MUSICA › GUSTAVO PATIñO PRESENTA SU DISCO LATINOAMéRICA, TIEMPOS DE CAMBIO
El show que dará esta noche el multiinstrumentista, nacido en Buenos Aires pero afincado en Tilcara, servirá para mostrar en vivo el material que el público puede bajarse libremente en Internet: “En la agonía del disco, un aliado para la difusión”.
› Por Cristian Vitale
Ocarina, quena, siku, trutruka, charango, mandolín, violín, cuatro venezolano, ¡rondador!: todo lo que agarra toca, Gustavo Patiño. Es el primer elemento unificador, en rigor, que aparece en Latinoamérica, tiempos de cambio, disco que debutará en vivo hoy, a las 20.30, en Espacio Tucumán (Suipacha 140). “Igual, no incluí tantos instrumentos como en otras oportunidades”, sorprende este tilcareño por opción –nacido en Buenos Aires– sobre una lista que incluye guitarras, piano, bajo, batería, percusiones latinas y trombón. Primer rasgo, entonces: absoluta musicalidad en recursos aplicada a la variopinta secuencia de ritmos que enmarcan su estética. Segundo: la idea de unidad ante la diversidad. Latinoamérica podría sonar y oler a palabra vacía si Patiño no la llena con una posición, además de con sonidos. “El disco contiene testimonios de lo que vivo hechos canciones, una mirada personal de lo que fuimos, de lo que somos y de la esperanza que nos brindan los cambios, incipientes pero firmes, que se están dando en el continente”, conceptualiza el multiinstrumenta de los pelos largos, ondeados y blancos.
Un tercer rasgo, necesario para motorizar los dos primeros, radica en una decisión editorial: un no al soporte disco –el material tangible es apenas un cartoncito con el nombre de los temas, conteniendo el CD– y un sí a la libre circulación de música por Internet, empezando por casa. “Sin dudas, estamos presenciando la agonía del disco. Es cierto que los músicos, en su mayoría, nunca hemos tenido margen de ganancia económica con la venta de discos, y mucho menos ahora que está desapareciendo, por lo que encontré en Internet un aliado para la difusión”, explica, en las antípodas de quienes aún dependen de las discográficas. El plan Patiño, entonces, fue subir todo el disco –16 temas en total– a su página web, incluir un track interactivo con letras, fotografías y ficha técnica y permitir que todo se baje gratis. “Yo no soy una empresa ni pienso como ella, pero sí tengo un emprendimiento que busca un equilibrio entre lo que quiero y necesito. Llevamos miles de descargas y me pone más que feliz”, detalla.
La energía en formato canción que Patiño liberó al arbitrio del ciberespacio ancla en la diversidad: desde una pieza sólo posible a fuerza de ocarinas y quenas (“Huaman Taki”) hasta un homenaje al viejo cartero de su pueblo (“Chaski Llajta Manta”); desde el mosaico entre guaracha, joropo y festejo que puebla “Diosa morena” hasta la mordaz cumbia “Con libertad”; desde uno de sus temas primeros reversionado (“Entre pampa y cielo”, de 1984) hasta el nodal “Ofertorio”, un poema del desgarrado vate de las alturas Germán “Churqui” Choquevilca, registrado en un casete que ambos (Patiño y el poeta muerto en 1987) grabaron también en 1984, a instancias de otro héroe del pago: José María “Coya” Mercado. “Es un trabajo que grabamos en seis horas del cual bebieron León Gieco y Divididos, entre otros. De esa grabación extraje la voz de Germán y diseñé el espectáculo multimedia Ofertorio. Con el Churqui nos unía lo cotidiano de ser vecinos en el pueblo y, por sobre todo, la confluencia de nuestras expresiones artísticas en los recitales que hicimos juntos durante cinco años, cuando no era tan común que hubiera recitales en Jujuy”, evoca el hombre que también ha tenido sus duetos con Domingo Cura, Divididos, Peteco Carabajal y Sixto Palavecino, entre muchos otros.
–¿Qué lo acerca y qué no a nuevas expresiones folklóricas como Arbolito, Raly Barrionuevo o Bruno Arias?
–Sinceramente no busco una ubicación generacional, porque he tenido la oportunidad de compartir con los viejos pilares de nuestra música popular como lo hago hoy también con los más jóvenes. La verdad es que ya no sé a qué se refieren con folklore, prefiero hablar de nuestra música popular, que es amplia y generosa, sin poner límites. Donde yo resido, la música es expresión de una cultura viva, que se alimenta continuamente y toma formas que la ubican en su propia actualidad. A todo ello le agrego mi propia mirada artística que me conecta con algunos músicos y con otros, no tanto.
–¿Cómo definiría musicalmente a la región, entonces? ¿Qué lugar ocupa Jujuy en el mapa musical argentino, a su criterio?
–La ubicación geográfica de Jujuy en el mapa político argentino siempre la marginó en muchos aspectos, entre ellos el musical. Estamos viviendo una transición, y en ella se están gestando muchas expresiones que de a poco se irán conociendo. Debemos rescatar los contenidos más auténticos de nuestra vida cotidiana para proyectarnos como una región rica en todos los aspectos, si no se seguirá difundiendo el “folklorismo” que es sólo una postura de venta disociada de nuestra realidad.
–Usted ha girado mucho por Europa. ¿Cuesta “traducir” la cultura de la región allí o es cierto eso de que la música derriba fronteras?
–Creo que ser auténtico con uno mismo facilita la comunicación en el mundo. Las fronteras existen más como un medio de defensa, como un separador de los pueblos, pero si la música sale del corazón seguramente no necesita traducción.
–¿Un caso concreto?
–Actuaba en Moguer, un espacio histórico andaluz, y estaba entre el público un niño de once años oriundo del Sahara. Hacía dos días que había llegado desde ese país oprimido a la casa de una familia amiga en Andalucía para pasar allí los tres meses del verano. Abad –así se llamaba– sólo hablaba su idioma original y me contaron que disfrutó de mi concierto y que a la mañana siguiente se levantó cantando frases quechuas de una de mis canciones. Más concreto imposible...
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