Viernes, 18 de julio de 2014 | Hoy
MUSICA › VERONICA CONDOMI Y CAMINO DE ESTRELLAS, SU FLAMANTE DISCO
La cantante bucea en su pasado, que incluye participaciones en las legendarias agrupaciones MPA y MIA, y lo proyecta al presente. Está presentando un CD notable, en el que tiene como socio musical al guitarrista Pablo Fraguela.
Por Cristian Vitale
“Heterogéneo en repertorio y simple en conformación musical”, definía Verónica Condomí Camino de estrellas, su flamante disco. Informaba, además, sobre día y lugar de estreno (hoy a las 22 en el CAFF de Bustamante 764). Se “babeaba” por la sociedad musical con el guitarrista Pablo Fraguela y por las intervenciones de Quique Condomí –su hermano–, en violín, y de Yani Lui, en voz. Explicaba, también, la historia del tema homónimo, la rabia en vivo que sucede con otra pieza (“El fragor de la batalla”), y teñía de cierto misterio a “Tengo un pie en el aire” y “Sólo el color”, sus otras creaciones. Todo esto decía esta cantora argentina y popular cuando de repente se coló al vuelo una chacarera: “Juan del Monte”. “Me encanta tocar el bombo, cantar y vibrar la chacarera, y sobre todo hacerlo en vivo, porque es como buscar el punto de la alegría del encuentro entre el corazón de una con un tema que no es de una. Así es como el corazón entra en sincro con la chacarera”, sentencia, ahora sí, en tiempo presente.
Se coló una chacarera y, claro, se coló MPA. Se colaron Peteco Carabajal, el Chango Farías Gómez, el Mono Izarrualde y Jacinto Piedra. Y si se cuelan esos cuatro faros luminosos de la música telúrica, junto a quienes Condomí compartió magia, toques y discos durante buena parte de los ’80, se cuela una necesidad inevitable: volver la vista atrás, y ver mejor: “Creo que ellos se quedaron conmigo en un montón de cosas que todavía están”, dice, y no hay manera de frenarla. “Precisamente empecé a tocar el bombo porque el Chango me dijo una vez: ‘Negra, vení a tocar el bombo en el ensamble que estoy armando’, ‘¿Yo?, ¿el bombo?’, le pregunté, ‘Sí, vos, yo te enseño’, respondió. El Chango siempre fue un espíritu maestro para mí, ya desde aquel momento en que intuitivamente me eligió para cantar en MPA, que es un tesoro en mi vida. Yo era muy joven cuando entré y, si bien en mi familia la música latía desde la infancia, ese grupo fue fundamental. Me dejó un bagaje tremendo de aprendizaje, pese al dolor de la ausencia.”
–La del Chango, claro. ¿Y la de Jacinto?... él se ha transformado casi en una leyenda para las nuevas generaciones de la música de raíz, y usted lo tuvo muy cerca. ¿Cómo se le ocurre invocarlo?
–A través de su pasión. Jacinto tenía una pasión por la música tan enorme como su voz. Era muy feliz tocando y cantando. Pienso que lo grosso de él era que no tenía dudas. Su certeza llevada a la enésima potencia logró que desde su instinto fuera un ser pleno con su música, y eso en general no sucede porque falta esa certeza. Yo creo que todos, adentro, tenemos la posibilidad potencial de hacer lo que nos propongamos. Cuando el estímulo llega a tiempo, eso se desarrolla y se potencia, pero cuando no llega, se encapulla y se adormece, hasta que aparezca la fuerza de voluntad, que no siempre llega... A Jacinto le llegó, y esa fue su estrella.
–La de una personalidad avasallante, según se recuerda cada vez que se habla de él...
–En particular, no nos llevábamos muy bien. Pero una vez MPA hizo un trabajo con Fernando Cuperman, un psicólogo que además fue mi maestro de taichi y kung fu, y pudimos resolverlo.
–¿Qué pasó? No figura en la historia “oficial” de la banda...
–(Risas.) Que nos juntábamos, hacíamos unas enormes zapadas, y todo parecía divino, pero no podíamos concretar nada. No podíamos lograr que esa magia se tradujera en temas, hasta que Fernando nos dio herramientas. Yo me quejaba, por ejemplo, porque Jacinto no me escuchaba cuando le hablaba, y Fernando me decía: “Si querés que te escuche lo tenés que tocar, porque él no es auditivo, es kinestésico”. Así se fueron articulando un montón de cosas para que lográramos entendernos. No era que él no me escuchaba por mala onda, sino porque no podía abrir ese canal.
–¿Y el Chango qué papel jugaba a ese nivel?
–Era el Sabella.
–Y usted, la única mujer...
–Sí. Me tocó formarme en un medio machista y poderoso, y hacerme fuerte en ese medio me benefició.
–Una gran experiencia que pudo volcar, se intuye, en sus trabajos posteriores con Divididos, Arbolito, etcétera...
–Me fortaleció el hecho de poder plantarme y ser yo misma, con mi visión femenina, en un mundo muy masculino. Cada tanto aparecía una frase que me hacía muy bien: ‘Uy, la Negra tenía razón’ (risas). Siento que fui escuchada y respetada, con opiniones bien distintas. Con los chicos de Arbolito se trató de un entrenamiento de la voz, y me encantó, porque una cosa es que te caigan alumnos con ganas de cantar algún día y otra que te aparezca un grupo de leones que ya la tienen clara. Fue un placer poder compartir escenario con ellos tantas veces. Es más, en uno de ellos conocí a Fraguela.
La mención de Fraguela retrotrae las cosas al primer párrafo. El guitarrista y compositor funciona como alter ego masculino de la Condomí versión 2014, treinta años distante de aquellos Músicos Populares Argentinos. “Siempre digo que hacer un disco es hacer una síntesis de un tiempo compartido, de una elección conjunta, y de un montón de cosas vividas arriba y abajo del escenario. Lograr esa síntesis es difícil, pero me contenta esta huella que dejamos con Pablo. Después, bueno, la gente decidirá si le gusta o no”, vuelve ella, otra vez parada en Camino de estrellas, cuyo tema homónimo nació de un vuelito personal, mientras miraba el cielo en un muelle del Tigre. “En un momento tuve la clara certeza de que el piso estaba arriba y el cielo, abajo. Y duró un montón de tiempo... lo empecé a cantar, y así nació el tema. La vivencia fue tan potente y transformadora que me pareció un regalo del universo. Una manera de ver la vida y el mundo, que si no tenés tiempo de observar, no te pasa nunca. Por eso me pareció que era el título del disco.”
–¿El tema sería esencial para explicar el todo por la parte, entonces?
–En el equilibrio de este disco, hay sólo tres temas, y éste era especial, sí.
–Su último disco en dúo fue Humanas voces, con Liliana Vitale, compañera de MIA, otra de las agrupaciones que integró en el pasado. ¿Cuáles son las diferencias de género, si es que las hay, entre hacer un disco con una mujer y uno con un hombre, en el caso de Pablo?
–Lo que yo puedo hacer con Lili sólo lo puedo hacer con ella, y con Pablo, lo mismo. Son dos universos musicales absolutamente diferentes. Dos caminos abiertos en distintas direcciones, que sacan de mí cosas distintas. Los temas que compuse para Humanas voces, por ejemplo, no tienen nada que ver con los que hice para Camino de estrellas. Y está bueno, porque si hay algo grosso en la música es que no es para competir, sino para compartir. Y cada conjunción con otro da un resultado diferente.
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