Por suerte, en la Argentina no existen los títulos de nobleza. Eso engrandece más a quien se destaca y no deja de ser un hombre o una mujer común. Y cuando se lo distingue, no se le da otro título que el de una persona que realizó un aporte importante a algún campo en particular. Rodolfo García no es una figura inalcanzable, sino un hombre común que a su talento natural para la música le sumó algo que reconocen sus colegas: el ser un auténtico trabajador de la cultura. “El trabajo dignifica”, dicen, y a él no sólo le valió para dignificar parte de la tarea de bandas imprescindibles del rock local como Almendra o Aquelarre –de las que fue baterista–, sino también para desarrollarlas. Ese fue uno de los argumentos para que, ayer por la tarde, la Legislatura porteña lo distinguiera como Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.

“Rodolfo es un querido hermano y compañero de tantos años, del que he aprendido muchísimas cosas: a ser artista y a poner empeño en el arte, porque este trabajo es como un carrito que hay que empujar aunque estemos cansados”, pronunció Emilio Del Guercio –ex compañero en Almendra y Aquelarre, entre fines de los ’60 y los ’70–, durante una ceremonia concisa y contundente. “Es también el integrante soñado de cualquier grupo, porque hace que las cosas se concreten –añadió–. No es sólo cantar bien y tener lindos temas, la obra de un grupo musical implica el trabajo de los ensayos, la coordinación de las vidas y las direcciones. Además de tocar hay que lograr que la obra salga a la calle, y eso es un ejercicio de comunicación muy intenso que hay que saber sostener.”

Para un hombre común, no hay nada mejor que otro hombre común. La iniciativa de consagrar a García partió de un trabajador de la Legislatura, Roberto González, quien le acercó la propuesta a la diputada Virginia González Gass. “Tuve que ir varias veces a La Perla, no saben lo que me costó convencer a Rodolfo. En una época, los que escuchábamos rock éramos perseguidos y discriminados, ahora tenemos esta posibilidad”, explicó González sobre la moción que fue aprobada en la Cámara por unanimidad. Teresa Parodi, una de las tantas personalidades presentes –también estuvieron León Gieco, Víctor Heredia y Rocambole, entre otros–, destacó el hecho de que la iniciativa hubiese partido “del pueblo”.

Las dieciséis enormes arañas del Salón Dorado Hipólito Yrigoyen despedían una luz vital. “Es la primera vez que me dan una distinción. Sé que esto no está dirigido solamente a mí como músico, también tiene que ver con otras actividades vinculadas con producción y organización que vengo realizando. Con esas primeras bandas generamos un movimiento nuevo que se manejaba con otras pautas, entonces necesitábamos espacios diferentes de los que ocupaban otros artistas. Eso nos hizo desarrollar otras habilidades, que con el tiempo pude aplicar fuera de los grupos”, ilustró García, que además de su rica carrera como músico acredita un importante trabajo en gestión cultural, como el que realiza actualmente en el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi), en la ex ESMA.

Litto Nebbia y el homenajeado tomaron una guitarra y una pandereta para salir adelante con un set corto cerrado con “Días de conflicto”. Para el tramo final, Nebbia le cedió su lugar a Del Guercio, y Daniel Ferrón tomó el bajo acústico. Aparecieron citas a Aquelarre –“Aves Rapaces”, “Silencio Marginal”– y Almendra –“Hoy Todo el Hielo en la Ciudad”, “Tema de Pototo”–. Y el espíritu de Luis Alberto Spinetta sobrevoló las almas otra vez.