Martes, 3 de junio de 2014 | Hoy
TELEVISION › GABRIEL BYRNE Y LA ADAPTACIóN DE BENJAMIN BLACK PARA LA BBC
Las novelas policiales escritas por John Banville llegaron a la pantalla inglesa con un intérprete ideal. Aquí, el actor y el escritor hablan de El secreto de Christine, que pone el foco en un escandaloso tráfico de bebés huérfanos realizado por la Iglesia Católica.
Por Gerard Gilbert *
Residió durante mucho tiempo en Nueva York, y antes de eso en Los Angeles, pero Gabriel Byrne es dublinés de nacimiento: el año pasado, cuando se encontró filmando de regreso en la capital irlandesa, la ciudad donde pasó una infancia no del todo feliz, la experiencia fue algo que el actor describe como “un choque con mi pasado”. “Por una total coincidencia, estábamos filmando en el mismísimo departamento donde viví por primera vez, en Pembroke Road”, dice el protagonista de De paseo a la muerte (Joel y Ethan Coen, 1990), Los sospechosos de siempre (Bryan Singer, 1995) y la serie de HBO En terapia. “Y además hicimos escenas en el teatro donde tuve mi primera aparición profesional, el Olympia. Puffff, el término déjà vu ni siquiera empieza a describir lo que sentí.”
Lo que hizo que esa experiencia fuera doblemente poderosa para Byrne fue que la serie que estaba filmando para la BBC, Quirke, está ambientada en el Dublín de mediados de los años ‘50: la década de la infancia de Byrne, hijo de un trabajador que hacía barriles de madera para Guinness. Quirke (no se revelará aquí su primer nombre) es el patólogo héroe –o antihéroe– de la serie de seis novelas de crímenes escritas por John Banville bajo el seudónimo de Benjamin Black. “Cuando empezó a escribir bajo ese nombre me dio mucha curiosidad ver cómo abordaba el género de detectives”, dice Byrne. “Y por supuesto, siendo Banville, conoce muy bien el misterio; pero lo que hace interesantes tanto a los libros como al programa es que se trata en buena medida de un estudio de caracteres.”
Banville abordó la ficción criminal en 2005, el mismo año en que ganó el Booker Prize por El mar. Aunque los orígenes de Quirke originalmente están en una miniserie encargada –pero nunca filmada– por la cadena irlandesa RTE y la australiana ABC, llamada Christine Falls, que contaba el escándalo de los huérfanos irlandeses enviados por la Iglesia Católica a Australia y Norteamérica en los años ‘50. En ese proceso, al leer por primera vez al prolífico autor belga de novelas criminales Georges Simenon, Banville quedó profundamente impresionado y decidió convertir Christine Falls (publicada en castellano como El secreto de Christine) en una novela policial. “Fui a quedarme con un amigo en Italia”, cuenta ahora el escritor. “Me senté en mi habitación a las nueve de la mañana de un frío marzo en Toscana y empecé a escribir Christine Falls. No sabía si iba a poder hacerlo o no, pero a la hora del almuerzo había escrito unas dos mil quinientas palabras. Normalmente me sentía afortunado si podía escribir doscientas en un solo día.”
Banville rápidamente anula la idea de que esa velocidad significa que de algún modo considera al policial más fácil –y por lo tanto, de algún modo pasatista– que su otra vertiente literaria. “Ese es un pato que se ha mantenido andando por años”, dice. “Sucedió que en un festival de autores de policiales dije que había escrito muy rápido como Black y muy lentamente como Banville, lo cual molestó a varios escritores de ficciones criminales... no sé por qué. Simenon acostumbraba escribir sus libros en diez minutos, y no se me ocurre un mejor maestro”, explica. “Escribo rápidamente el material de Benjamin Black porque escribo espontáneamente. Black camina en una cuerda floja, no puede mirar para abajo, sólo seguir caminando. El pobre Banville es un topo cavando en la oscuridad, año tras año, esperado que eventualmente pueda ver la luz.”
Byrne y Banville se conocieron en 1984, cuando el actor protagonizó una película del Channel 4 británico, Reflections, basada en The Newton Letter (La carta de Newton, tercer volumen de la trilogía Revelations realizada por el autor). Pero Byrne tenía sus reservas sobre trabajar en esa adaptación del libro de Banville. “Hice varias bromas con John sobre esto, que Quirke originalmente medía casi dos metros y tenía el pelo rubio y los pies de un bailarín...”, cuenta Byrne. “Y John dijo ‘es algo curioso, desde que empezaste a hacer esto le empecé a oscurecer el pelo y a hacerlo un poco más bajo’.” El mismo Banville agrega: “Quirke empezó siendo enormemente alto, rubio y bien parecido, irresistible; era como una broma hacia mí mismo, porque comparado conmigo es exactamente el opuesto físico. Pero Gabriel fue un gran hallazgo para este papel... creo que carga con una especie de ilevantable melancolía”.
Para llevar a la pantalla a su personaje, Byrne hizo una investigación que lo llevó a conocer verdaderos patólogos de Dublín. “Hablamos sobre el alma, y cómo uno diferencia entre el cerebro y el alma”, dice. “Le pregunté a uno de ellos si todos los cuerpos muertos eran lo mismo. Y él me contestó: ‘No, no lo son... a veces tenés una persona que murió de manera inesperada, o fue asesinada, o murió en un accidente de autos. Y la energía está atrapada en su cuerpo, y lleva un tiempo para que esa energía se disipe’. Y cuando le pregunté qué pensaba de ello, me dijo: ‘Como una nota práctica a tener en cuenta, nunca, pero nunca dejes a una persona enojada. La furia queda atrapada en el cuerpo.”
Coprotagonizada por Michael Gambon como el padre adoptivo de Quirke, un juez de Dublín, la primera de las adaptaciones (realizada por Andrew Davies) es la mencionada El secreto de Christine. En ella, una nefasta hermandad católica vende bebés huérfanos a Estados Unidos: un tema que resultó similar a Philomena, la película de Steve Coogan nominada al Oscar. “Era una forma de secuestro legalizado... una cosa horrible para hacerle a un niño, y a la madre y al padre”, dice Byrne, quien tiene grandes razones personales para odiar a la Iglesia: fue abusado sexualmente por sacerdotes entre los 8 y los 11 años. “La Irlanda de los años ‘50 era una sociedad casi de talibán, una sociedad terriblemente oprimida. Ahora todas las piedras han sido levantadas, y todos los gusanos han quedado expuestos a la luz.”
“La Iglesia Católica era nuestro Partido Comunista”, coincide Banville, que fue criado en el cercano pueblo de Wexford. “Ellos conducían cada uno de los aspectos de nuestras vidas. En ese momento no lo sabíamos, realmente creíamos que éramos libres. Creo que ése es el tema fundamental de esos libros: la falta de libertad de todas esas personas.” El escrito no tiene influencia en la serie realizada para la televisión, que comenzó a emitirse la semana pasada en la señal BBC1. “Más allá de cualquier otra cosa, filmar es algo muy aburrido”, sostiene. “Cuando mi hija empezó a hacer equitación y doma de caballos fui a verla un día: todo un gran y largo proceso de preparación, y luego ella hizo seis vueltas de galope por distintos espacios y esto fue todo. Listo, terminado. Y de pronto pensé: Ya sé a qué se parece esto, es como hacer películas.”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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