Sábado, 5 de abril de 2014 | Hoy
MUSICA › OPINION
Por Roque Casciero
¿Qué puede decirse de nuevo sobre Kurt Cobain, a veinte años de su muerte? Si hay libros, documentales, programas de tevé, especiales de radio, pilas de discos pirata, reediciones de luxe, toneladas de papel impreso y vaya uno a saber cuántos terabytes escritos sobre él, su influencia crucial, sus dolores, su música, sus relaciones, su decisión final, su carácter icónico y todo lo que pueda siquiera rozarlo...
No es raro cruzarse hoy con chicos de secundaria con la remera de Nirvana. ¿Por qué debería serlo? En los años que pasaron desde el suicidio de Cobain, el rock ha tomado un “estado público” incluso sobredimensionado. Pero no era así cuando se escuchó por primera vez esa intro inmortal de “Smells like Teen Spirit” y esa voz atravesada por mil espinas clamaba irónicamente que entretuvieran a una generación. De hecho, que Nirvana desplazara del primer puesto del chart norteamericano a Michael Jackson obró como acta de defunción de los ‘80. Y entonces, el “rock alternativo”, las camisas a cuadros, el grunge, Seattle como meca, las discográficas saliendo a la caza del próximo Kurt...
El rock –¿por última vez?— se cuestionó fuertemente a sí mismo: Cobain hablaba de no venderse aunque sus discos vendieran millones, y el éxito de Nirvana abrió las puertas para artistas más radicales que ponían (o habían puesto) en tela de juicio cada paso dado, cada decisión ética y estética. A veces se notaba la sobreactuación. En otros casos, el asunto se tornaba tan extremo que esas posturas terminaban mordiéndose la cola y dejando a quienes las sostenían casi sin opciones de movilidad. Hoy, sin embargo, con un rock que sólo parece poder seguir adelante con las muletas económicas que ofrecen los auspiciantes, aquellos cuestionamientos (que en algún momento resultaron hasta ingenuos) cobran un peso diferente, más profundo.
La Generación X, esa que convirtió a Cobain en estampita incluso a su pesar, hacía agua ideológicamente por varios frentes; pero aquella tozudez y las ganas de cambiar las cosas hoy se extrañan. Es cierto que la nostalgia puede teñir los recuerdos de pátinas a la Instagram y que los iconos terminan vacíos de significado porque ya nadie escucha su remera. Sin embargo, por un ratito, a principios de los ’90, ser parte del mundo del rock volvió a tener un sentido cuestionador, inquieto, “revolucionario”.
¿Le quedará adentro algo de aquella llama al rock o será que, finalmente, el “sistema” se burla de aquella frase de “Smells like Teen Spirit” y cada día engrasa las armas para entretenernos a todos? Esa, entre tantas otras, es una razón para extrañar a Kurt Cobain. Y sí, no es nada nuevo.
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