Viernes, 23 de junio de 2006 | Hoy
MUSICA › ELI SUAREZ Y EL FENOMENO POPULAR DE LOS GARDELITOS
A dos años de la muerte de su líder, Korneta, su hijo se hizo cargo de la banda. Este fin de semana harán tres shows en Obras.
Por Cristian Vitale
Eli Suárez manotea del pasado una fábula paterna y trata de revelar un porqué: la permanencia de Los Gardelitos. Resulta que había un mago –cuyo nombre no recuerda– que histeriqueaba a su aprendiz con la existencia de un secreto irrevelable. “Tanto insistió el mago –sigue él– que un día le dijo: ‘Tenés que descubrirlo por las tuyas, porque es distinto para cada persona. Es lo único que te puedo enseñar’.” Eduardo “Korneta” Suárez, fundador, líder y compositor de la banda nacida en el Bajo Flores, insistió con la parábola mientras vivió, y su heredero la reconstruye cada vez que le preguntan por la preexistencia. La misión parece ser seguir buscando el secreto, que tal vez sea un tesoro. El grupo no sólo se mantuvo en pie tras el trágico 14 mayo de 2004 –en el que Korneta fue encontrado muerto a golpes en la calle– sino que atraviesa una miel popular que aquel mago suburbano jamás paladeó. Pocos son los mil fans que congregaron en la Federación de Box para presentar Fiesta Sudaka (1999) ante los seis mil que colmaron El Teatro de Flores en diciembre del año pasado, los 10 mil que llenaron All Boys en abril de este año y el “éxito” popular que esperan para el fin de semana (hoy, mañana y el domingo, a las 18) en Obras. “Puede que mi viejo nos esté guiando desde algún lugar. No sé”, dubita el guitarrista, ahora al comando de la agrupación.
Pasó mucho tiempo hasta llegar a este ¿sorpresivo? boom Gardelitos. Con una formación de la que hoy permanece sólo Eli, en 1996 publicaron el Rock Sudaka, luego de errar durante años sin material editado; sacaron chapa de solidarios –hasta se llegó a identificarlos como clasistas– a fuerza de toques chocolateros cada 25 de Mayo en Ciudad Oculta o temas como “Comandante Marcos” y “Hay que quemarlos vivos”; y fueron dúo, trío o cuarteto, según el viento y la suerte. Pero ningún antecedente preveía el presente. ¿Es Korneta quien los guía? “No quiero parecer un loco, pero da la sensación de que su presencia está en los recitales –se ataja su hijo–. Pero de última somos nosotros los que estamos al comando de la historia. Siempre nos preguntamos qué haría él en nuestro lugar, pero pesa más lo que nosotros decidimos. No podemos pedirle más de lo que dio.” Lo que no mata, fortalece, dice un viejo refrán. En siete meses vivieron dos duelos tremendos: Korne y Cromañón. Pero apenas pasó una semana del primero para que Horacio Alé (batería) y su hijo Martín (bajo) empujaran a Eli a la sala de ensayo y, como trío, convivieran con el espectro del creador. “Entrar a la sala y que no estuviera él fue muy pesado. Si superamos eso, no tenemos que tenerle miedo a nada. Pasaron dos años y no nos podemos quedar toda la vida en el dolor, aunque es cierto que perder la cabeza fue complicado. Generó un clima de confusión, sumado a la oscuridad Cromañón”, dice Eli.
Las 40 canciones que Korneta dejó inéditas, más un ferviente grupo de seguidores que no se iba a conformar con haber puesto una bandera negra sobre su féretro, impulsaron la decisión. Eli, a los 28 años, mutó en cantante sin dejar la guitarra, la base permaneció intacta, y las canciones resurgieron. Incluso muchas de ellas integrarán el material que Los Gardelitos planean grabar en Obras de cara a su primer disco en vivo.
–Las canciones son todas de su papá. ¿Por qué no incluyen composiciones propias?
–Porque es la etapa que nos toca vivir. Sabemos que sus canciones se van a acabar, y nosotros vamos a cumplir el fin de grabarlas. La idea es seguir adelante: el próximo disco ya tendrá canciones mías. Me tiré a hacer algunas, y las toqué en vivo. ¿Cuáles? “Mezcla rara”, “Pueblo fantasma” e “Ivonne”, que tuvieron una respuesta distinta. Como nuestra fuerza está en la canción, fue todo un quilombo. Lo más difícil es componer. Se complica haber perdido la cabeza y hacerse cargo del grupo.
–Sin embargo, tiene sus luces. Su viejo se perdió de tocar ante 10 mil personas y usted no.
–El soñaba con que las canciones lleguen a la gente de la mejor manera. Está bueno que la gente venga con la onda que está viniendo. Hacer un All Boys y que no haya ningún quilombo es admirable. No son 10 mil chabones que trajo la masividad y no entienden nada: están comprendiendo la filosofía y el sentimiento de la banda. Si 10 o 10 mil no te entienden un carajo, te rayás igual. Es un rebote. No le tenemos miedo a la masividad. Nos podemos llegar a confundir, pero no creo que nos perdamos.
–Un rasgo de apertura fue la participación en los dos grandes festivales veraniegos, algo que antes no aceptaban. ¿Cómo les fue?
–Hay momentos en los que hay que estar donde se tiene que estar, no porque te obliguen sino porque algo te llama. No sólo fue una intención de apertura sino también de acercamiento. Tratamos de ir hacia la gente y no al revés, como ocurría antes.
–¿Se le cruzó abandonar el barco alguna vez?
–Plantearse si seguir o no ya lo contesta. Pero si dejábamos las canciones de mi viejo tiradas en un cajón, no estaríamos siendo fieles al compromiso que tuvimos con él. Si las cosas se complicaban no podíamos tomarnos el palo.
–La banda sacó chapa de solidaria y popular tocando cada 25 de Mayo en Ciudad Oculta. ¿Piensan mantener la costumbre?
–Son momentos, este año no pudimos hacerlo. A veces se complica, porque la banda crece en convocatoria y, por lo tanto, toma conciencia de su popularidad. Tenés que ser más cuidadoso cuando crecés: ya no podés tocar en todos lados solamente siguiendo un impulso.
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