MUSICA › PETECO CARABAJAL CANTA TANGOS EN EL CENTRO CULTURAL TASSO
En el espectáculo Peteco de Buenos Aires se lo ve de saco y corbata, cantando “Yira-Yira”, “Naranjo en flor” y “Sur”, entre otros. “Siento tan firme la cultura tanguera como la de la chacarera”, señala el músico, que vive desde hace años en la zona oeste del conurbano.
› Por Cristian Vitale
El cantor embiste con “Confesión”, la desgarrada gema de Discépolo, y dice que la primera versión la escuchó en labios de su madre. Después sobreviene un tendal de tangos: “Yira-Yira”, “Naranjo en flor”, “Volvió una noche”, “Cuesta abajo”, “Sur”. A su derecha, trepado al bandoneón, tiene a un todoterreno del género: Julio Pane. A su izquierda, al Roberto Grela de hoy (Hugo Rivas) y, más distante, al aplicado Felipe Traine. El cantor luce traje y corbata. A veces canta con las manos libres, mientras mira el atril de reojo. Otras, incorpora su guitarra, reorientando el formato directo hacia los días de Gardel. El cantor es Peteco Carabajal y el plan, claro está, tiene su epicentro en la música porteña por esencia. “Dos trajes tengo”, se ríe él, a poco de terminar el primer recital de una seguidilla que repetirá todos los jueves de junio y julio en el Centro Cultural Torquato Tasso (Defensa 1575), e incorpora la razón. “Dos trajes tengo, y me los compré para hacerle honor a esa cosa de escenario tan cuidada, tan linda que tiene el tango. Me gusta”, explica y ambienta sobre esta vuelta de página en su vida que dio en llamar –como María– Peteco de Buenos Aires.
“La verdad es que el tango no es nada extraño para mí. Mi conexión con él me viene por la sangre. Mi madre conoció a mi padre (Carlos Carabajal, padre de la chacarera) cantando tangos y la verdad es que tango era lo que mi viejo cantaba en la intimidad... él no iba a cantar una chacarera, a no ser que fuera alguna nueva, de esas que se muestran primero a la familia y los amigos, pero si no él cantaba tangos, boleros o canciones. Y yo hago lo mismo: cuando estoy en casa, o en rueda de amigos, me gusta cantar temas de Serrat, de Silvio Rodríguez, de Spinetta o tangos... muchos tangos”, enmarca sobre la nueva. Una nueva no muy extraña, si se contempla el carácter inquieto de un creador que jamás se restringió al mandato estético del pago. Que acompañó, incluso abrillantó, el desarrollo de la chacarera sin cerrar filas frente a otras expresiones. Que nutrió piezas propias con un tacto urbano que se le nota cuando le da por desplegarlas en público. Que se nota en la impronta mundana de “Añatuya”, el texto que le musicalizó a Homero Manzi, y grabó en Aldeas, su penúltimo disco; o en “En el viejo almacén”, que registró en Memoria de amor, o en diversas versiones que ha utilizado para contarle al pago que no todo es chacarera: “Volver” (Gardel-Le Pera), “Mediterráneo” (Serrat), “Oh Melancolía” (Silvio Rodríguez), “Los libros de la buena memoria” (Spinetta). “Evidentemente debe ser muy fuerte el mandato de la chacarera para nosotros, porque es lo que, aun estando fuera de Santiago del Estero, tenemos como carta de presentación, pero el tango lo siento mucho y conozco mucho el espíritu de Buenos Aires, del porteño, del hombre del Gran Buenos Aires, sobre todo, donde vivo hace bastante. Desde que escuché a mi madre cantar ‘Confesión’, jamás se me fue el amor por el género. En este caso, he buscado una síntesis entre Gardel y Goyeneche, aunque mi voz no ayude mucho”, admite. “Gardel y Goyeneche son para mí dos síntesis, dos formas distintas de cantar tango, y son mis principales referentes. Aunque también me gustan Edmundo Rivero, Julio Sosa y Rubén Juárez, las de Gardel y Goyeneche son para mí las más personales.”
En escena, por figura, impronta y presencia, parece un Gardel de La Banda. No exige la voz para cantar y, por supuesto, juega cuando versiona. Conoce las claves del género y mete giros cuando puede. Cuando encuentra un lazo entre las formas musicales de “Naranjo en flor” y “Hasta siempre”, de Carlos Puebla, o se pega un viaje a la MPA en la introducción de “Sur”. O cuando le da pista al gran Pane –“métase, maestro”– a la hora de colar el puñado de chacareras que el público espera como yapa. “Algunas tengo que hacer, claro, porque la chacarera es buena parte de mi raíz cultural, pero lo central ahora es el tango que ni siquiera es una segunda cultura para mí, porque la siento tan firme como la cultura de la chacarera, nada más que no suelo hacerlo en el escenario. Tampoco estoy tratando de aportarle algo, porque no me corresponde, simplemente me estoy dando el gusto de cantarlo y desde este jueves me voy a largar a hacerlos de memoria... el atril lo puse por las dudas, pero ya no va más”, se ríe.
Peteco de Buenos Aires, cuyo material total el poeta musical de La Banda piensa registrar en DVD, es una especie de continuidad en clave 2 x 4 de Solo y Acompañado, el ciclo que encaró el año pasado, cuyo resultado verá la luz como nuevo disco en estudio (el sucesor de El Viajero) y de capítulos para presentar en televisión. “Voy a registrar todo lo que hice el año pasado”, informa. Respecto de éste, Peteco planea pasar el invierno con una apuesta que, en los jueves venideros, tendrá a Lito Vitale y Popi Spatocco como puntales de una serie de invitados que se extenderá, seguramente, hacia varios de sus amigos. “Vamos a poner un piano, a traer bailarines, y voy a meter temas de Piazzolla que esta noche no fueron: uno es ‘Adiós Nonino’ y otro, la ‘Milonga del trovador’, que Astor compuso con Ferrer”, dice y deja tendida una alfombra de sonidos y cantares, con ganas de templar la crudeza del invierno porteño.
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