Martes, 3 de junio de 2014 | Hoy
MUSICA › STEFANO BOLLANI, UNA CITA DE HONOR EN EL TEATRO COLISEO
En su tercera visita, el pianista italiano propondrá un nuevo recorrido del que se desconocen comienzo, itinerario y destino, y que así permitirá zambullirse en un universo siempre disfrutable: como quedó claro en sus conciertos anteriores, todo puede suceder.
Por Diego Fischerman
El jueves 11 de mayo de 2006, el pianista Stefano Bollani tocó por primera vez en Buenos Aires. Fue en la apertura del Festival de Jazz de la ciudad, que en ese entonces, antes de que la gestión del ingeniero Macri pretendiera habérselo inventado, se llamaba “Jazz y otras músicas”. Allí, este músico brillante tocó en dúo con quien todavía hoy considera su mentor: el trompetista Enrico Rava. Con él había grabado para el sello ECM, en 2003, como parte de su quinteto (en Easy Living) y, en 2004, en un notable disco en trío (el tercer hombre era el baterista Paul Motian) bautizado Tati. Y registraría, en el mismo año de su actuación porteña, y, como aquí, en dúo, otro álbum, sin tercer hombre alguno, llamado The Third Man. En 2007, Bollani regresó a Buenos Aires, a solas. Y hoy, a las 20.30, este músico que se considera más “un improvisador” que “un músico de jazz” volverá a actuar como solista.
En el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125), y como parte de un ciclo llamado Verano italiano en Buenos Aires, programado por el gobierno de Italia en combinación con el Ministerio de Cultura de Buenos Aires, Bollani tocará lo que, en sus propias palabras, “se me ocurra en el momento”. Si fuera necesaria una prueba de hasta qué punto llega su falta de premeditación (o la inu-tilidad de cualquier clase de plan previo), bastaría con lo que cuenta acerca de la grabación de Piano solo (publicado también en ECM): “La idea original era hacer un disco alrededor de Prokofiev. En muchas ocasiones tomo piezas clásicas y las tomo como si no lo fueran, como materiales para la improvisación. Me entusiasmaba improvisar sobre Prokofiev, o eso creía, pero lo que me salía no me interesaba en absoluto. Estuve un rato largo en el estudio de grabación sin lograr nada que me gustara hasta que me vino a la cabeza ‘Don’t Talk’, una canción de los Beach Boys, que me cambió totalmente el ángulo de lo que estaba haciendo. Finalmente, en el disco hubo algo de Prokofiev y también un tango, ‘A media luz’, entre otras cosas; pero lo que había planificado de una manera acabó siendo muy diferente a como lo había previsto”.
Bollani tiene una discografía profusa. Sólo en ECM se agregan, a los ya nombrados, un disco más con Rava (New York Days, de 2008, con un quinteto que completan Mark Turner, Larry Grenadier y Paul Motian); Stone in the Water (grabado ese mismo año en trío con Jesper Bodilsen en contrabajo y Morten Lund en batería); Orvieto, registrado en vivo a dúo con Chick Corea, en el festival de esa ciudad, en diciembre de 2010 y enero de 2012; y O que será, un luminoso recorrido por algunas piezas maestras del repertorio de la canción brasileña –y por alguna otra cosa, como el “Oblivion” que Piazzolla escribió para un film de Marco Bellocchio– junto a Hamilton de Holanda en bandolim (una mandolina folclórica de Brasil). Pero un panorama representativo de este pianista casi inclasificable no debería excluir alguno de sus discos para el sello francés Label Bleu –como el formidable I Visionari, de 2006, en quinteto con Mirko Guerrini en saxos y flauta, Nico Gori en clarinetes, Federico Spinetti en contrabajo y Cristiano Calcagnile en batería, con el agregado de la voz de Petra Magoni y la suya propia– o su versión de Rhapsody in Blue y el Concierto en Fa, de George Gersh-
win, registrada para Decca junto a la Orquesta de la Gewandhaus dirigida por Riccardo Chailly.
Lo sucedido en Orvieto, en todo caso, no es un hecho menor si se piensa que Bollani es el único pianista, aparte de Herbie Hancock, con quien Chick Corea actuó y grabó a dúo. La idea fue del director del Festival de Jazz de Umbria, Carlo Pagnotta, y, según cuenta Bollani, “mi agente llamó a Chick y él dijo ‘sí’”. “Fue maravilloso tocar con él”, afirma. “Era un fan de Chick Corea desde niño, desde que empecé a escuchar pianistas de jazz a los 11 años. Y así y todo jamás hubiera imaginado el grado de pasión que él pone en la música. Empezamos conversando por correo electrónico, y él siempre hablaba de lo que estaba estudiando en ese momento y de los ejercicios que hacía en el instrumento. Era un pianista de 70 años, hablando de estudiar y practicar. Inmediatamente pensé que me gustaría llegar a esa edad y ser como él, todavía apasionado y todavía un estudiante.”
Nacido a fines de 1973, Stefano Bollani tiene entre sus fuentes al jazz. Pero su manera de abordarlo –o de trabajar técnicamente con su instrumento– no es exactamente jazzística. Sus improvisaciones, que obviamente releen a Art Tatum y a Bill Evans –y a Chick Corea, claro–, entre muchos otros, lo hacen desde un universo más cercano al de los Estudios para piano del compositor György Ligeti (que, a su manera, también releen a Tatum) que a la propia tradición del jazz. Tampoco sus materiales provienen de un solo lugar. Tango, canción brasileña, un movimiento de un concierto de Prokofiev, Michael Jackson, Frank Zappa o una canción napolitana pueden ser igualmente válidos como puntos de partida. “El tango y las canciones de los años ’30 son la música del último período en que el gusto popular iba a la par del de la crítica”, reflexiona. “Después tomaron rumbos opuestos. Y en el medio inventamos el rock, como para complicarlo todo aún más. A mí me gusta considerarme, por una parte, un divulgador, simplemente. Alguien que hace conocer algunas músicas. Y, por otra parte, me interesa tomar una música con una visión de 360 grados, aunque haya gente a la que esto no le venga bien. Leonard Bernstein, casi al final de su carrera, escribió una misa con instrumentación de rock. Y antes, comedias musicales. Y nadie se atrevería a decir que no fue un gran músico. El jazz, para mí, fue el conocimiento de la libertad. Si ahora, en nombre del jazz, se defendiera la falta de libertad, significaría sencillamente la muerte del jazz.”
McCoy Tyner, uno de los grandes pianistas de la historia de ese género e integrante del cuarteto de John Coltrane, había dicho a este diario que tocar con ese saxofonista era como “un viaje en el que sabíamos desde dónde salíamos, y a veces adónde deberíamos llegar, pero jamás el recorrido”. La definición bien podría caberles a los conciertos de Bollani, a solas con su piano. Con una diferencia: en estos casos tampoco se sabe exactamente el lugar donde comenzará el viaje.
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