Sábado, 5 de abril de 2014 | Hoy
CINE › ARRANCO LA EXHIBICION Y LA COMPETENCIA ARGENTINA EMPEZO A DAR MUESTRAS DE DIVERSIDAD
Las óperas primas Atlántida, de Inés María Barrionuevo, y Juana a los 12, de Martín Shanly, junto a El rostro, de Gustavo Fontán, y Tres D, de Rosendo Ruiz, mostraron ángulos interesantes en las primeras funciones de la Selección local que busca un premio.
Por Horacio Bernades
Con dos films protagonizados por niños, una ficción/documental de observación y una singular comedia metalingüística comenzó a despegar su diversidad la Competencia Argentina del 16º Bafici. Las películas en cuestión son las óperas primas Atlántida, de Inés María Barrionuevo, Juana a los 12, de Martín Shanly, El rostro, de Gustavo Fontán, y Tres D, del sanjuanino Rosendo Ruiz, cordobés por adopción.
Una de las cuatro películas cordobesas de la sección (Tres D es otra), presentada en la última edición del Festival de Berlín, Atlántida es un film de doble iniciación, centrado en la figura de dos hermanas. Todo tiene lugar a fines de los ’80 en un pueblito cordobés, en medio de la sequedad, el calor y las horas muertas del verano, durante una ausencia circunstancial de los padres. La mayor, Lucía, andará por los 17. Practica natación, luce reservada y no parece sentirse del todo a gusto. ¿Con el lugar, con la edad, con su hermana, consigo misma? Si sobre algo trabaja la realizadora es lo no dicho, lo indirecto, lo apenas insinuado. Elena tiene un par de años menos que la hermana, un yeso en una pierna por un palazo recibido en un partido de hockey, actitud de-
safiante y una manifiesta rivalidad fraterna. Tiene algunas amigas, mientras a Lucía se la ve más solitaria. Un paseo de Lucía y la visita del médico, peligrosamente joven y apuesto (participación amistosa de Guillermo Pfening) derivarán en sendos asomos de una sexualidad incipiente. De narración elíptica, sencilla y transparente, lo más notable de Atlántida es el modo en que crece y se densifica, como sus protagonistas, sin que se note.
“A la noche los pensamientos no me vienen, me atacan –le dice Juana a su mamá–. Siento que ya no puedo controlar mi cabeza, creo que me estoy volviendo loca.” “Siempre me hacés lo mismo –se queja la mamá–. Me cortás el estornudo.” Tal vez sea un poco demasiado, pero es una escena tan graciosa como desesperante. Opera prima del muy joven Martín Shanly (1988), Juana a los 12 tiene un poco de ambas cosas. Y es también algo ambigua y desconcertante. Como lo es Juana, a quien la película observa siempre bien de cerca, con una suerte de calma curiosidad. Dado el apellido del realizador, es de suponer que algo o mucho de autobiográfico habrá en esta historia de familias bilingües y colegio británico de zona norte, donde se enseña la gloriosa resistencia al invasor vikingo. No es claro si Juana sufre de alguna clase de problema de aprendizaje o es que simplemente no le interesa, porque mucho no habla. Pero lo cierto es que si en una obra de teatro tiene que decir el clásico “la comida está servida” se trabuca. No se sabe la tabla del 6 a los 12, y su boletín es un horror. Sin embargo, cuando se siente en confianza otra Juana aflora (notable, la debutante Rosario Shanly), y conviene no olvidar los estornudos frustrados de la mamá y la ausencia del papá. Juana a los 12 parece saber de antemano que a los 12, más que entender, a lo máximo que puede aspirarse es a ver.
A ver se dedica Gustavo Fontán en El rostro, donde regresa al mismo río Paraná que había recorrido en La orilla que se abisma (2008). El color es uno solo: blanco y negro. Los formatos son tres: digital, 16 mm y 8 mm. La del blanco y negro es una decisión tan válida como cualquier otra, la razón de la variedad de soportes escapa al entendimiento de este cronista. Si en los títulos iniciales no aparecieran los nombres de los “actores” (que de todos modos, es de presumir, son no profesionales; será seguramente gente de la zona) sería imposible adscribir El rostro a la ficción o el documental. A esa indiferenciación apunta de seguro Fontán, tal como en buena parte de su obra previa. La estructura de El rostro (título de sentido bastante indescifrable también) es circular y los hechos son mínimos: un hombre con aspecto de marino y lejano parecido a Hemingway llega en bote a un rincón ribereño, donde pasará unas horas, un par de días tal vez, con una mujer que podría ser la suya (o no), con algunos vecinos y un hombre que lo ayuda con algunos trabajos. Luego volverá a partir, tal como vino. En los momentos de disfrute (un pescado a la parrilla, algún jugueteo con los perros, el descanso a la sombra, los reflejos del sol sobre las copas de los árboles), El rostro podría llamarse Un dimanche au Parana, por sus semejanzas con la pequeña obra maestra de Jean Renoir. En otros tal vez se sienta que a esa observación desdramatizada algo le está faltando.
Curiosamente es Gustavo Fontán el que en Tres D reflexiona a cámara sobre las relaciones entre ficción y realidad. Esperadísimo opus 2 de Rosendo Ruiz, realizador de la energética De caravana, sobre esas relaciones trabaja Tres D, pero en un plano absolutamente material y concreto, más que estético. Escrita por el propio Ruiz, con colaboración del crítico Alejandro Cozza y una técnica notable en todo los rubros, Tres D transcurre enteramente “dentro” de un festival de cine. Desde allí trabaja los choques, disyunciones y desencuentros entre el adentro y el afuera, entre el cine y la vida. El festival no es un invento: se trata de la edición 2013 del Festival Internacional de Cine Independiente de Cosquín, celebrada en mayo pasado. A ese evento asistieron, con sus películas, el gran José Celestino Campusano, el mencionado Fontán y Nicolás Prividera, entre otros. Aquí aparecen los tres, desarrollando a cámara lo que podría llamarse, sin temor a exageración, sus respectivas “teorías del cine”. Esos testimonios son recogidos por el protagonista, un muchacho que quiere hacer cine y al que la producción del festival le encargó un documental sobre el evento. De su mano ingresa a Tres D la ficción, en la que tanto él como otros personajes aledaños tendrán cortocircuitos, sobre todo amorosos, con el fuera de campo coscoíno. Esta película, tan interesada por asomarse hacia afuera, no podía no ser abierta, expansiva, curiosa e imprevisible. Todo eso es Tres D, confirmación de que De caravana no fue un mero hit de verano.
* Atlántida se verá por última vez el martes a las 18 en Village Caballito 7. Juana a los 12, hoy a las 15.45 en Village Recoleta 7 y el martes a las 15.30 en Village Caballito 7. El rostro, por última vez el martes a las 18.20 en Village Caballito 4. Tres D, hoy a las 18.15 en Village Recoleta 7 y el miércoles a las 15.40 en Village Caballito 4.
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