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Jueves, 15 de mayo de 2014

CINE › ABUCHEOS EN LA APERTURA Y UN ESCáNDALO INMINENTE

Fallidos cuentos de hadas

El pase de prensa de Grace de Monaco, protagonizada por Nicole Kidman, terminó entre justificados silbidos. Mientras, otra “intriga de palacio” sacude la Croisette, porque el próximo presidente del festival es investigado por presunto fraude fiscal.

 Por Luciano Monteagudo

Desde Cannes

El primaveral sol del Mediterráneo no podría haber lucido mejor para la inauguración de una nueva edición –la número 67- del Festival de Cannes, que ayer abrió nuevamente sus puertas al mundo del cine. Pero como tituló –no sin malicia- en su nota de tapa el cotidiano Libération, se avizoran “nubes en el horizonte” de la muestra. Y la primera fue nada menos que la película elegida para la gala de apertura, Grace de Monaco, cuyo pase de prensa culminó con silbidos y abucheos, a pesar de la magnética presencia en pantalla de Nicole Kidman como la protagonista del título. “Ficción basada en hechos reales” (tal como aclaran prudentemente los créditos) de Su Alteza Serenísima, la Princesa Gracia de Mónaco, cuando había dejado de ser Grace Kelly pero todavía dudaba si volver al cine de la mano de Alfred Hitchcock, la película dirigida por el francés Olivier Dahan (el mismo de La vie en rose, la biopic sobre Edith Piaf) es de esa clase productos que parecen pensados más para lucir el vestuario y la bijouterie que cualquier atisbo de arte cinematográfico, al punto de que la pantalla del festival llegó a confundirse por momentos a la portada de la revista Hola.

Ambientada en el famoso principado de Mónaco, ubicado apenas a 55 kilómetros al norte de Cannes --donde Grace Kelly rodó, de la mano de Hitchcock, Para atrapar al ladrón (1955)--, la película de Dahan logró el dudoso privilegio de ganarse no sólo el rechazo plebeyo de la crítica sino también el de la familia real monegasca. Los Grimaldi zanjaron cualquier duda sobre su apoyo a la película cuando dos semanas atrás hicieron público un comunicado en el que aseguran que “se trata de una página de la historia del Principado basada en referencias históricas erróneas y literarias dudosas” y que la razón de ser de la película obedece a “fines puramente comerciales”. La propia Nicole Kidman tuvo que salir a defender ayer en la conferencia de prensa al film, diciendo que se sentía “triste” por el comunicado, pero que comprendía el malestar de los hijos de Grace y del príncipe Rainiero “por sentir invadida su intimidad”, y que solamente habían querido hacer “un cuento de hadas”.

De hecho, esa expresión se repite una y otra vez en el film de Dahan, que comienza cuando Grace de Monaco es exhibida como una prisionera en la jaula de oro en la que la habría encerrado Rainiero (interpretado por Tim Roth). A esa fortaleza llega su viejo amigo y admirador Alfred Hitchcock -presentado de manera cada vez más ridícula y desdorosa— para acercarle el guión de su próxima película, Marnie. Pero, en una auténtica celebración de la nobleza, la película destaca el sacrificio que habría hecho esa plebeya estadounidense por el minúsculo principado europeo al que finalmente considera su casa. En el film, Grace, madre devota y esposa fiel, no sólo ofrenda su felicidad y su carrera a ese lujoso peñón sobre el Mediterráneo sino que se convierte en la más ferviente defensora de su causa, en un momento de crisis para el principado, acosado por todo tipo de intrigas de palacio.

Resulta gracioso, por no decir indignante, que la película de Dahan compare la guerra por la independencia de Argelia que tenía lugar a comienzos de los años ’60 con el conflicto impositivo que Mónaco enfrentaba por entonces con Francia, como si ese paraíso fiscal de ricos y famosos (en el que no falta el armador griego Aristóteles Onassis y su amante Maria Callas) fuera un bastión de “la resistencia y de la libertad individual”, en palabras del propio film. Un experto del principado (a cargo del inglés Derek Jacobi) le enseña a Grace –y ella se lo recuerda a Rainiero- que Mónaco no se rindió ante Luis IX ni Napoleón. Y que no tiene por qué hacerlo ahora con un ridículo Charles De Gaulle, que para colmo -como casi todos los personajes franceses que aparecen en la película- discute asuntos de Estado en un improbable inglés.

Mientras tanto, otras intrigas de palacio preocupan al Palais des Festivals de Cannes. Según se supo menos de una semana atrás, el francés Pierre Lescure, que sustituirá a Gilles Jacob (83 años) como presidente del Festival de Cannes a partir de la edición del próximo año, está siendo investigado por presunto fraude fiscal. La Fiscalía de París abrió una investigación preliminar el pasado noviembre, después de que el organismo de lucha gubernamental contra el blanqueo, Tracfin, les transmitiera movimientos bancarios “sospechosos” efectuados en 2012 por el ex presidente director general del grupo Canal+. Ese centro había detectado varias transferencias de cantidades “importantes” desde una cuenta de Lescure a otra de su propiedad en Suiza, que semanas después de ese envío fueron transferidas de nuevo a una cuenta en Francia a su nombre. La Justicia intenta averiguar el porqué de esas transferencias, si hubo un intento de fraude fiscal y si esos movimientos estaban justificados y eran legales.

Para blanquear, si fuera posible, su nombre, Lescure aseguró que ha entregado a los investigadores “todos los justificantes necesarios” y subrayó que las cantidades citadas fueron declaradas en su día a las autoridades suizas o a los servicios fiscales franceses. Habrá que ver cómo termina este otro “cuento de hadas”.

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