. Ya no contaban con Astbury sino con Brett Scallions (ex Fuel) cuando tocaron en el Luna Park, en 2008. Manzarek, como en cada concierto, emprendió en ambas visitas la intro de “Light my Fire” con una sonrisa. Ese fuego que encendió junto a sus viejos compañeros es su mejor legado.

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