MUSICA › ESCALANDRUM SIGUE PRESENTANDO EN VIVO EL MATERIAL DE PIAZZOLLA PLAYS PIAZZOLLA
El baterista Daniel “Pipi” Piazzolla y el pianista Nicolás Guerschberg hablan del modo en que sumieron sus versiones del universo Astor: “Lo que está claro es que no vamos detrás de la venta de un producto, sino de lo que la música nos va sugiriendo”.
› Por Cristian Vitale
“Ahora vamos a hacer un tema de mi abuelo, que no es muy conocido. Se llama ‘Vayamos al diablo’”, anuncia Daniel “Pipi” Piazzolla, nieto del mago del fueye. Promedia el recital de Escalandrum y el Boris Café se transforma en un infierno. Un delirio musical sólo posible en el mundo Piazzolla. La pieza, estrenada en los ’50 por el quinteto del abuelo, renace en el nieto en clave de jazz multifacético, libre, veloz e inesperado. Es una de las versiones de Piazzolla plays Piazzolla, el disco que llevó al sexteto a ganar el Gardel de Oro hace poco más de un año, y el brillo no quedará ahí. Llegan, de la misma pluma, “Escualo”, tema de fines de los ’70; “Soledad”, balada calma y plena en matices, y el planetario “Libertango”. Pero también una vía alternativa que comunica al Pipi y sus secuaces con otras fuentes. Las propias, a través de dos estrenos: “Las siete maravillas”, lindo moño del arreglador y pianista Nicolás Guerschberg, y “Nutibara”, compuesta por Daniel Fogiel –saxo tenor– en honor al hotel de Medellín. Y otras ajenas que, voz de Ligia Piro mediante, recalan en un maravilloso paseo por “Summertime”, en “Barro tal vez” y “Chiquilín de Bachín”.
“Lo que está claro es que no vamos detrás de la venta de un producto, sino de lo que la música nos va sugiriendo. Hay mucho amor por ella, y un deseo de tocar cosas que no hayamos tocado antes. El desafío, siempre, es crecer”, sentencia Guerschberg ante Página/12, en la charla previa de un concierto que repetirá –con Javier Malosetti como invitado– este viernes 28 a las 21.30 en la sala de Gorriti al 5500. “Sí, esto es jazz, y el jazz no es joda”, tercia Piazzolla nieto. “El género no tiene un límite, lo que lo limita es el entorno, pero el género es el que más avanza en el mundo a nivel propuestas y experimentación. Hay un jazz colombiano, otro argentino, otro italiano, y los músicos que están dentro son los más respetados de la escena. Lo que limita es que nosotros hacemos lo que se nos canta, y tal vez a mucha gente no le guste”, sostiene el baterista, como respuesta a una pregunta referida a los efectos del Gardel. A una parte, en verdad. “Pensamos que, tras el premio, íbamos a tener más oportunidades para grabar, o que alguien de la industria, ya que se trata del premio que da la industria, se iba a interesar más por lo que hacíamos. Después de haberlo ganado, tuvimos una charla colectiva en la que se habló de poner los pies sobre la tierra y seguir igual”, completa el director de este sexteto, quinceañero ya, que en julio se presentará en el prestigioso Festival de Montreal.
–Piazzolla plays Piazzolla fue un disco muy “conversado”, no sólo en el ambiente sino también fuera del circuito en que se mueven. ¿Qué efectos pueden ver en él, más allá de haberlos llevado al Gardel de oro?
Daniel Piazzolla: –Que aprendimos un montón a nivel dinámica, a nivel musical, porque la música de mi abuelo tiene de todo, y el hecho de tocar Piazzolla es bravo, ¿no? Entonces, poder superar esos desafíos te hace mejor músico, te hace madurar.
–El pretérito imperfecto, claro, siempre es engañoso, pero tómelo en forma lúdica: ¿Qué piensa que hubiese pensado Astor del disco?
D. P.: –Creo que le habría gustado, porque de hecho le gustaba cuando hacían su música y no la tocaban igual, porque mejor no la iba a tocar nadie, y nosotros hicimos una búsqueda diferente. Que nos haya ido tan bien me deja muy conforme como nieto. No era una parada fácil hacerle un homenaje, pero a mí me encanta su música, la escucho todo el día en el auto, y en un momento sentí la necesidad de hacerla con el grupo. Es cierto, por ejemplo, que cuando los saxos tocan tango suena medio duro, porque quieren emular lo que toca el bandoneón. Nosotros hicimos ligar las notas para que suene más fluido, y logramos el sonido. Nico, que es arreglador de tango y de jazz, resolvió un montón de cosas.
–¿Cómo fue la selección de repertorio ante tantas piezas de su abuelo?
D. P.: –Los elegimos por votación libre y soberana (risas).
–¿Los condicionó más versionar “Libertango” o “Adiós Nonino” que, por ejemplo, “Lunfardo” o “Vayamos al diablo”, tema que, como dice en los recitales, no es tan conocido?
D. P.: –“Adiós Nonino” es, para mí, el mejor tema de mi abuelo, y el más difícil de tocar, porque tiene muchos cambio de tempo, y hay que tener mucho cuidado con lo que tocás, porque puede llegar a quedar mal..., es como si fuera una obra clásica, mientras que “Lunfardo”, por ejemplo, es un tema emblemático y bastante difícil, también, por sus cambios de métrica, sus dinámicas, en fin..., quiero decir que no hubo un condicionamiento basado en si los temas eran conocidos o no.
Nicolás Guerschberg: –Por lo general, en la música de jazz no hay una cosa tan camarística como en la música de Piazzolla, y había que poder incorporar todo eso a nuestra manera de tocar..., fue un laburo arduo. ¡Tuvimos que escuchar las versiones de Piazzolla miles de veces! (risas).
–¿Cuánto hay de los genes, Daniel, en este desafío de “hacer lo que se les canta”?
D. P.: –Los genes están ahí, pero la filosofía del jazzero es para todos igual, más allá de los genes de cada uno. Yo elegí este género porque era el que me permitía más libertad para experimentar, que es el rasgo que, por suerte, mejor define a Escalandrum.
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