MUSICA › ZAMBAYONNY PRESENTARA MAÑANA LOS AÑOS LOCOS EN NICETO
Se dio a conocer por sus rimas escatológicas o zarpadas, pero él dice que no fue un plan para después dar a conocer el resto de su material. Lo cierto es que desde su disco anterior abandonó esas temáticas y el nuevo es un lógico paso siguiente.
› Por Facundo Gari
“Si dejé de hacer canciones con palabras escatológicas es porque me quedé sin rimas: ‘poronga’ tiene cuatro buenas”, simplifica Zambayonny el “giro ATP” con el que titularán las reseñas de su último disco, Los años locos, en venta exclusiva a través de MercadoLibre desde fines del año pasado y con presentación oficial el próximo viernes a las 21 en Niceto Club (Niceto Vega 5510). No es, de todas maneras, un giro la figura más ajustada para el recorrido de este cantautor y escritor que ganó notoriedad en Televisión Abierta cantándole –con una máscara de lucha libre y entre “pips”– a “La incogible”. Su cuarto álbum (sin contar las innumerables grabaciones lo fi) es un paso natural luego de Búfalo de agua, éste sí un quiebre que le valió la nominación a los Premios Gardel de 2012, en una terna que finalmente conquistó León Gieco.
Desde su aparición televisiva, en 2006, no dejó de ser Diego Perdomo, aunque casi se lo morfa su personaje más acabado (sic), que arrancó como un psicólogo suizo con nombre “símil sambayón”, producto de “boludear con la palabra”. Ahora que aclara que apenas sabe quién es Freud; que trabajaba de profesor de ajedrez y antes de repartidor de impuestos mientras abría blogs cual bitácoras de otros seres de su imaginación; y que viene de Bahía Blanca, aunque viva en Palermo, el reflejo que le tira el escenario es más parecido a él mismo: un tipo de 40 años que desanda ideas con los “mismos acordes desde los 18”, pero cada vez con más vocablos, o cada vez en uso de combinaciones más elegantes. Ahora la explicación del seudónimo viene del Sindicato del Pedazo, su club de fans, con quienes juega al fútbol los lunes: “Ese gusto de helado tiene alcohol, azúcar y huevos, los ingredientes de mis canciones”.
–Las quince de Los años locos son un paso más de abandono de la postura de cantor guarro. ¿Qué dice de ese cambio?
–Cuando elegí la estética escatológica de los primeros discos la idea era ir a fondo, no decir “mierda” o “puta” nada más. Eso hice. Llegué a cantar la canción de la paja en El Trece al mediodía. Hoy escuchás esa canción y suena inocente. Transité mucho camino con esa pauta: hice en dos años más de cien canciones, que es lo que cualquier músico hace en quince. Entonces empecé a buscar canciones viejas con otra estética.
–Alguna vez afirmó que el recurso de la escatología era una puerta para mostrar sus verdaderas composiciones...
–Pero no fue un plan tan cerrado. No pensé “me voy a poner una máscara, distorsionar la voz y putear y cuando eso funcione...”. Malísimo plan. Terminó ocurriendo que esa búsqueda estética me permite ahora mostrar canciones que hacía paralelamente. Yo soy el mismo tipo. Tengo en casa escritas canciones iguales que las primeras, que hago porque me gustan, me divierten. No es que no hago más esas canciones. Han dicho que es una bandera mía tomar el registro zarpado y que la estaría abandonando, pero no. “Sr. Cobranza” es muy previa a mí y la pasaron en todas las radios, por no nombrar “Me gusta ese tajo”.
–¿Qué piensa cuando lo acusan de misógino?
–Me pasó sólo una vez. Me da mucha pena, porque en la Argentina hay educación pública y dan comprensión de texto, materia que evidentemente algunas personas se llevaron a marzo. No podés no diferenciar una ficción de una declaración pública. Si en una declaración pública digo una barbaridad, me hago cargo. Acá hay gente que pide pena de muerte y pasa inadvertida. Tengo cuentos en los que mis personajes hacen barbaridades: es una estupidez responder por ellos.
–¿Cuáles son los “años locos”?
–Hay una mezcla en ese título. Están los años locos como una cosa positiva y también, desde las canciones, un espíritu previo a una gran depresión, un clima de fiesta en el que se respira que se va a ir todo a la mierda. No es una alegoría del país ni nada de eso, eh. Por ejemplo, “Se va a poner muy lindo” parece un tipo que la va a pasar bien, pero en realidad se está cayendo a pedazos. Todo el tiempo está esa idea de que lo que estás escuchando no es tan alegre. Y luego están mis años locos: mis cuarenta, mi vida, mi familia... Nos pasaron muchas cosas buenas. Me parecía lindo el título, esperanzador.
–En el “prólogo” del disco comenta que cada trabajo discográfico suyo tiene una historia policial. ¿De dónde proviene esa idea?
–No, nunca se me ocurrió, me di cuenta después de que siempre hay alguna historia trágica, que alguien muere. Es cierto que la historia que sale bien no es muy rica para compartir en un asado y que prefiero contar de las otras, pero los discos estaban incluyendo de manera inconsciente historias típicas de policial. Ahora tengo que pensar una para el próximo, para mantener la tendencia.
–“Satélites caídos” fue la primera canción que compuso especialmente para Los años locos. Está inspirada en un secuestro virtual. ¿Cómo fue el episodio?
–Fue hace dos años. Muy triste. Me estaba yendo de viaje en colectivo y me llama mi novia llorando. Me pregunta si estoy bien, entonces me doy cuenta de que es conmigo. Le digo que estoy bien y ella me dice que un tipo en el teléfono le decía que me habían pegado un tiro, que yo estaba en el hospital. Te dicen que fue un accidente, entregás datos y cuando estás vulnerable te dicen que es un secuestro. Mucha gente cae y termina mal. Casi nunca te llevan, pero te manipulan. Pasaba en los recitales y en los cines en la época precelular: te tomaban los datos en la entrada como para una encuesta y después llamaban a tu casa.
–Al escuchar “El corazón de las muñecas” (cuyo videoclip, protagonizado por la modelo Emilia Claudeville, panelista de Duro de domar, se estrenó la semana pasada) es dable pensar en el pedido de mano dura del que acaba de sufrir un delito: el robado ve al ladrón que tiene delante sin pensar en cómo llegó el ladrón allí.
–Totalmente. Ponelo entre comillas eso, como que si lo hubiera dicho yo (risas). Casi nunca la derecha analiza el origen de nada.
–¿Usted cómo se define políticamente?
–Me considero de izquierda. Estoy a favor de las libertades individuales, de separar la Iglesia del Estado, de que aborte el que quiera, de la distribución de la riqueza.
–¿Y cómo es ser de izquierda y vender un disco por MercadoLibre, con lo que significa ese concepto para el liberalismo?
–Me pregunto cómo sería “vender” para alguien de izquierda (risas). Pero, sí, totalmente de acuerdo. Estamos obviando que no bien sale el disco, lo pongo gratis en la página oficial. Encontré esa manera de venderlo frente a la escasez de disquerías, sobre todo en el interior del país. Y por ahora está funcionando muy bien.
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