Viernes, 24 de mayo de 2013 | Hoy
MUSICA › EL VARIOPINTO CAMINO MUSICAL DE LA ORKESTA POPULAR SAN BOMBA
Tras la buena experiencia de su debut Sal de tu cuerpo, el grupo presenta esta noche en La Trastienda Conjuro, su nuevo disco. “Por conjurar entendemos ese pacto que pasa con el público en el momento de tocar”, detalla el director Martín Jalil.
Por Cristian Vitale
Veintiún músicos y casi todos rockeros. O al menos con el sello del género grabado en sus entrañas. De ahí que saltar al concepto de orquesta popular –con epicentro en la cumbia– demande al menos una explicación. Matías Jalil, compositor y director de la Orkesta Popular San Bomba, lo intenta. “Tendrá que ver con los tiempos que corren, ¿no?... hace unos años era impensable que un rockero escuchara otra cosa, y también lo era que Pablo Lescano tocara en Niceto, pero la tribu se abrió y de los últimos coletazos del rock salimos nosotros. Y acá estamos”, se orienta él y a la vez orienta sobre las razones de este tan nutrido como atípico combo musical, que sacó un disco (Conjuro) y lo estrenará en vivo hoy a las 21 en La Trastienda (Balcarce 460). “El rock, con su gran gama de estilos, es una influencia clara. De ahí venimos todos, sí, pero vamos hacia Goran Bregovic, Andrés Landero y Atahualpa Yupanqui”, sorprende.
–¿Atahualpa Yupanqui?
–Bueno, sí, a mí me encanta... es más, yo creo que Landero es el Yupanqui de la cumbia.
Habría que poner la lupa fina en cada pieza de Conjuro para encontrar algún mínimo rastro musical del payador perseguido en la San Bomba, pero no –claro– para hallar rasgos del colombiano Landero –rey de la cumbia en acordeón–, o de Bregovic, en las seis piezas que lo pueblan. Entre ambas franjas, la cumbia y la música de los Balcanes, más un tercer elemento dado por la base de bajo y batería, se encuentra la clave de un sonido con destino de diversión. “Creemos que hoy el continente y su momento histórico se relacionan con el auge de esta música. En nuestro caso, la de un grupo heterogéneo con composiciones propias, y la mezcla de diversos ritmos, con la cumbia como patrón siempre latente... la San Bomba está en la búsqueda permanente de colores para encontrar una identidad grupal, porque una cosa es la orquesta típica, como era la de Lucho Bermúdez en la década del ’50, y otra la de una popular, que tiene a la cumbia como patrón, pero usa instrumentos no necesariamente vinculados al género”, desenreda Jalil, que se refiere siempre en nosotros, un nosotros latinoamericano que incluye a la cantante peruana Tilsa Llerena y a la clarinetista colombiana Rocío Ortiz. “Nos jugamos por el formato de orquesta popular, porque ésta abarca más cosas. Nuestra música no da para vernos sentados, pero hay matices: cumbias más clásicas que se combinan con temas balcánicos, diferentes texturas y mezclas. Apertura.”
La San Bomba se originó en 2008 y se vinculó con el circuito del “under mestizo” junto a primos culturales como Zamacuco –grupo del que Jalil también forma parte–, los Gaiteros de San Jacinto, Imperio Diablo, La Chicharra o La Biyuya. A dos años del arranque visitaron Colombia y Venezuela, donde compartieron cartel con Los Hermanos Naturales y la Parranda de Liliam, y al regreso profundizaron en giras y presentaciones, con epicentro en la ciudad de Buenos Aires, y un primer disco que, bajo el nombre de Sal de tu cuerpo, inauguró una saga estética que prosigue con Conjuro. “Crecimos”, acota Jalil, y tal crecimiento lo asocia con una mayor cantidad de gente con ganas de joder. “Nuestra música es para divertir y por ahí lo de Conjuro: entendemos por conjurar ese pacto que pasa con el público al tocar. Queremos divertir, pero tenemos mucho cuidado con las letras o el lugar donde tocamos, cuidamos muchos aspectos, incluso el nombre del grupo que surgió cuando tomamos la expresión de un amigo, que resignificamos con la idea de armar una historia mitológica: la del santo de la orquesta, e incorporamos un elemento ritual: el ron”, se ríe Jalil.
–¿Cómo funciona la organización de semejante grupo humano?
–Aprendiendo día a día. Nadie tiene claro nada y vamos experimentando: por ahora somos seis que nos dedicamos a tareas fijas relacionadas con la prensa, la producción, el vestuario, y es una lucha cotidiana, a los músicos independientes nos tarda en caer la ficha de hacerse cargo de un montón de cosas que involucran a un grupo, y que exceden el hecho de tocar.
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