Martes, 29 de abril de 2014 | Hoy
MUSICA › HOY VUELVE AL TEATRO COLóN EL BARBERO DE SEVILLA
Algunas de las arias más famosas del repertorio, pasajes de conjunto escritos con su habitual maestría y una obertura más que célebre son algunos de los atractivos de esta ópera cómica que consolidó el estilo de Giacchino Rossini.
Por Diego Fischerman
Un noble que quiere ser amado por quien es y no por lo que tiene –y por sus derechos de cuna–. El tópico, uno de los más utilizados en la comedia de enredos, jamás podría imaginarse sin los cambios sociales que cristalizaron en la época de la Revolución Francesa. Ni, tampoco, aquel que el conde necesita como puerta de entrada y traductor en ese nuevo mundo burgués que desconoce. Alguien que se define como “el factótum de la ciudad”: un peluquero. A partir de estos personajes, Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais escribió la primera de sus tres piezas de tema español: El barbero de Sevilla. Y con esa obra como punto de partida, Cesare Sterbini entregó a Giacchino Rossini el libreto para que escribiera una de las óperas destinadas al carnaval romano de 1816.
Ya Giovanni Paisiello –mucho más famoso que Rossini por ese entonces– había escrito una ópera con ese mismo título. Y Mozart había partido de otra de las piezas de la trilogía, Las bodas de Figaro, para su ópera de 1786. Con el título de Almaviva o la precaución inútil, la nueva obra de Rossini se estrenó en el Teatro Argentina de Roma, el 20 de febrero de 1816. Fue un fracaso estrepitoso. El público silbó y abucheó y pocas veces hubo tantos accidentes en escena. Uno de los cantantes se había caído mientras actuaba, a uno de los músicos se le había roto una cuerda, de manera más que sonora y, para peor, un gato había aparecido de un salto en medio del escenario. “Tuve que huir; creía que me iban a asesinar”, dijo, más tarde, el compositor.
Nada había sido del todo inocente, no obstante, y en los accidentes se olió la mano de Paisiello –que se consideró ofendido por el hecho de que se estrenara una segunda ópera exactamente con el mismo libreto que una de las suyas– y de sus partidarios. Nadie, en todo caso, habría podido aventurar que la obra se convertiría, a lo largo de casi dos siglos, en una de las más exitosas de todo el género. Hasta llegó, menos de una década después, a Buenos Aires, en manos de una compañía de cantantes que fue contratada directamente, en 1825, por el entonces presidente, Bernardino Rivadavia. El barbero de Sevilla fue parte, en 1908, de la primera temporada del Teatro Colón, con un elenco que incluía a Fiódor Chaliapin y a Titta Ruffo. Y hoy a las 20.30 volverá a escena en ese teatro, con un buen elenco y la dirección escénica del coreógrafo Mauricio Wainrot. Director del Ballet de Danza Contemporánea del Teatro San Martín desde hace quince años y debutante absoluto en el campo de la dirección de escena, su acercamiento al Colón fue a partir de la versión de Carmen que realizó en 2012 para la compañía de danza de ese teatro. Fue en ese momento que, en sus palabras, aprovechó para decirle al director del Colón que lo “tuviera en cuenta para una ópera”.
Algunas de las arias más famosas del repertorio, pasajes de conjunto escritos con su habitual maestría y una obertura más que célebre (que en realidad pertenecía a otra ópera, porque la original se perdió) son algunos de los atractivos de esta ópera cómica que consolida el personal estilo de Rossini. Nada hay allí de lo que la historiografía romántica incluye en el catálogo del “Gran Arte” y es comprensible la tirria que sentía ante ella un compositor como Héctor Berlioz, empeñado en oponerse a la ópera entendida como “show de voces”. “Mi sueño es ver incendiado un teatro rossiniano, en lo posible con Rossini y los rossinianos dentro”, escribió el francés en sus Memorias. Con menos extremismo, cabe solazarse con el virtuosismo vocal que demanda, con el exquisito contrapunto de sus concertantes y con el ritmo teatral que Rossini sabía imprimir a sus obras.
Con dirección musical de Miguel Angel Gómez Martínez y diseño de escenografía y vestuario de Graciela Galán, El barbero de Sevilla subirá a escena, además de esta noche, mañana y el sábado 3, en el mismo horario, el domingo 4 a las 17 y el martes 6 nuevamente a las 20.30. Con la participación de la Orquesta Estable del Teatro Colón y de su Coro Estable –que conduce Miguel Martínez–, el elenco incluirá al barítono Mario Cassi –quien había cantado el personaje de Figaro en I due Figaro, de Saverio Mercadante, que el Colón presentó en 2012–, el bajo Carlo Lepore en el papel de Don Bartolo, la mezzosoprano Marina Comparatto como Rosina y, en el papel del Conde de Almaviva, el excelente tenor argentino radicado en Europa Francisco Gatell, que en 2004 ganó el premio Caruso y en 2006 el de la Associazione Lirica Concertistica Italiana. También integran el reparto Fernando Grassi, Marco Spotti, Patricia González, Daniel Wendler y Cristian De Marco y, en la función del sábado, participará un segundo elenco integrado por Omar Carrión, Luis Gaeta, Eliana Bayón, Iván Maier, Sebastián Sorarrain, Lucas Debevec Mayer y María Luján Mirabelli.
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