Viernes, 16 de agosto de 2013 | Hoy
MUSICA › PABLO SBARAGLIA PRESENTA EL INCREIBLE MAGNETISMO DEL GRAN HOTEL GLAMOUR SHUFFLE
En su tercer trabajo solista, el cantante, músico y productor –que también es parte de la banda del Indio Solari– eligió un sonido de rock clásico, aunque muestre variantes estilísticas. Lo presentará esta noche en Niceto Club.
Por Sergio Sánchez
El tercer disco solista del tecladista, guitarrista y productor Pablo Sbaraglia sin dudas es el más maduro de su carrera. En este trabajo define su lenguaje rockero y sonoro y demuestra sus dotes de cantautor. De hecho admite sentirse más seguro con la voz y pudo derivar parte del trabajo de producción artística en Damián Torrisi. El resultado: un disco conceptual que cuenta con un cuidado arte de tapa y un título inquietante: El increíble magnetismo del Gran Hotel Glamour Shuffle. “El concepto te ayuda a poder completar lo demás, te toma por asalto –dice Sbaraglia–. El arte, la gráfica y el librito son herramientas para contar. Se trata de un hotel glamoroso al cual se ven atraídos determinados tipos de personas. Tenía que ser un hotel magnífico para que resulte atrayente.” Sbaraglia, quien toca los teclados en la banda del Indio Solari, presentará su disco solista hoy a las 21 en Niceto Club (Niceto Vega 5510).
Aunque el disco esté atravesado por el rock pop, hay una variedad interesante de matices musicales. Hay beat (“Angel”), hay canción (“Ilumina”), hay rock clásico al estilo Chuck Berry (“Big Go!”) y también cierta densidad rockera que remite al sonido de Solari y su banda (“Réquiem”). No es casual que haya un link al ex líder de Redondos: en el disco, el “fundamentalista” Gaspar Benegas se ocupa de la segunda guitarra en casi todos los temas, y lo mismo sucede con el baterista Hernán Aramberri. En tanto, Baltasar Comotto, otro músico del Indio, suma su guitarra desenfrenada en “Angel” y “Glamour Shuffle”, una pieza embellecida por la flauta traversa de Fabián Aguiar. “Una de las premisas que me puse antes de grabar fue que, por lo menos, en determinadas canciones se escuchara más una música de banda que de solista –explica Sbaraglia–. E intentar mantener esa línea a lo largo del disco, sin que los recursos de banda me limitaran. Me valí de los invitados para cosas muy puntuales, salvo en el caso de Gaspar, que toca casi todos los temas.”
–¿En este disco eligió remitirse más a un rock clásico que moderno?
–Quizá no fue adrede, pero es verdad que terminó sonando un poco así y tiene que ver con el diseño de audio que le imprimimos. El proceso de armado de las canciones fue largo y fue una búsqueda el hecho de entender qué era lo que tenía ganas de hacer, en cuanto a la producción y al audio. Las maquetas casi no tienen nada que ver con el disco. Lo que terminó cerrándome como concepto de audio era algo más crudo, cero postproducción, mínima edición y la voz fuerte. Entonces eso suena muy ’70, porque esa metodología de grabación es más parecida a como era en ese momento, que a como es hoy. Sin embargo, los instrumentos son modernos y la forma de tocar es actual. Hay una mezcla que está buena. En “Big Go!”, por ejemplo, hay un invitado, Diego García, que es un guitarrista español que conoce muy bien el estilo del rock de los ’50. Y trajo su equipo y su guitarra. Otra premisa fue no usar nada no orgánico. Sólo hay un único sintetizador. Después hay un piano de cola grabado en Boris y un órgano. No hay computadoras, ni máquinas.
–La voz está más al frente que en los anteriores. ¿Cómo se siente en la faceta de cantante? ¿Y en la de frontman?
–Como frontman me siento cómodo, no tanto con el rol de cantante. No me considero cantante, ni mucho menos. Soy un tipo que hace canciones, que las canta porque las hizo él. Intento mejorar todo el tiempo, pero tengo que esforzarme. Me requiere estudio y horas de práctica. Aposté un poco a no prejuzgar demasiado lo que pasaba, tener cierta espontaneidad y cuidar la afinación. Creo que mejoré un poco, pero me falta una eternidad. Lo que decididamente no me gusta de mi primer disco es la voz; en éste no me molesta la voz y en algunos temas hasta me gusta. Hay un balance entre el estudio y la espontaneidad. Damián (Torrisi) me guió mucho con el tema de las voces. Lo convoqué al principio para la ingeniería y para resolver las premisas de audio que me había planteado. Pero terminó aportando tanto que se convirtió en coproductor.
–Usted forma parte de la banda del Indio Solari desde que se largó como solista. ¿Qué es lo más curioso de tocar con él?
–Es mucho aprendizaje y mucha experiencia. Tiene una gran exigencia y sabiduría y transmite muchas consignas y premisas. Desde que entré a formar parte de su banda hasta hoy he mejorado como músico, en gran medida por la exigencia que esta movida te demanda. Y también por cosas que él mismo me dice. Allá por 2005, con respecto a la voz, él me decía cosas que en ese momento no entendía, pero que luego pude descifrar. El tipo me decía determinadas cosas que cuando las comprendí me preguntaba cómo me había atrevido a cantar. Son enseñanzas que puse en práctica. Por otro lado, es impresionante la magnitud de la movida y la energía involucrada. Es como jugar en Primera y eso implica un compromiso muy grande. Me gusta el hecho de tener esa presión, esa responsabilidad. Me beneficia como músico y como persona. Si bien la movida pasa por él, uno también recibe toda la energía del público. Es impactante.
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