Lun 29.07.2013
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MUSICA › BILL GOULD PRESENTA EN LA ARGENTINA SU PROYECTO THE TALKING BOOK

“Hoy la música es negocio, no rebelión”

› Por Mario Yannoulas

Tres manzanas iluminadas y tres mordiscos perfectos. No es una muestra de arte contemporáneo, sino el paisaje que dibujan las tres laptops de las que se nutre la presentación en vivo de The Talking Book, tal cual se ve en alguna foto. Quizá sea irónico que el género experimental que ahora cultiva Bill Gould –miembro fundador de Faith No More– tenga como representación sobre el escenario nada más que tres computadoras cuyos logotipos indican que la manzana ya está comida, que no queda sino terminar el trabajo empezado por otro. Pero también es irónico que un artista de izquierda, cuya música actual es contraria a cualquier intención comercial, se valga de las herramientas creadas por una empresa-paradigma del patentamiento compulsivo y devota de la propiedad intelectual. ¿Cuánta política habrá entonces en esa manzanita mordisqueada o en el cerebro de Bill Gould?

The Talking Book es el proyecto electrónico experimental iniciado en 2011 por el bajista, que se conoció con su compañero Jared Blum hace una década, en la fila de una hamburguesería en San Francisco. “Estuve mucho tiempo sin escuchar nada de lo que él hacía, pero para mí lo experimental no es nuevo, crecí con eso. Después del rock clásico y el punk, de los que me enamoré desde el principio, fue una de mis grandes influencias. De hecho, mi primera salida con una chica fue a los diecisiete, yendo a ver un show de Birtwistle. La única diferencia es que nunca había hecho ese tipo de música hasta ahora”, relata.

Creado a partir de sonidos de viejos vinilos que cada uno de sus melómanos integrantes guardaba en casa –el combo se completa con Dominic Cramp, que dirige un sello junto a Blum–, y que digitalizaron para poder mezclar en vivo, su disco debut homónimo parece la banda de sonido de un spaghe-tti western derretido. Como resultado, las preguntas sobrepasan largamente a las respuestas. El trío de hombres con computadoras llega por primera vez a la Argentina, para presentarse este miércoles desde las 20 en el Roxy porteño (Niceto Vega 5542) junto al conjunto chileno de hip hop jazzero Cómo Asesinar a Felipes, que el mismo Gould edita en su sello independiente Koolarrow Records, después de que le mandaran un CD por correo a su casa. “Es un desafío enorme. Trabajamos con muchos sonidos diferentes que no salen del mismo lugar. Es como cocinar con ingredientes muy distintos, y hacer que de esa mezcla resulte algo bueno implica mucha improvisación”, declara Gould a Página/12.

En realidad, la música despierta muchas preguntas acerca de la innovación. Usar laptops en vivo, componer música ambiental y recurrir al pasado para hablarle al presente no son hoy prácticas transformadoras per se: Kraftwerk, Brian Eno y (en otro plan) The Strokes son ejemplos accesibles de que eso ya se hizo. Entonces el interrogante se deposita en el sentido: “Traemos cosas del pasado que son mágicas y despiertan la imaginación. Tratamos de sacar todo eso a la superficie, después queda en el que escucha descifrar qué significa”.

–¿Es una reacción a un momento particular de la industria de la música popular o una expresión más personal?

–Las dos cosas al mismo tiempo. Yo vengo de un género muy lineal como el rock, en el que construir una canción es como construir una casa: se empieza por la base, después las paredes, y así sucesivamente. Es una estructura que casi siempre está diseñada desde el principio. En cambio, hacer este tipo de música es como hacer una escultura: el trabajo va progresando de a poco, hasta que uno siente que llegó a algo. Es un tipo de aproximación muy diferente. Cada vez que hacemos una canción descubrimos cosas que ni siquiera puedo decir qué significan, porque van muy de la mano con los sentimientos.

–¿En este caso le cuesta más evaluar sus expectativas para con la gira?

–Mis expectativas están altas, creo que hacemos un show muy interesante, aunque es verdad que es muy diferente al rock. De hecho, al principio me sentía incómodo haciéndolo, porque mi aproximación a la música fue tradicional y el bajo es un instrumento muy físico, mientras que lo que hacemos acá es mucho más mental.

–Siempre se interesó por la política. ¿Hasta qué punto puede pensarse The Talking Book como una expresión de ese tipo?

–Todo lo que hago tiene un poco de política, pero justamente no The Talking Book, que es lo opuesto: invoca ideas y emociones personales porque es música muy abstracta e introspectiva, mientras que la política es más social. Es un dilema clásico: hay una conexión, pero a veces las emociones o procesos personales son inconscientes, y el arte puede sacarlos a la superficie, con las consecuencias de cada caso. Ahora bien, si lo quiere ver por el lado de que cualquier individuo es un ser político, entonces sí.

–El mundo del rock, del que usted proviene, ¿tiene más responsabilidad de ir contra la corriente?

–El rock hacía eso en 1957. Pero ahora no sé. La música es un negocio, no veo mucha asociación con la rebelión. Creo que en todos los tipos de música hay un elemento rebelde, pero siempre como una minoría en cada género.

–Dirige un sello independiente desde hace más de una década. ¿Ahora es más fácil o más difícil?

–Más difícil, es muy caro producir cosas, tener una buena distribución y, principalmente, no es nada fácil vender para cubrir gastos. Cuando empecé era una tarea romántica, pero ya no (se ríe). Para mí, manejar el sello significa trabajar con gente interesante, ayudarla a hacer música que valga la pena. Antes la industria se basaba en la venta de discos, eso prácticamente no existe más, entonces el que maneja un sello independiente es tan parte de la vida artística de un grupo como el que les administra el sitio web.

–Por su actividad, está en contacto con mucha música nueva, y siempre remarca que le presta más atención a lo que venga de afuera de los Estados Unidos. ¿Por qué?

–En un momento empecé a sentir que todo sonaba igual. Los Estados Unidos están muy aislados del resto del mundo, casi no tienen influencias por fuera de sí mismos. Se instaló la idea de que el país monopoliza la cultura mundial, algo totalmente errado, porque hay muchas cosas que vienen de afuera que son mucho mejores que lo que hay adentro. Tuve la suerte de girar con la música, y de descubrir muchas de esas cosas.

–La mayoría de la gente se acerca por su trabajo en Faith No More. ¿Tiene en cuenta eso?

–Lo digo desde el principio: no es un show de Faith No More, ni siquiera un show de rock. Me gusta mucho lo que estoy haciendo, casi que lo necesito, pero está claro que la música de The Talking Book no es necesariamente para todo el mundo. Cuando estemos listos para volver a la Argentina con Faith No More, iremos encantados. Al menos yo no necesito una excusa para eso.

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