Lunes, 14 de octubre de 2013 | Hoy
MUSICA › AEROSMITH Y WHITESNAKE EN LA PRIMERA JORNADA DEL PERSONAL FEST
Las dos bandas de hard rock, con buena llegada al público femenino, tienen líderes sexagenarios que se mueven sobre el escenario como si fuesen veinteañeros. Unas veinticinco mil personas disfrutaron en GEBA del clásico festival primaveral.
Por Mario Yannoulas
Cerca de las 20 del sábado, la primera jornada del Personal Fest estaba en su esplendor. No se trataba de música, sino del movimiento, porque a lo largo de la calle que atraviesa el predio de GEBA se veían largas filas para absolutamente todo: para hacerse de las “toallitas refrescantes” que prometía la publicidad, para entrar a un baño químico, para sacarse una foto con el banner de la marca de telefonía celular de fondo, para participar de un karaoke o para llevarse un puñado de caramelos de miel. “¿Viste? Volvió el flúo”, comentó una como si caminara por Florida. Con cada vez más fruición, las marcas enfrascan el pasado, lo vuelven fetiche. De eso se trató la grilla de la primera noche del clásico evento primaveral: sus números principales tuvieron algún fundamento en el pasado. Así lo reconoció el propio Steven Tyler, cuando le preguntó a su audiencia qué quería escuchar. “¿Lo viejo? ¿Lo nuevo? Les gusta lo viejo, a nosotros también”, proclamó a poco de soltar la clásica “Dude (Looks Like a Lady)”.
Incluso la novedad, Band of Skulls, con apenas dos CD en su haber, tuvo sustento en el pasado. El trío londinense nació en 2004, durante el apogeo del retro rock, aunque su matriz setentista se siente más hormonal que utilitaria: riffs contundentes, sinergia humana a través de la electrificación, pelos largos, pocos artificios y buenas canciones. Justificó así su debut en suelo argentino.
La presentación de Whitesnake –banda que jamás pudo desprenderse de la estética hardrockera de fines de los ’70 y comienzos de los ’80– fue diferente a la de su última visita a la Argentina, cuando telonearon a Judas Priest en 2011. Entendieron la naturaleza del festival. De otra manera no se explica la inclusión de “Is This Love” –el track que musicaliza la publicidad– entre los primeros cuatro temas del set. Sacando ese detalle, fue un show contundente, sobre todo en la primera parte, antes de que el exceso de solos disipara la energía. Clásicos como “Give Me All Your Love”, “Ready an’ Willing” y “Slide It In” fueron una buena clase de poderío y a alto volumen, con David Coverdale esforzándose por cumplir. Para el cierre, una cita a Deep Purple en “Burn”.
El único elemento que rompió con el orden de la noche fue el viento, al llevarse puesto el sonido de Aerosmith, en su tercera visita al país en seis años. Las ondas parecían embolsarse y desembolsarse con cada ráfaga, y al mover los pelos de esa especie de mono bien parecido que es Tyler, también impedían conectar el groove –elemento no menor– con las 25 mil personas que colmaron el sitio. Los de Boston también parecieron capturar el espíritu del festival. Recorrieron casi todos sus momentos discográficos, pero yendo a lo seguro y, por supuesto, a lo viejo: los clásicos “Draw the Line”, “Love in an Elevator” y “Toys in the Attic” abrieron la cuenta, y después de “Oh Yeah” –lo único de su trabajo más reciente, Music From Another Dimension!, de 2012–, llegó la radial “Pink”. Aerosmith se siente cómodo en los escenarios grandes –quizá no recuerde otra forma de exponer su música–, y recostado principalmente en el cuerpo de Tyler demostró actitud. Pero el sonido tenía la estabilidad de un tsunami y no permitía disfrutar de la guitarra de Joe Perry, ni de la cadencia del bajo de David Hull –Tom Hamilton faltó por problemas de salud–, por lo que se desacopló la entrega del grupo de lo que finalmente se recibió abajo del escenario. Una parte del público se encargó de reconstruir sus canciones favoritas como “Cryin’”, “I Don’t Want to Miss a Thing” –las cámaras se hicieron un festín con las lágrimas femeninas–, y hasta “Come Together”, de Los Beatles. Tras “Mother Popcorn”, de James Brown y “Walk This Way”, los bises estiraron un poco más un show de casi dos horas en el que Aerosmith puso ganas. Pero, a veces, no es suficiente para que el ritual esté completo.
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