Sábado, 7 de junio de 2014 | Hoy
MUSICA › LUCIANO CHOQUE RAMOS, DIRECTOR DE LA ORQUESTA TODOPODEROSO POPULAR MARCIAL
La orquesta, una fanfarria de vientos y percusiones que transita la cumbia mexicana, colombiana, villera, peruana, sonidera y los ritmos de Bolivia, mostrará hoy en el Teatro Mandril cómo suena en vivo el poderoso material de Alborada en el derrumbe.
Por Sergio Sánchez
Un fenómeno cultural ocurre, al menos, hace una década: el acercamiento de las nuevas generaciones urbanas a los folklores latinoamericanos. Esto no significa que antes los músicos de los grandes centros urbanos no se vincularan con géneros rurales o folklóricos, pero lo cierto es que el intercambio musical se viene dando de manera cada vez más sostenida, decidida y masiva. Se multiplicaron, en los últimos años, las propuestas interesadas en recuperar los sonidos nacidos en Latinoamérica, desde la música andina hasta la chacarera, pasando por el reggae, la murga, la bossa nova y el merengue. Y, claro, la cumbia –y sus derivados, como el porro y el vallenato– no fue la excepción. Este género, que desató más de una polémica en la Argentina, hoy también se produce en la ciudad de Buenos Aires y ya no es exclusividad de los márgenes. ¿Moda o cambio cultural? Parece imponerse la segunda opción, aunque el oportunismo nunca falta.
Lo cierto es que este cambio de mirada trajo cambios positivos. La cumbia villera, por ejemplo, pudo escapar del estigma que en 2004 hizo evidente el entonces jefe de Gabinete Alberto Fernández. El funcionario vinculó directamente el aumento de la delincuencia con la difusión de este estilo de cumbia. Porque la cumbia no es una sola, son muchas y se expanden por todo el continente; de tal forma que cada país que se la apropió le puso su sello propio. De esa diversidad da cuenta la orquesta Todopoderoso Popular Marcial, una fanfarria de vientos y percusiones que transita por la cumbia mexicana, colombiana, villera, peruana, sonidera y por ritmos bailables y populares de Bolivia (huaynos, tinkus y caporales) y la región. Todopoderoso integra una nueva camada de orquestas porteñas que ponen el acento en la música tropical, aunque no le escapan a otros géneros folklóricos. Integrada por 21 músicos, este combo de bronces acaba de publicar su primer disco, Alborada en el derrumbe, un trabajo instrumental irresistiblemente bailable que hasta se permite versionar “Puño de acero”, de Rage Against the Machine. Lo presentarán hoy a las 23.30 en el Teatro Mandril (Humberto Primo 2758).
“El prejuicio hacia la cumbia estaba sólo en Argentina, en otros lados del mundo la cumbia estaba invisibilizada y luego se visibilizó. Pero acá no sé si se rompió el prejuicio o lo aceptamos porque en el mundo ‘ahora está bien’”, se pregunta Luciano Choque Ramos, director general y creador de Todopoderoso. “Ya nos pasaron por adelante. Hay cumbia hasta en Inglaterra y en Francia, mucho antes de que se la aceptara en Buenos Aires”, completa el músico, aunque al mismo tiempo reconoce el cambio cultural. “Hace algunas semanas, en un programa de La Tribu, estábamos con las chicas del grupo colombiano Son del Arroyo y contaban que cuando llegaron a Buenos Aires, en 2005, nadie sabía qué era una gaita y una tambora, instrumentos de la cumbia tradicional. Pero decían que ahora hay bocha de gente que no sólo toca esos instrumentos, sino que también los hace. Y está buenísimo que empiece a circular. Hay un claro proceso cultural de intercambio, que no es sólo musical. Esto va de la mano de otras lógicas no sólo musicales, como prestarle atención, por ejemplo, a lo que pasa en el gobierno de Bolivia.”
–¿Por qué la propuesta es instrumental y no hay un frontman?
–Nos gustaba la idea de no tener la lógica televisiva de centralizar en un personaje, sino que sea algo más popular y democrático en su formato y en su forma de transmitir. Es algo en tiempo real, no están todos mirando al cantante. Es una idea, pero no significa que lo que no sea así no esté bueno. Me encanta ver a un cantante en el escenario. De hecho, la idea inicial era no necesariamente tocar en escenarios, sino tocar sin microfonear nada y entre la gente. Después eso fue mutando un poco porque hay ciertas situaciones que no las podemos abarcar: si hay mil personas y nosotros igual seguimos siendo veinte, por más que suene fuerte, no se escucha. Lo instrumental viene un poco por ese lado: que no haya un rol protagónico, como sucede en el mundo del pop y el rock.
–Más allá de tomar distancia, el rock se cuela en la orquesta. ¿Es una cuestión generacional?
–Es casi al revés. De pronto se están colando las orquestas en el mundo del rock. Hasta hace poco era un embole decir que tocabas en una banda de viento o hacías folklore. Cuando estábamos con la Peña Eléctrica, había salido una nota en Rolling Stone que decía “vas a ver que el folklore tiene onda”, como abriendo el juego. En Argentina hay una cosa muy conservadora, de seguir repitiendo el rock, porque fuimos los primeros en Latinoamérica en tener este género. Pero no pasa en ningún otro lado eso. En verdad, no es que ya fue, pero comparte el mismo lugar que otros géneros. La movida acá, claro, responde a un mercado. Por suerte, se empezó a colar toda la movida de las orquestas y gente a la que le interesa tocar otros instrumentos. Alguien que tocaba el acordeón hace veinte años y da clases, seguro te va a decir que hoy tiene más laburo que hace diez años. De todas formas, está bueno que en Todopoderoso hayamos mantenido un lado más rockero, más fuerte. Porque nos gusta saltar y hacer pogo. Para nuestra generación y varias para adelante y para atrás, tener un rato de pogo es liberador, es necesario. La banda tiene pocos temas tranqui, la mayoría son fuertes.
Ramos cuenta que su interés por la cumbia, la música latinoamericana y las fiestas populares nació durante su adolescencia, cuando con su familia iba a la fiesta de la Virgen de Urkupiña, que se hace cada octubre en el Bajo Flores. “Es una fiesta súper multitudinaria e híper invisibilizada; nadie se entera que hay como 30 mil personas en la calle dando vueltas frente a la cancha de San Lorenzo”, cuenta. Durante el festejo, desfilan por la calle comparsas, bandas de viento, grupos de sikuris y ballets de danzas andinas. Por eso, quiso trasladar a la orquesta ese espíritu callejero, orgánico y de tracción a sangre. “Desde la música y lo visual, tenemos más que ver con lo callejero y lo popular, que con espacios cerrados en donde hay que amplificar los instrumentos. En las fiestas tocamos entre la gente y en el escenario”, destaca el músico.
–¿Este proceso también tiene que ver con la necesidad de encontrarse, de recuperar la fiesta popular y de darle valor al baile?
–Sí. Y también responde a otro tipo de encuentro: tener músicos tocando en vivo en lugar de un DJ. Un intercambio más mezclado entre músico y público, que es la lógica de la fiesta popular, como sucede con los sikuris. Los tipos tocan en una ronda y la gente está alrededor. No hay una lógica de espectáculo con escenario. Por otro lado, se está revalorizando el baile. En nuestro caso, llama la atención ver tantos músicos tocando en vivo. También hay una revalorización de lo antiguo, quizás en contraste con lo digital. La vuelta del vinilo responde a eso. Más allá del mercado, hay una necesidad de que pasen otras cosas.
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