Martes, 26 de noviembre de 2013 | Hoy
MUSICA › SE REALIZó EN POSADAS LA 44ª EDICIóN DEL FESTIVAL NACIONAL DE MúSICA DEL LITORAL
El encuentro, que además es el sexto que abarca al Mercosur, sirvió para mostrar al país la riqueza cultural y natural de esta región. Durante cuatro noches, el anfiteatro Manuel Antonio Ramírez recibió cerca de cinco mil personas por jornada.
Por Sergio Sánchez
La música, como expresión cultural, dice mucho de la idiosincrasia de un pueblo. Las vivencias cotidianas, el lenguaje, las costumbres, la historia y la personalidad de los litoraleños se reflejan en las canciones. La 44ª edición del Festival Nacional de la Música del Litoral, 6º del Mercosur, que culminó el domingo, fue la excusa perfecta para mostrar al país la riqueza cultural y natural de esta región. Durante cuatro noches, el anfiteatro Manuel Antonio Ramírez recibió cerca de cinco mil personas por jornada. Y superó ampliamente su capacidad durante la noche del cierre, el domingo, con el concierto del Chaqueño Palavecino, el músico más convocante del folklore argentino. Con mate o tereré bajo el brazo, el público –en su mayoría familias– disfrutó de propuestas variadas: chamamé tradicional, música autóctona fusionada con sonidos contemporáneos y, de la mano de los artistas invitados, músicas de otras provincias y países.
En los últimos años, el festival abrió sus puertas a artistas que no sólo transitan por la música del Litoral. Esta decisión, como era de esperarse, trajo defensores y detractores (sobre todo en el público más conservador). Sin embargo, esta decisión consiguió atraer a más público y abrir las fronteras musicales. La tensión, entonces, gira en torno a una cuestión nominal. No obstante, la llegada de “otros” artistas enriqueció la grilla. Fue notable, por ejemplo, la participación del compositor e intérprete Pedro Aznar la noche del sábado. A esta altura, ya no hay mucho que decir sobre sus dotes musicales. El ex Seru Giran desplegó sobre el escenario toda su experiencia y tocó solo con su guitarra. “Que he sacado con quererte”, “Deja la vida volar”, “A primera vista”, “Los hermanos”, “Manifiesto” y una conmovedora versión de “Barro tal vez”, de Spinetta, y dos inéditas de Teresa Parodi, fueron algunas de las que incluyó en su repertorio folklórico. Pero la tribuna estalló cuando invitó a cantar a Ramón Ayala, en “El cosechero” (que fue, junto a “Kilómetro 11” y “Puerto Tirol”, la más interpretada del festival). Ayala es, sin duda, un prócer en su tierra.
Una inmensa luna anaranjada, un clima agradable y la calma del río Paraná fueron el telón de fondo de las cuatro jornadas del festival. En esas condiciones era imposible no estar bien predispuesto para escuchar. Y hubo de todo. ¿Qué fue lo más destacado? El emotivo homenaje a los Hermanos Cuesta (Entre Ríos), el aporte del misionero Joselo Schuap en el concierto de Jorge Rojas, la festividad de Los Huayra (Salta), el humor de Los Mitá (Misiones), la trayectoria del correntino Mario Bofill (muy conocido en el Litoral), la juventud de Los Hermanos Brítez (que no superan los 24), el entusiasmo de Los Menchos del Chamamé (por esas cosas de los tiempos festivaleros no pudieron hacer un bis, pese al pedido del público), la orquestación tanguera de Los Núñez y las impecables puestas del Ballet Oficial. Y el Mensú de Oro fue para Rulo Graboviesky (de Los 4 Ases), un talentoso acordeonista nacido en Apóstoles (lugar que también vio nacer al Chango Spasiuk) especializado en la difusión de la música de los inmigrantes.
Entre los nuevos hay que esperar a que terminen de madurar los jóvenes misioneros Araukaria y Anahí Rolón. Desde Brasil, Tche Barbaridade –un grupo de Rio Grande do Sul con veinte años de vida– le puso color y baile a la jornada del domingo. En su actuación, Joselo Schuap consolidó las relaciones con los países vecinos e invitó a tocar a un músico paraguayo y a uno brasileño. “Quiero pedir perdón a Paraguay por ese injusto genocidio que fue la Triple Alianza”, dijo Schuap. Los de Imaguaré, por su parte, también recordaron la guerra contra Paraguay. El cierre, a cargo del Chaqueño Palavecino, fue espectacular. Puede o no gustar el estilo musical que encarna, pero es innegable su poder de convocatoria, su presencia escénica y el gran profesionalismo de él y sus músicos. Lo suyo fue un show con todas las letras.
Otra de las propuestas locales que sobresalió fue la del dúo que integran Karoso Zuetta y Nerina Bader, quienes logran una canción rica en poesía y composición. Y se destacan por recuperar “el mundo sonoro de la selva, que estaba prácticamente ocultado”. Zuetta, oriundo de Oberá, le cuenta a Página/12: “Además de la étnica, abordamos la música de los inmigrantes, las influencias fronterizas de los países y provincias vecinas, y los sonidos contemporáneos y del mundo. Nuestra síntesis es la diversidad, pero apoyada firmemente en la palabra, en el discurso y en los ritmos, como la galopa, el chotis, la canción misionera, el gualambao y la polca rural”. Es que en Misiones conviven muchos ritmos además del chamamé. Y eso se vio reflejado en el escenario.
El centralismo que reina en el país muchas veces hace que las músicas nobles que se forjan en las provincias queden ahí y no sigan su curso. Este festival, entonces, es una puerta para dar a conocer a artistas de la región que tienen mucho para decir, pero que no consiguen proyectarse a nivel nacional. La producción musical en el Litoral es vasta y diversa, tanto como sus paisajes y sus colectividades: las hay de Ucrania, Alemania, Italia, Polonia y Japón, entre otras.
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