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Sábado, 15 de julio de 2006

MUSICA › THOM YORKE HABLA DE “THE ERASER”, SU DISCO SOLISTA

“Con este disco, al fin hice algo que no me costó varias lágrimas”

“No quiero oír esa mierda de que soy un traidor y la banda se va a disolver”, dice el líder de Radiohead, cuyo debut solista deleitará a todo fan de la banda inglesa.

 Por Iñigo Lopez Palacios *

En la tapa de The Eraser, primer disco solista de Thom Yorke, un personaje levanta la mano haciendo un gesto para detener las olas que amenazan con arrasarlo. “¿Ha oído hablar del rey Canute? Supongo que no, es algo muy inglés”, dice Yorke. Canute el Grande gobernó en Inglaterra entre 1016 y 1035. Con sólo 20 años, conquistó el país al frente de una armada de 10.000 daneses. Más tarde unificó las coronas de Inglaterra, Dinamarca, Noruega y Suecia. A pesar de todo esto, es recordado sobre todo por ser el rey que intentó detener las mareas. Cuenta la leyenda que sus cortesanos le decían que su poder era tan grande que las fuerzas de la naturaleza le obedecerían. El monarca colocó su trono en la orilla del mar y ordenó a las olas que retrocedieran. “Cosa que, por supuesto, no hicieron”, relata Yorke. Según la interpretación más habitual, que parece ser que no es la más correcta, la moraleja es que aquel que se termina creyendo todopoderoso termina haciendo cosas que van de lo ridículo a lo monstruoso.

Para Thom Yorke, Tony Blair es un Canute contemporáneo. Vale poner un ejemplo que lo impresionó mucho: en 2003, el doctor David Kelly, ex inspector de la ONU en Irak y asesor del gobierno británico en armas biológicas, fue acusado de ser la fuente que contó a la BBC que las pruebas que justificaron el ataque a Irak eran exageradas. El gobierno británico montó en cólera. El no negó haber hablado con el medio, pero sí haber sido la fuente principal de la noticia. Fue presionado por las agencias gubernamentales. Un día de julio salió de su casa a dar un paseo y nunca volvió. Se determinó que se había suicidado. Una de las canciones del nuevo disco de Yorke se llama “Harrodown Hill”, el nombre del lugar donde fue encontrado el cadáver. “No consigo quitarme aquel período de la cabeza”, dice el cantante. “La forma en que murió. Creo que es una etapa muy oscura en la historia del Reino Unido. Siento mucha rabia cuando pienso en aquello. Lo que pretendo expresar en ‘Harrodown Hill’ es que todo el mundo en este país sabe que ahí hubo algo oculto. Que hay muchas cosas que no están claras respecto de su muerte. Pero no sabemos cómo asumirlo.”

Yorke se detiene unos segundos antes de seguir. “Inglaterra no es un lugar feliz en este momento. El país tiene un extraño estado de ánimo. Todo el mundo espera que los culpables se vayan... pero no se van. Deberían haberse ido ya. Actualmente, los gobiernos no gobiernan. Dirigen los países como si fueran empresas. Mantienen al pueblo metido en una caja, que apartan cuando molesta o que agitan para lo que quieren. En mi opinión, Occidente está a punto de sufrir una gran crisis económica por culpa del suministro de gas y petróleo. Es simplemente una cuestión de saber cuándo. Y en vez de promover un debate entre la población sobre cómo vamos a intentar prevenir esto, pasan el tiempo hablando de tonterías. Obvian las cosas importantes.” Hace otra pausa. “Perdone. Hoy es un día especialmente difícil”, concluye. Diez días antes, mientras Radiohead estaba tocando en Europa, en su primera gira en dos años, murió la madre del baterista Phil Selway. Suspendieron su concierto en Amsterdam y volvieron a Oxford, y Yorke acaba de volver del funeral.

Uno de los motivos por los que a Yorke, de 37 años, le afectó tanto el caso del doctor Kelly es que el científico vivía en Oxfordshire, el condado en el que residen él y su grupo. Las escasas entrevistas que concede para este lanzamiento solista las da precisamente en Oxford. “Es un sitio que está bien para vivir. Mi casa está un poco más allá”, aclara señalando al final de la calle. Yorke sonríe y es amable, pero sus respuestas son tensas, entrecortadas, temerosas. Muy adecuado para su papel de estrella atípica en una banda atípica. Nunca, desde la publicación de su primer álbum en 1993, siguieron las modas, ya fuera el grunge, las disputas falaces entre Oasis y Blur o la electrónica. Aun así, Radiohead lleva vendidas 23 millones de copias. No sólo han conseguido hacerse ricos y respetados. Lo más asombroso de su carrera no es que cuenten con millones de fans, sino el fervor casi religioso que despiertan en ellos.

Yorke nació con una parálisis en su ojo izquierdo y sufrió seis operaciones antes de cumplir los cinco años. La última de ellas le dejó el ojo vago. Ahora, su párpado a medio abrir, la disonancia entre ambos lados de la cara, se convirtió en un rasgo distintivo, pero durante muchos años fue un estigma, el recuerdo de que era distinto, más feo: un inadaptado. Formar parte de un grupo fue su forma de dar salida a aquella sensación. Primero se llamaron On a Friday, y nadie confió en ellos. Después se transformaron en Radiohead, y tampoco. Hasta que publicaron su segundo single, “Creep”. El tema empieza como una declaración de amor: “Pareces un ángel, tu piel me hace llorar”. De repente, dos furiosos guitarrazos rompen el tema por la mitad, y Yorke, en uno de los tonos de voz más desgarradores que se recuerdan, canta: “Pero yo soy una alimaña. Soy un raro. ¿Qué demonios hago aquí? No pertenezco a este sitio”.

