Jueves, 15 de mayo de 2014 | Hoy
MUSICA › LILIAN SABA, MARCELO CHIODI Y EL MATERIAL DE SOL Y LUNA
El dúo sigue presentando esta noche en Hasta Trilce su nuevo disco, con el aporte de invitados que agregan matices a un compilado de canciones que visitan varios estilos folklóricos y consiguen fusionar calidez, belleza, riesgo y trabajo.
Por Cristian Vitale
En el camarín, tras el recital, Lilian Saba y Marcelo Chiodi se disponen a relajar tensiones. Saludan amigos, se dejan halagar, toman algo de agua y dedican un tiempo a traducir en palabras lo que, rato antes, habían dicho en música. En eso están, charlando con Página/12, cuando irrumpen dos de los hijos del Cuchi Leguizamón: Delfín y Juan. “Hermoso, divino, bello, precioso”, se deshace en elogios uno de ellos (Delfín) mientras rodea con sus brazos a los destinatarios. Algo deben saber de música los Cuchibrothers, claro, como para refrendar una sensación general: la presentación de Sol y luna, flamante disco del dúo, en efecto, acababa de cumplir con todas las expectativas. No sólo por la cantidad de gente que ocupó todas las butacas de Hasta Trilce (la sala de Maza 177, donde el dúo volverá a presentarse hoy, con Juan Falú, Liliana Herrero y Facundo Guevara como invitados), sino, sobre todo, por su brillo musical. Por su fusión entre calidez, belleza, riesgo y trabajo a partes iguales. “Nos pone muy contentos, porque cuando grabamos el disco pensamos en los músicos de nuestra generación, que hace muchos años están luchando por una música que se torna cuesta arriba. Es una militancia seguir creyendo en lo que uno hace”, dice Saba, pianista y compositora, y la sigue Chiodi: “Porque la música tiene que salir de adentro de uno, y no por algo impuesto. Esas cosas que imponen algunas producciones nosotros no las sufrimos nunca, porque nuestra música es libre”, agrega la pata masculina del dúo, que sustenta con sus vientos las teclas profundas de su pareja.
A sala llena, dicho está, Saba y Chiodi dispusieron de más de dos horas para mostrar la impronta variopinta de Sol y luna, con varios de los invitados que participaron en la grabación del disco. Junto al guitarrista Juan Carlos Maddio y al contrabajista Quique Ferrari, por caso, para dar vuelo a “Interludio-Auca Nahuel”, un viejo y hondo tema de Chiodi. Junto a Carlos Moscardini (guitarra) y el Colo Belmonte (percusión), para activar una cueca riquísima en matices, llamada “El corazón manda”. Junto a Cuartoelemento (Mono Izarrualde + Néstor Gómez + Horacio López + Matías González) para homenajear a Dino Saluzzi con un tema de los invitados (“La lámpara de alas dino”) y volver al disco con el impecable huayno que lo titula. Y junto a nadie –la pareja a solas, es decir– para recrear “Zamba de los mineros”, del Cuchi y Jaime Dávalos, en clave de piano y quena, o la sentida milonga ciudadana “Esquina Vallese”. “Así como otros temas refieren a nuestra juventud, éste es contemporáneo. Hace casi 18 años que estamos viviendo en el mismo lugar de Caballito y hay mucha gente que aún le dice Canalejas a la calle Vallese”, cuenta la pianista tras el concierto.
–Y otra que le dice Canning a Scalabrini Ortiz o Cangallo a Perón.
Lilian Saba: –Totalmente. Es una parte de nuestra historia controversial en la que, bueno, hay que definirse. Yo digo Vallese.
–Y en “Zamba de los mineros” dice todo tocando.
L. S.: –(Risas.) La cantaba de adolescente y por eso mientras la voy tocando me voy acordando de esa letra tan mágica. Tiene sólo dos caminos la zamba de los mineros, morir el sueño del oro y vivir el sueño del vino... ¡Qué hermosa es!
–¿Cómo funciona esa letra hacia dentro cuando la versión, como en el caso de la de ustedes, es instrumental?
L. S.: –A mí me gusta tocar música argentina o latinoamericana porque sé lo que dicen sus textos. Nuestro folklore se canta y eso enriquece mucho para internarse en la letra de una zamba, por más que la hagas en un formato instrumental. Es algo concreto a lo que apuntás, y no como cuando el tema es originalmente instrumental y podés volar hacia distintos lugares.
–Como es el caso de “Sol y luna”, el huayno que da nombre al disco.
M. C.: –Que nos acompaña como el latir del tiempo, a través de una onda envolvente, un ciclo.
L. S.: –Con solos que van y vienen, sí. Cuando lo compuse vi eso, y después vi que el disco es así: va y viene del pasado, de los clásicos a los nuevos compositores... un vaivén que da una cosa circular.
–Se intuye que hacer huaynos, zambas y chacareras tiene que ver con una necesidad de disfrute, de goce musical. ¿Pasa lo mismo cuando abordan los géneros más relacionados con la pampa húmeda, la cosa surera o hay un fin misional relacionado con la necesidad de difundir esta música “difícil”, en términos de mercado?
L. S.: –A mí me gusta tocar milonga pampeana, es un género precioso y que llega mucho a la gente. Es tan hondo y profundo como una zamba lenta, o una vidala, lo que pasa es que lo que más se ha difundido son algunas cosas del folklore del NOA o el chamamé, mientras que es muy difícil, dentro del noroeste, escuchar vidalas, por ejemplo. Siempre se enfoca más a lo festivo que a lo profundo. Lo mismo pasa con el folklore surero o el cuyano, que también está poco difundido. Los que tenemos conciencia de que esa parte existe esperamos que, con la nueva ley, se abra un camino en los medios de comunicación para que haya más diversidad. Es importante que haya canales para todo tipo de música, porque tenemos un país bellísimo en cantidad y calidad de artistas, y eso tiene que visibilizarse.
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