Lun 17.06.2013
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MUSICA › ALBERTO ZAMARBIDE: 30 AñOS DE LUCHANDO POR EL METAL

V8 en cuerpo y alma

› Por Juan Ignacio Provéndola

Existe en ciertos ámbitos del arte un extendido desprecio hacia los autohomenajes. Quizás porque revelan que la única obra celebrable es la concebida allá lejos y en el tiempo, o tal vez porque no tenga mucha gracia lamerse solo y reclamar aplauso al final de cada chiste. Por varios motivos, el show de Alberto Zamarbide el sábado en Groove buscó escaparle al prejuicio y posicionarse como un evento simbólico, emotivo y lleno de mística. Con aciertos mayores y menores, gestos para el relleno y para el recuerdo. Pero único, memorable e irrepetible. Y autorreferencial, desde luego, pues de Zamarbide partimos y hacia Zamarbide volvimos.

Después de haber participado en la etapa trascendental de V8, su carrera cargó con la pesada sombra de la leyenda y un exilio voluntario en Miami que lo relegó de las consideraciones populares. Pero la pelota no se mancha: por eso, las canciones perduran en el tiempo, intactas y generosas, dispuestas a dar lo mejor de sí mismas siempre que sean honradas con fines nobles. Así lo pretendió Zamarbide en este regreso a los escenarios tras la disolución de Logos, el histórico proyecto con el que reescribió su historia postV8 en sociedad con Miguel Roldán, último guitarrista del seminal grupo metalero.

Un curioso formato que lo estrena como músico solista que interpreta viejas canciones propias, más un puñadito de ajenas que guardan estrecha familiaridad con el código genético prohijado por él y sus congéneres. Esa fue la justificación del set inicial, una especie de tributo a las tres bandas surgidas tras la separación de V8: Horcas, de Osvaldo Civile (con “Solución suicida”, que es de Ricardo Iorio, y “Violados y devorados”), Hermética, del propio Iorio (“Cráneo candente”, “Desde el oeste” y “Tú eres su seguridad”, todas de su primer disco), y Logos (“Marginado” y “No te rindas”), del propio Zamarbide, Roldán y Adrián Cenci, quien se sentó a la batería para retomar esas viejas composiciones en compañía del bajista Beto Cerioti.

Luego, sí, el motivo de la convocatoria: la conmemoración de los 30 años de Luchando por el metal, hito inaugural del heavy metal latinoamericano. Aunque el repaso fue contemplativo con el resto de la discografía veochera. Por eso, el inicio fue con “Deseando destruir y matar”, de Un par más en la batalla. Inmediatamente después estalló “Tiempos metálicos” y, una tras otra, fueron cayendo las nueves canciones de Luchando... en un frenesí casi sin concesiones, a excepción de interesantes versiones que prefirieron ceder estridencia para ganar intensidad como la sabbathiana “Si puedes vencer al temor” o “Lanzado al mundo hoy”.

Para el final, un postre que fue plato principal: el histórico reencuentro público entre Iorio y Zamarbide tras aquel show final de V8 en octubre de 1987. “Esto es para todos los boludos que no nos creían”, azuzó Beto. “¡Chúpense esta pija, giles!”, completó Ricardo, que no tomó el bajo sino el micrófono. La mesa estaba servida y ambos hicieron a dúo de voces “Muy cansado estoy” y “Cautivos de un sistema”, que Zamarbide reconoció como “el verdadero himno de V8, de puño y letra de Ricardo”. “Existe el amor entre los hombres, también el perdón”, dijo el líder de Almafuerte acerca de esta reconciliación. Y el clásico “Destrucción” quedó para un cierre con final abierto: habrá revancha el sábado próximo, en el recital de Almafuerte en All Boys.

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