Cuando “Creep” se editó, en 1992, algunas emisoras se negaron a radiarla porque la consideraban demasiado deprimente, y tuvo que pasar un año –y más de medio millón de discos vendidos en EE. UU.– para que la reedición del tema triunfara en su país. Al final se convirtió en una de esas canciones que se hacen más grandes que sus autores y amenazan con devorarlos. Sus conciertos se llenaban de adolescentes con camisetas en las que se leía “Creep”. Recibían cartas de jóvenes que decían sentirse como el protagonista de la canción. Algunas de ellas rozaban la psicopatía, así que decidieron no volver a tocarla. Algo así, salvando las distancias, como si los Rolling Stones nunca interpretaran “Satisfaction” en vivo. “Ahora la tocamos. A veces lo hacemos para disgustar a la gente. A esos fans terminales de Radiohead que cuando la escuchan dicen: ‘¿Por qué? ¡Prometieron no volver a tocarla!’. Y también en algunos conciertos masivos. Es una canción que escribimos nosotros, se nos debería permitir tocarla si queremos.”

La música es para Yorke una forma de exorcizar los demonios interiores. “No creo que incluya las letras en el disco. Si lo hago, va a sonar muy negativo. Todo lo que escribo suena muy oscuro, muy deprimente. La idea del disco surgió del rey Canute, pero creo que al final se convirtió en un vehículo para echar fuera muchas cosas que llevaba dentro. Obsesiones de las que no puedo hablar, pero que estaban ahí. Uso la música para animarme sacando lo que me atormenta.”

El álbum suena familiar, porque es tremendamente personal. Pesa más la presencia de Nigel Godrich, el productor que dio coherencia al sonido de Radiohead desde hace años, que la instrumentación electrónica. Son canciones, no desvaríos, y la voz de Yorke suena tan emocionante como siempre. De hecho, parecen canciones de... Radiohead. “¿Sí? Mierda, eso es desastroso. No era mi intención. Tuve muy claro desde el principio que lo haría con Nigel. Estaba muy asustado por no grabar con el resto de los chicos y necesitaba a alguien que me diera una patada en el culo si me ponía tonto. Pero pensaba que ahí terminaban los parecidos. La grabación fue rápida y sorprendentemente indolora. Fue divertida. Es jodidamente extraño (suelta una carcajada). Siempre asocié las cosas difíciles y dolorosas con la calidad. Ahora creo que eso es basura.”

Son famosos sus bloqueos creativos. Los ha sufrido siempre. El más importante le llegó en 1998. Un año antes, Radiohead había publicado OK computer, el salto a la gloria. La crítica lo recibió con la boca abierta y el público lo devoró con ansia. Una recopilación de ansiedades, paranoias y miedos ante un futuro amenazante: “angustia” fue el término más utilizado para definirlo. Fue su consagración, la confirmación de que eran la banda más importante del momento. “Fue un disco muy difícil, pero recuerdo que lo grabábamos en una casa maravillosa. Ninguno de nosotros tenía hijos. Pasábamos las noches despiertos. Nos colocábamos. Tocábamos a las cuatro de la mañana bajo la luna llena y luego nos poníamos a trabajar. Era muy raro. Fue un momento muy grande, estábamos todos juntos en el mismo sitio... me encantaría que fuese así otra vez. Cuando alguien menciona OK computer me acuerdo de todo eso.”

Pero cuando terminó la gira de aquel disco, Yorke estaba exhausto, al borde del colapso nervioso. Sufría el bloqueo cada vez que tomaba una guitarra. La banda lo intentó todo, pero sólo el tiempo y un cambio en las rutinas de trabajo consiguieron que casi tres años después se publicara Kid A, un intento de desmarcarse de todo lo anterior, áspero, electrónico, experimental y difícil. Un aparente suicidio comercial que volvió a arrasar. Ese fervor de sus fans, que aceptan cada uno de los pasos de Radiohead como inevitable y que, si en un principio no lo entienden, no lo achacan a que la banda haya sido incapaz de explicarse, sino a que ellos no se esforzaron lo suficiente.

Este disco en solitario procede de una crisis parecida. Hace dos años, Radiohead terminó la gira del que es hasta el momento su último disco, Hail to the thief. Fue en California, con una actuación ante 50.000 personas. No sólo era el fin de un periplo agotador alrededor del mundo, sino también de su contrato con EMI, el sello con el que grabaron toda su carrera. “Es cierto que habíamos caído en la rutina. Con este disco intenté restablecerme, recuperar mi confianza.” El propio Yorke se encargó de asegurar en un comunicado en la web en que anunciaba su disco que Radiohead seguía en marcha (“No quiero oír toda esa mierda de que soy un traidor y que la banda se va a disolver y bla, bla, bla.”). Aun así, a pesar de que la banda está de gira por EE.UU. probando nuevos temas, el hecho de que aún sigan sin contrato discográfico resulta inquietante para sus fans. “No sé qué vamos a hacer. Somos libres. De todas formas, es una cosa de la que preferiría no hablar ahora mismo. Discúlpeme, pero para una vez que hago algo que no me costó varias lágrimas, me gustaría no tener que pensar en problemas que están por venir.”

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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“No creo que incluya las letras en el disco. Todo lo que escribo suena muy oscuro, muy deprimente.”
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